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Crisis Económica y Financiera

Fernando Pampillón. Catedrático de Economía Aplicada de la UNED

 La palabra crisis, tan de moda en estos momentos, procede del griego, idioma en el que significaba cambio brusco o mutación importante. La actividad económica está sometida a continuas variaciones, avanza algunas veces, retrocede otras, para a continuación volver a recuperarse, es decir, evoluciona de acuerdo con los ciclos económicos, de los que tenemos noticia escrita por vez primera en la Biblia, cuando José interpreta el sueño del Faraón de las siete vacas flacas que devoraban a otras siete gordas y las siete espigas menudas y secas que se comían a otras tantas espigas hermosas y llenas de grano. Desde siempre la Humanidad ha venido viviendo etapas de auge, o crecimiento, seguidas de otras caracterizadas por la recesión y depresión, que los economistas denominamos crisis o cambio de ciclo.

La recesión actual es, sin embargo, mucho más profunda que las que se viven periódicamente, cada cinco o diez años. En ésta, y referida a España, han coincidido al mismo tiempo diversas perturbaciones graves en varios sectores económicos, que recuerdan a lo sucedido en la película “La tormenta perfecta”.

En esta “crisis perfecta” se mezclan, de un lado, una crisis financiera, nacida en Estados Unidos y extendida por todo el mundo, que tiene su origen en la concesión de créditos hipotecarios a personas de escasos recursos, denominados periodísticamente Ninja (personas sin ingresos, trabajo o bienes). Mediante un complejo proceso de transformación financiera, y debido a una cadena de fallos en la actuación de las autoridades encargadas de la supervisión financiera, los grandes bancos internacionales comenzaron a vender títulos garantizados con estas hipotecas por importes muy superiores - mil cien millones de dólares de hipotecas han dado lugar a cifras aún no conocidas con precisión, pero que superan ya los tres billones de dólares - generando una deuda masiva incobrable y una gran desconfianza entre todos los bancos, que han decidido no prestarse dinero entre ellos, ante el riesgo de no recuperar los créditos concedidos por desconocer quienes han sido los bancos realmente “estafados” y su nivel de solvencia.

Las entidades bancarias españolas, que apenas han participado en este proceso, en gran parte por la actuación de las autoridades supervisoras, lo han sufrido de manera indirecta porque ahora no pueden obtener nuevos préstamos  en el exterior, dedicados a financiar las solicitudes de las familias – para comprar viviendas – y la expansión de las empresas – inmobiliarias y de otro tipo –, y deben devolver los que han obtenido.

De otro lado, el pinchazo de la burbuja inmobiliaria ha impactado, primero, en el sector de la construcción,  extendido después a otras industrias  directamente relacionadas con él, como materiales de construcción, electrodomésticos, mobiliario, etc. y, finalmente, afectado a los ingresos del resto de empresarios y trabajadores de la industria, comercio y servicios de la economía, con pérdida de puestos de trabajo y aumento de parados, dando lugar a una reducción en el consumo y un empeoramiento en las expectativas para montar negocios, contratar trabajadores, etc. Únase a todo esto, una subida de los precios de los combustibles, el transporte, los bienes de consumo y de los tipos de interés, que empeoran las dificultades de muchas familias para atender a sus gastos diarios.

Un efecto muy importante de la crisis es que muchas empresas y familias han dejado de pagar sus créditos a las entidades bancarias, multiplicando los impagos por cuatro en un año, y colocando a éstas en una situación delicada que, de seguir creciendo al mismo ritmo, supondrá a algunas de ellas entrar en pérdidas que no podrán mantener durante mucho tiempo. Debe tenerse en cuenta que los fondos prestados por las entidades bancarias son, en su mayor parte, depósitos que les entrega el público. A esta preocupación de las autoridades por la defensa de los depositarios, se une la importancia que juega el sector bancario en la realización de muchos pagos habituales – recibos de todo tipo, abono de nóminas, tarjetas de débito y crédito, etc. y en la concesión de créditos a los sectores productivos. La quiebra del sistema bancario colocaría al resto del sistema económico en una posición de suma gravedad. De ahí que las autoridades hagan lo imposible por evitar su colapso.

Asistimos, pues, a una crisis profunda y extendida por todo el mundo, que se agrava en España por el derrumbe de un sector con tanto peso como la construcción, que unido a otras debilidades de la economía española – entre ellas, baja competitividad, dependencia energética, escasa dotación de capital tecnológico y humano, rigidez del mercado laboral y elevado endeudamiento - ha llevado a que instituciones económicas nacionales e internacionales del máximo prestigio predigan para la economía española un elevado nivel de desempleo y una salida más lenta de la crisis.

 

El Talento Frente a la Crisis. Declaraciones de Pampillón en Abc.es