Un diálogo en catalán, típicamente renacentista, Los col•loquis de la insigne ciutat de Tortosa de Cristófor Despuig, se hace eco de los aspectos polémicos derivados de las preponderancias lingüísticas, pero orienta esta temática sucintamente, por lo que no puede parangonarse en igualdad con la reivindicación de aquellas grandes obras; de todos modos, estos coloquios presentan cierta proximidad: por un lado, cronológica, pues fueron escritos en 1557; y por otro, conceptual, pues propugnan, al unísono, una función noble para la lengua catalana abogando por defenderla e ilustrarla, tal como ocho años antes proponía el título de la obra francesa.

Con este dato acerca de la questione della lingua introduce el Doctor Badia el apartado que denomina La contradicción de las letras catalanas, pues, después de haber sido promotoras del humanismo precoz, en el siglo XIV, y generosas propulsoras del humanismo maduro del XV, a partir de 1500 -cuando otras literaturas eclosionan con el Renacimiento y se plantean en firme aquella cuestión-, pierden la confianza en la lengua, experimentando un considerable desnivel en el plano de la creación.

La crisis es desconcertante sobre todo a la luz de la producción valenciana del momento de madurez, que ha hecho denominar al siglo XV el Siglo de Oro y que tanto significa para considerar a las letras catalanas antiguas como una literatura rica, variada y pletórica. Comentario al hilo del cual no podemos dejar de citar a algunos autores dentro de su amplio elenco de alta categoría

Y volvemos a la explicación del Doctor Badia que, una vez más, es clarividente. Pues más allá de las causas, muy largamente debatidas, abre tres opciones para la lengua en el siglo XVI: el recurso al latín, cultivado desde la centuria anterior por una pléyade de personalidades -como el cardenal Joan Margarit, símbolo de la convivencia italocatalana humanística-, pero que se fue desvaneciendo, salvo por parte de excepcionalidades como Joan Lluís Vives; la adopción del castellano, que fue la tendencia progresivamente favorable -y anota como sintomático que la primera edición valenciana de las poesías de Ausias March, de 1539, incluya ya la versión castellana-; y como tercera opción, el uso militante del catalán, que tanto se ha practicado en nuestros días, pero que entonces se dio sólo en grupos reducidos.

Estas actitudes continuaron en el siglo siguiente, y en el XVIII -en que aparecen gramáticas y apologías de la lengua catalana- se vieron sostenidas por instituciones cientifistas y academicistas, como la Real Academia de Buenas Letras de Barcelona; pero la recuperación en firme o el fuerte renacer no se dió hasta el XIX -tradicionalmente se concreta en 1833 por el poema conocido como Oda a la Pátria--, bajo el hálito del romanticismo. Ahora bien, las aparentes soluciones de continuidad se salvan indefectiblemente por la adhesión de los catalanohablantes, verdaderos mantenedores de sus constantes vitales.

Concluye el Doctor Badia con la afirmación de que, pese al bajo nivel de uso del catalán como lengua escrita desde el siglo XVI, la tenacidad del recorrido, remando a menudo contra corriente, permite decir hoy -no sin graves problemas que afectan a su realización- que la lengua catalana puede mirar hacia adelante con confianza. Argumento vigente -creo- en la actualidad, 15 años después de pronunciarlo, y al que añadimos con gran satisfación que, si es así en nuestra época, en buena parte lo es al socaire de su labor y de su ejemplo.

En sintonía con su perfil, y a modo de contribución desde nuestra Universidad, me referiré a continuación a algunas consecuciones académicas que enlazan bien con sus vivencias, desde el doble filo que refleja en Ciencia i passió dins la cultura catalana.  

En primer lugar, tengo que aducir el máster oficial Literaturas Hispánicas (catalán, gallego y vasco) en el contexto europeo, en el que hay ya varios titulados, y que ha sido reconocido por la ANECA como "título relevante y de interés por ofrecer estudios de posgrado en comparatística literaria en tres lenguas peninsulares (catalán, gallego, vasco), cosa que no sucede en España en ningún otro sitio “ . Su entorno científico -sea hispánico o ibérico, y en el que esperamos albergar pronto el portugués-, nos es hoy en nuestra Península más próximo que el de la Romanística y menos ceñido que el de las diferentes especialidades, con el beneficio añadido del relieve de las interrelaciones.

Se está haciendo posible gracias a la colaboración de profesores de otras Universidades, muchos de ellos aquí presentes y que no debo dejar de enumerar: Assumpta Camps, de la Universidad de Barcelona; Antonio Cortijo, de la Universidad de Santa Bárbara (California, USA); Fernando Domínguez Reboiras, de la Albert-Ludwigs-Universitat Freiburg i. Br.; Charles A. Longhurst, del King's College de Londres; Miquel Marco, M8 Ángels Massip, de la Universidad de Barcelona; M8 Jose Olaziregi, Lourdes Otaegi Imaz, de la Universidad del País Vasco; Xosé Ramón Pena, de la Universidad de Vigo; Isabel de Riquer, de la Universidad de Barcelona; Manuel Rosales, de la Universidad de Vigo; Josep-Enric Rubio, de la Universidad de Valencia; Lourdes Sánchez Rodrigo, de la Universidad de Granada. A su lado hay que citar a los profesores de la misma UNED, que actualmente participan integrando este enfoque de investigación; corresponden a distintos Departamentos (de Filología Clásica, Filología Francesa, y Literatura Española y Teoría de la Literatura), e imparten las siguientes especialidades: Margarita Almela, Literatura Española; Julia Butiñá, Filología Catalana; Francisco Calero, Filología Latina; José Domínguez Caparrós, Teoría de la Literatura; Xavier Frías, Filología Gallega; Juan Antonio González, Filología Catalana; Francisco Gutiérrez Carbajo, Literatura Española; Helena Guzmán, Filología Griega; Brigitte Leguen, Filología Francesa; Carmen Teresa Pabón, Filología Latina; Miguel Ángel Pérez Priego, Literatura Española; Josep-Antoni Ysern, Filología Catalana. Hay que añadir al profesor honorífico, Patricio Urquizu, coordinador desde los comienzos.

Profesores y alumnos somos conscientes de la oportunidad de este nuevo marco de investigación -al parecer, exclusivo en el mundo universitario-, que responde a la exigencia de la metodología comparada y al imperativo de la comunicación cultural. Características que se corresponden no sólo con las que hemos ido viendo en nuestro Doctor Honoris Causa, sino que se avienen dentro del contorno de este acto académico en honor de las cuatro culturas.

Todo ello conlleva que cierre esta laudatio con una exhortación, confiando en contar con su beneplácito y con la seguridad de que, compartiéndolo, sumaremos los afanes. Porque desde esta gran Universidad -Ia única que alberga las cuatro culturas hispánicas con una orientación comparatista de estudio- pero también desde la intimidad, quiero manifestarle un vivo deseo -que con seguridad no sólo es compartido por el profesorado de este máster, sino por muchos otros profesores de nuestra Facultad de Filología- acerca del conocimiento de los textos.

Lo expreso a la sombra de Ramón Llull, a quien no podríamos dejar de citar por acuñar de un modo definitivo la lengua y la literatura catalanas, además de convenir mencionarse aquí por ser la directriz luliana signo de avanzadas impronta cientifista y tendencia intercultural. Y autor además que es el objetivo de un Grupo de Investigación de la UNED, denominado "Félix" por su preciosa obra, el Libre de meravelles ; cabría trasladar a este reducto universitario unas líneas iniciales, que determinan que el protagonista de aquel nombre recorra el mundo a la búsqueda de explicaciones y maravillándose de todo, de manera que

"iba por los bosques, por montes y por llanuras, por sitios yermos y poblados, entre príncipes y caballeros, por castillos y por ciudades; y se maravillaba de las maravillas que hay en el mundo. Y preguntaba lo que no entendía y contaba lo que sabía; y se metía en trabajos y en peligros para que se hiciera a Dios reverencia y honor"

También lo formulo al amparo de dos autores del siglo XIX: el barcelonés Bonaventura Caries Aribau, que en 1833, residiendo en Madrid, dedicó a un amigo suyo una oda en catalán, cuyos versos se convirtieron en emblema del renacer decimonónico. Y por último, de un autor gerundense, el jesuita Francesc Xavier Butínyá, quien en 1871, cierra el prólogo a su obra dramática La venjanÇa del martre, que firma como catedrático de la Universidad de Salamanca, con una encendida proclama renacentista, diciendo:

"Per aÇó t'escrich en catalá, lector aymat, y espero que acullirás ab benvolen-Ça mon bon desitx. Si no fas més, és perque no pucho Y encara que pobre y allunyadat de ma patria, vull portar una pedra, jatsia petita, per aydar a enlayrar I'edifici de nostres glòries".

Aquellos hombres de la RenaixenÇa, en tiempos de escasos medios pero al abrigo de las grandes obras de su pasado, se propusieron resucitar las costumbres como garantía de no perder su identidad, convencidos de que no muere el pueblo que las conserva; de donde se desprende su afán por la lengua. Actualmente creemos estarla asentando, como hemos apuntado; pero, entre las cláusulas de seguridad, quizás convendría mirar a las grandes culturas, la griega y la latina, pues comprobamos que son las que verdaderamente reviven cumpliendo el precepto délfico del autorreconocimiento.

En esta línea inequívoca, pues, hago una llamada enérgica al conocimiento de nuestros textos, sobre todo de los medievales, que afirmaron tanto
esta cultura y que hay que hacer renacer, discutir, releer y contrastar sin tregua.

Mientras que hoy son tan desconocidos que se me imponen a la memoria unos versos de Maria Aguiló, quien en 1881 -época de debilidad todavía para la lengua- decía:

"Mesquineta, desvalguda,

dolca liengua, qui•t coneix?"  

Doctor Badia, mi ruego es que estos textos se difundan y den a conocer, empezando por los ámbitos más cercanos, en aras de un renovado universalismo cultural, que bien se avendría con una época tan global, aunque tan árida para la cultura profunda y escrita. Este reclamo se materializa sobre todo a través de las traducciones, actualmente inaccesibles a veces en casos de obras capitales, y en su conjunto todavía muy deficitarias.

Pero hay que tener en cuenta que este impulso no sólo se deriva de su peculiar valía -aun considerando a algunos, como Lo somni o el Curial, propios del más alto bagaje de la humanidad-, sino que es la misma inquietud por los textos la que conmina a establecer relaciones, así como invita a ahondar en ellas e indagar sus causas; pues es bien sabido que sólo por esta vía se logra acceder a alguna abstracción teórica mínimamente valida, en Filología como en cualquier ciencia.

El ejercicio de esta práctica influiría de modo positivo en el conocimiento de nuestra piel de toro -la vieja Sepharad-, y sucesivamente reforzaría los lazos con Europa.

Para finalizar, a modo de elogio a su talante ético y universitario, aporto unos versos del reconocido en el siglo XX como poeta del pueblo, Salvador Espriu, recién aludido a través de su obra La pell de brau; autor a quien la Universidad de Barcelona -también la de mi origen- nombró Honoris Causa en 1980, siendo Rector el Doctor Badia:

Direm la veritat, sense repós,
per I'honor de servir, sota els peus de tots. ( ... )
Amb la canÇó bastim en la foscor

altes parets de somni, a recer d'aquest torb.
Ve per la nit remor de moltes fonts:
Anem tancant les portes a la por.

Y por último, expreso mi congratulación al Departamento de Filología Clásica y a la Facultad de Filología, encabezados respectivamente por su Director, José María Lucas, y su Decano, Antonio Moreno, así como al Rectorado por haber propiciado este acto. Y solicito a nuestro Exmo. Sr. Rector Magnífico de la UNED la concesión del Doctorado Honoris Causa para el profesor Antoni M.ªBadia Margarit, en representación de la cultura catalana, juntamente con los profesores Xesús Alonso Montera, Jean Haritschelhar y Humberto López Morales, como representantes de sus respectivas culturas, con la certeza de que, al margen de su incalculable valor, el caudal científico de nuestra Universidad crece gracias a la misma diversidad científica y cultural.

Madrid, marzo 2010>