1.- Asimilación de que nuestra cultura es inconcebible sin su propia historia, sin una reflexión constante y un diálogo en profundidad con quienes ya antes que nosotros suscitaron preguntas y avanzaron respuestas sobre los problemas fundamentales de la organización social y política.

2.- Afianzar la idea, aparentemente paradójica, de que la relevancia actual de ciertos textos y de ciertos discursos del pasado puede derivar más bien de la alteridad o extrañeza de tales textos con respecto a nuestro presente que de su semejanza o familiaridad con ideas actuales

3.- Fijar como principio de entendimiento de la historia del pensamiento la idea de que las obras teóricas son eventos que se insertan en el fluir del tiempo, actos que se ejecutan en un momento y lugar concretos y que su estudio requiere de un ejercicio de encaje espacial y temporal.

4.- Tomar conciencia de que tras las obras de reflexión intelectual hay un autor que escribe y publica con una intención determinada que tiene que ver con su entorno inmediato, con el contexto, en un doble sentido, pues por un lado éste sirve de estímulo para su acción teórica pero por otro lado también lo limita, al proporcionarle el lenguaje, las formulaciones teóricas y los debates dentro de los cuales puede pensar y actuar.

5.- Adquisición de una serie de competencias instrumentales -como las capacidades de análisis y síntesis o de organización y planificación- personales -como el reconocimiento de la alteridad de la cultura de los tiempos modernos o del imperativo de rigor metodológico que para el historiador constituye el razonamiento crítico- y sistemáticas, fomentándose el aprendizaje autónomo y afianzándose la comprensión y el uso apropiado de las categorías propias de la reflexión histórica..