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Subject code : 63014196
Algunas profesiones han elaborado sus propios Códigos Deontológicos como expresión del ethos que debe regular el desarrollo de ese trabajo, porque se reconoce que éste implica una serie de dimensiones morales específicas que afectan directamente tanto a quienes lo ejercen como a los que se benefician de él. Algunos Códigos Deontológicos están respaldados por una larga tradición de siglos como, por ejemplo, el Juramento Hipocrático que regula el ejercicio de la Medicina; otros son más recientes, pero todos ellos se han elaborado con el fin de que actúen como indicadores públicos del compromiso moral que asumen con la sociedad los miembros de esa profesión. Todas las profesiones deben cumplir unos criterios éticos generales comunes, porque en cualquier profesión se integra un conjunto actividades realizadas por seres humanos que gozan de libertad. Sin embargo, cada una de ellas tiene además unos requisitos éticos particulares: así, son diferentes las implicaciones deontológicas del ejercicio de la medicina, la abogacía o la investigación biológica
Qué es la educación para avanzar en su estatuto profesional. El primer paso para la elaboración de la Deontología de un trabajo profesional consiste en examinar la naturaleza propia de la actividad que va a ser objeto de estudio. Es este capítulo se va a bordar, por tanto, el análisis de los rasgos propios de la tarea de educar, y se perfilarán los ámbitos de actuación de las principales profesiones educativas
La educación es esencialmente una práctica moral porque en ella se produce el encuentro entre dos libertades y no es posible omitir la referencia al bien, a lo valioso, a lo mejor, cuando se aborda su ejercicio. También la práctica educativa -por ser resultado de un conjunto de actos libres- puede ser juzgada desde el punto de vista moral. Sin embargo, no interesa aquí considerar la dimensión ética de la educación de ese modo genérico, sino analizar el carácter intrínsecamente moral de los actos educativos, ya que éste constituye una de las cualidades esenciales de esta práctica.
La expresión “quehacer educativo” es una adaptación pedagógica de ideas que provienen del pensamiento filosófico de Ortega y Gasset cuando se refiere a la vida como un “quehacer”: “La vida es quehacer, y la verdad de la vida, es decir, la vida auténtica de cada cual, consistirá en hacer lo que hay que hacer y evitar el hacer cualquiera cosa. Tenemos que inventarnos nuestra propia existencia y a la vez este invento no puede ser caprichoso". La educación como quehacer rescata la responsabilidad y la centralidad del docente en el proceso educativo, objeto de análisis en este tema.
La intervención educativa se desarrolla en los contextos diferentes -formal, no formal o informal- y, por lo tanto, cada uno tendrá sus características particulares. Pero como todos comparten la misma naturaleza educativa, existiendo unas implicaciones éticas y responsabilidades comunes que deberán asumir todos los profesionales de la educación, sea cual sea el ámbito donde se produzca la intervención pedagógica. Además, por la misma naturaleza de los procesos educativos, no es posible pensarlos de forma aislada o parcelada sino que su continuidad reclama coherencia y conexión entre los agentes y ámbitos donde éstos se desarrollan.
Las identidades profesionales de los educadores –qué y quiénes son, su autoimagen, los significados que otros les atribuyen etc.- están asociados a los contenidos que enseñan -en especial, en el caso de los profesores-, sus relaciones con los alumnos, sus papeles y las conexiones entre estos y su vida fuera de la escuela algo que no está exento de problemáticas que pueden llegar a derivar en patologías propias de las relaciones de ayuda (como por ejemplo, el "síndrome del quemado").