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Subject code : 70014073
Este tema de carácter introductorio (y que no será objeto de evaluación) trata de ofrecer una presentación de la Filosofía de la Historia como disciplina académica, dando cuenta de su origen, su desarrollo y su temática, así como también de las principales cuestiones, problemas y controversias que ha suscitado y continúa suscitando en la actualidad.
Más allá de su carácter introductorio y no evaluable, conviene no obstante prestar especial atención a este tema, pues trata de ofrecer también una visión general del programa de la asignatura -haciendo especial hincapié en la relación que puede haber entre unos temas y otros- que puede resultar muy orientativa para su estudio.
En el tema previo aparecían ya referencias que hacían alusión al problema del conocimiento histórico, problema del que se ha ocupado tradicionalmente la que hemos llamado filosofía crítica o analítica de la historia, siendo abordado aquí con mayor profundidad. ¿Cuál es la naturaleza del conocimiento histórico o qué tipo de conocimiento es el conocimiento histórico? ¿En qué sentido puede pretender la Historia ser un estudio científico? ¿De qué recursos metodológicos se vale para ello? El presente tema trata de responder a estas cuestiones tan estrechamente relacionadas con el carácter epistemológico del pensamiento histórico. Se abordará pues el estudio de conceptos y categorías tales como causalidad y objetividad históricas, verdad e intencionalidad, determinismo histórico, leyes históricas, explicación y comprensión, narración, etc., desde el punto de vista de las condiciones de posibilidad y los límites del conocimiento histórico.
Asimismo, este tema pretende familiarizar al estudiante con algunas de las corrientes y tendencias historiográficas más relevantes.
Debemos a Reinhart Koselleck, uno de los fundadores y principales exponentes de esa corriente historiográfica conocida con el nombre de “historia conceptual” o “historia de los conceptos” (Begriffsgeschichte), el haber subrayado la centralidad de las categorías formales de “espacio de experiencia” y “horizonte de expectativa” con objeto de tratar de fundamentar las condiciones de posibilidad de las diversas historias, así como también con objeto de definir o tematizar la temporalidad histórica señalando los diversos modos posibles en que pueden vincularse el presente, el pasado y el futuro. En base a dichas categorías, Koselleck nos ofrece una clave explicativa sobre la emergencia de la Modernidad en tanto que irrupción de un “tiempo nuevo” diferente de los tiempos históricos anteriores: aquel en el que las “expectativas” se van alejando cada vez más de las “experiencias”, abriéndose así un ilimitado horizonte de posibilidades.
En este sentido, la Modernidad supone una forma inédita de experimentar el decurso del tiempo que propicia, a su vez, la conciencia de una "ruptura epocal", ruptura que se percibe más claramente en relación con la quiebra del antiguo modelo de la historia entendida como magistra vitae. Este modelo de honda raigambre ciceroniana se fundaba en dos premisas: 1ª) el ideal pedagógico de la historia, que suponía la repetibilidad de la misma. 2ª) El supuesto de la repetibilidad de los acontecimientos hacía imposible la concepción de la idea de una “Historia” en singular; lo que existían eran “historias” en plural. Frente a este modelo, la Modernidad –sobre todo a partir de la Revolución Francesa– introduce la idea de "Historia" como colectivo singular que engloba y unifica las “historias” particulares (y cuyo objeto y sujeto llegaría a ser la "humanidad" misma, como cuando hablamos de la "Historia de la humanidad"), a la vez que también afirma la idea de “constructibilidad” histórica tal como aparece condensada en la expresión “hacer la historia” (expresión que denota, a su vez, la idea de que el futuro puede construirse o planificarse como consecuencia de un determinado "proyecto político").
A este respecto, la Modernidad representa una forma inédita de experimentar el decurso del tiempo que encontrará su expresión conceptual, como veremos en el tema siguiente, en las filosofías ilustradas e idealistas de la historia.
Desde que Voltaire acuñara a finales del siglo XVIII la expresión “Filosofía de la Historia”, entendiendo por tal la reflexión con espíritu filosófico sobre la propia Historia, se ha convertido en un lugar común cifrar el nacimiento de la Filosofía de la Historia en la época moderna. Este tema pretende mostrar la génesis y desarrollo de la conciencia histórica a lo largo de la Modernidad, siendo el tema del programa que más se aproxima a lo que podríamos llamar una “Historia de la Filosofía de la Historia”, con el afán de ofrecer una visión panorámica de algunas de las más relevantes aportaciones al respecto: las filosofías ilustradas de la historia de Montesquieu o Voltaire, las filosofías idealistas de la historia de Kant o Hegel, la filosofía materialista de la historia de Marx, la filosofía romántica de la historia de Herder o esa gran predecesora de todas ellas que es la filosofía de la historia de Vico.
Pero además se dará aquí cuenta, así sea sucintamente, de tres de las ideas que más han ayudado a conformar dichas filosofías de la historia y que, de algún modo, volverán a estar presentes en temas posteriores: las ideas de "progreso histórico", de "historia universal" y de "perfectibilidad humana".
NOTA: Los autores que podrán ser objeto de evaluación se reducen a: Vico, Herder, Kant, Hegel y Marx.
Como vimos en el tema 2, el concepto singular de Historia al reunir todas las historias particulares en una, allanó el camino para la “invención” de una “historia universal o mundial” (Weltgeschichte). No deja de ser una característica prácticamente común a todas las filosofías modernas de la historia que hayan emprendido una reflexión filosófica general sobre la historia del mundo, sobre el proceso histórico considerado globalmente o sobre el sentido de la historia de la humanidad. Con la Modernidad, por tanto, cristaliza también la idea de Historia como un proceso único y lineal cuyo fin es el progresivo perfeccionamiento moral e intelectual de la especie humana. Con ello, tanto la vocación universalista ilustrada como la idea ilustrada de progreso se proyectarían en ese valor metahistórico encarnado en el “ideal de humanidad”, entendido como el proyecto político de una humanidad unificada y reconciliada consigo misma.
Ahora bien, desde que F. Schiller en su escrito “¿Qué significa y con qué fin se estudia la historia universal?” formulara en 1789 la definición clásica de “historia universal” hasta el día de hoy, dicha definición ha entrado en sucesivas crisis. Otro tanto cabría decir del “ideal de humanidad”. En este tema se abordará las tensiones y dificultades a que se ven sometidos ambos conceptos.
Si como hemos visto en los temas anteriores la irrupción de la Modernidad llevó aparejada una nueva concepción del tiempo y de la historia, la postmodernidad se caracteriza por poner en tela de juicio esa concepción, señalando la entrada en crisis de aquellos conceptos constitutivos y fundamentales del llamado "discurso filosófico de la modernidad", tales como: razón, sujeto, historia, progreso o emancipación. En palabras de J.F. Lyotard –comúnmente considerado el introductor del término “postmodernidad” en el terreno del pensamiento–, la historia exige como condición un “sentido” que sólo se puede lograr desde un gran metarrelato o visión totalizante y finalizadora de la historia. Ahora bien, al cifrar la principal característica de la actual condición postmoderna precisamente en la deslegitimación e incredulidad con respecto a esos grandes relatos, acabará afirmando el fracaso de cualquier tentativa moderna por otorgar una finalidad a la historia mediante un proyecto general de emancipación. E incluso va más allá, como cuando sostiene que una de las consecuencias de fondo de esta pérdida de sentido y finalidad histórica "consiste en tener que hacerse cargo de que no podemos establecer una teoría conceptual de la Historia".
En la medida en que tales metarrelatos guardan relación o llegan a identificarse con las filosofías modernas de la historia, veremos cómo la postmodernidad –al menos de la mano de Lyotard– a partir de su crítica a los fundamentos epistemológicos de la modernidad acaba declarando no sólo el “final de la historia” sino también el final de la Historia misma como disciplina académica. Por último, abordaremos la cuestión de si el “proyecto de la modernidad” se puede considerar definitivamente acabado o si, por decirlo en los términos de J. Habermas, se trata aún de un "proyecto inacabado".
Si en el tema anterior la idea de postmodernidad como “fin de la historia” se condensaba básicamente en el final de esos "grandes relatos” que habían legitimado la marcha histórica de la humanidad por el camino de la emancipación, el famoso y controvertido ensayo de Francis Fukuyama en la medida en que recupera y hace suya una concepción de la historia entendida en un sentido racional, unitario, lineal y progresivo cuya aspiración última es explicar la lógica del desarrollo histórico universal –concepción como hemos visto de cuño ilustrado que fue llevada a su epítome por Hegel y Marx, pero que parecía ya definitivamente arrumbada tras los embates a que fue sometida por el pensamiento postmoderno–, supone realmente un resurgimiento o rehabilitación de dichas “grandes narrativas” (o, si se prefiere, de las denominadas en temas anteriores “filosofías especulativas de la historia”). Más aún, la propuesta de Fukuyama de identificar el “fin de la historia” con el triunfo absoluto de la democracia liberal y la falta de alternativas ideológicas a la misma, lo que hace es revelar con mayor claridad algo que ya había podido advertirse en las modernas filosofías especulativas de la historia, aunque tal vez no con tanta nitidez como en su propuesta: su marcada orientación política.
En este tema no nos limitaremos tan sólo a constatar la relevancia que para la actual filosofía de la historia tiene la estrecha conexión que Fukuyama establece entre el triunfo del liberalismo y la idea de una historia universal de la humanidad, sino que al hilo de sus propias tesis, origen de tantos malentendidos, trataremos también de analizar en qué medida puede decirse que nos hallamos ante un “gran relato legitimador”.
Si el breve ensayo de Fukuyama llegó a gozar en su día de una extraordinaria repercusión, logrando trascender los círculos académicos y provocando un intenso y acalorado debate, otro tanto o más puede decirse del pequeño texto de Samuel Huntington que da título y contenido al presente tema. Pero a diferencia del optimismo que latía en la propuesta triunfalista de Fukuyama, el planteamiento de Huntington expresa un diagnóstico muy sombrío acerca del futuro curso de los acontecimientos históricos en el siglo XXI. Su tesis central sostiene que la fuente principal de conflicto en el mundo venidero ya no será económica ni ideológica, sino que tendrá que ver fundamentalmente con la diversidad de las culturas o, según sus propias palabras: con el choque de las civilizaciones diferentes, que dominará el futuro rumbo de la política mundial.
Al hilo de esta tesis, que hace de las civilizaciones el verdadero motor y artífice de la historia, centraremos principalmente la atención en cuestiones tales como el concepto mismo de civilización, las "líneas de fractura" entre civilizaciones, la existencia o no de una civilización universal, los conflictos generados por el universalismo occidental, el auge del fundamentalismo islámico, etc.
Si con el derrumbe del socialismo real en la Europa del Este y el consiguiente final de la Guerra Fría se anunció la llegada de un nuevo orden internacional basado en el gobierno de la ley y el respeto a los derechos humanos -y, por tanto, en el abandono del recurso a la fuerza en las relaciones internacionales-, los ataques terroristas perpetrados por Al Qaeda el 11 de septiembre de 2001 contra las Torres Gemelas y el Pentágono (en los que algunos vieron "la profecía que se cumple a sí misma" respecto a las tesis de Huntington) dieron lugar a un escenario muy diferente, en el que el fenómeno de la guerra -tan íntimamente ligado a la historia de la humanidad-, sobre todo a partir de la guerra de Irak, volvió a estar a la orden del día. Estos acontecimientos -cuyas consecuencias seguimos todavía percibiendo- cambiaron realmente la escena de la geopolítica mundial, caracterizada por una violencia extrema y en la que el factor cultural e identitario juega un papel central, así como por el rechazo de todo cuerpo legislativo que la regularice. Este contexto abrió paso a una serie de reconceptualizaciones, entre las que habría que destacar cómo al concepto de "nuevas guerras" acuñado por Mary Kaldor siguió un replanteamiento de la vieja cuestión de la "guerra justa".
Este tema se propone abordar dicha cuestión en el marco del actual orden internacional.