De acuerdo con una imagen cada vez más extendida entre psicólogos, estudiantes y público culto en general, la psicología es esencialmente una ciencia aplicada. Es una disciplina bien definida que se ha emancipado de su pasado filosófico y ofrece sus servicios a las personas y a los colectivos sociales (empresas, escuelas, sindicatos, gobiernos, etc.) mediante un conjunto de técnicas de probada eficacia práctica y basadas en la investigación científica.

Con este trabajo de fin de máster, de 25 créditos, pretendemos ante todo problematizar esa imagen. Pretendemos mostrar que no responde, aunque lo parezca, a una realidad clara, nítida o inequívoca. Bien al contrario, los trazos que la componen responden a unos sesgos teóricos, ideológicos y pragmáticos susceptibles de ser identificados y analizados.

En concreto, deseamos mostrar dos cosas:

1. Que la psicología aplicada no es, sin más, una consecuencia de la investigación básica, sino que posee su propia tradición histórica (la cual se proyecta hasta nuestros días).

2. Que esa tradición se encuentra contextualizada, como no podía ser menos, en unos determinados espacios ideológicos y de valores que cambian tanto temporal como geográficamente.

Para ello, tras un recorrido por los distintos ámbitos en los que se han desarrollado prácticas psicológicas relativas al cuidado de sí mismo y a la interacción con los demás sujetos -incluyendo a los animales- en escenarios cotidianos o institucionalizados, analizaremos un caso relevante.

La psicología contemporánea se verá, así, como parte de una tradición de prácticas ligadas a ciertos valores y a ciertas estructuras sociopolíticas sin los cuales sería ininteligible.