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Subject's code : 3000115-
Una obra no se reduce a su contexto social y biográfico, pero es importante tenerlo en cuenta. Tanto más en la de Freud, en la que tan estrechamente se entrelazaron. Se atenderá tanto a los componentes biográficos, como sociales y académicos, centrándose particularmente en el largo y laborioso camino que llevó hacia el psicoanálisis, con especial énfasis en los momentos clave (estudios con Charcot, caso de Ana O., Estudios sobre la histeria, abandono de la teoría de la seducción traumática y papel de la fantasía psíquica, etc.). Ahí fraguan algunos conceptos fundamentales que es preciso articular, tanto para entender el resto de la obra, como para evitar frecuentes equívocos que al respecto se dan. El psicoanálisis se ha difundido en muy diversos campos y en el lenguaje de la vida cotidiana, pero ese proceso de difusión se ha visto acompañado, no sólo de la esquematización que todo proceso de esa índole suele comportar, sino de una sistemática trivialización (si es que no tergiversación), que transpira freudismo, en el mismo acto que lo niega. Es preciso hacerse con ese instrumental si es que la confrontación con la filosofía (y todas las grandes corrientes del pensamiento del siglo XX se han visto obligadas a medirse con el psicoanálisis) quiere hacerse con un cierto rigor.
Esos pilares se pueden encontrar en La interpretación de los sueños y en los Tres ensayos para una teoría sexual. Algunos aspectos de esas obras se matizarán o reestructurarán más tarde, pero lo esencial permanecerá. Es importante recalar en la noción freudiana de sexualidad, que no es del orden del instinto (Instinkt), sino de la pulsión (Trieb), así como en conceptos muy utilizados, pero frecuentemente ignorados, como los de represión, el de inconsciente mismo (a no confundir con la filosofía romántica de lo inconsciente) y toda la red de categorías afines
La introducción del concepto de “pulsión de muerte”, establecida en Más allá del principio del placer (y preparada de algún modo desde Introducción al narcisismo) obligará a reconfigurar el edificio psicoanalítico hasta la propuesta de un nuevo modelo del psiquismo (la denominada segunda tópica), en la que cuestiones como el estatuto del yo y de la conciencia, el engarce entre la sexualidad y la cultura (o, si se quiere, entre lo pulsional y lo moral, el deseo y la norma) o el problema de la culpabilidad surgen a primer plano.
Incluye los temas 4-6
Las últimas revisiones de Freud afectaron a la angustia, la sexualidad femenina o las relaciones de neurosis, psicosis y perversiones. En la lectura que hemos hecho de su obra hemos procurado fidelidad al texto freudiano, pero obviamente esa lectura exige hoy tener en cuenta la multiplicidad de interpretaciones que ha suscitado, tanto desde el campo filosófico (al que más tarde nos referiremos) como desde el internamente psicoanalítico. Sin descuidar otras perspectivas, y por lo que a éste hace, hemos tenido en cuenta ante todo las aportaciones del psicoanálisis francés contemporáneo (Dolto, Lacan, Mannoni, Laplanche…), sin vernos obligados a una disciplina de escuela determinada, ni a un fácil eclecticismo, sino a una revisión crítica de tales aportaciones.
Algunos de los problemas más debatidos del psicoanálisis afectan tanto a la técnica psicoanalítica, como a los problemas epistemológicos que plantea en relación con otras “ciencias” o saberes. La discusión ha sido prolongada y conviene que el estudiante se haga cargo de las líneas básicas de discusión y de sus principales articulaciones
Despreciado, difundido, trivializado, el psicoanálisis sigue dando que pensar y buena prueba de ello es que las principales líneas de desarrollo filosófico del siglo XX se han visto obligadas a confrontarse con él. Quizá en la filosofía analítica es donde esa polémica ha sido más esporádica (aunque su cabeza de fila, Wittgenstein, también se refirió al mismo), pero resulta mucho más central en los marxismos (de Bloch a los frankfurtianos –Adorno, Marcuse, Fromm, Horkheimer-, Althusser o, en nuestros días, las propuestas dialógicas de Habermas), la hermenéutica (en la que basta pensar en la obra de P. Ricoeur para calibrar su importancia) o corrientes “estructuralistas” y “postestructuralistas” (Foucault, Deleuze), hasta llegar a autores más recientes (como Zizek). Si además se tiene en cuenta que algunos han querido hacer de Freud uno de los padres de la denominada “postmodernidad” (lo que exige en todo caso matices y precisiones) podemos hacernos una idea de ese influjo. De los múltiples campos de discusión que ahí surgen, se insiste particularmente en la filosofía de la religión; la ética y la crítica de la moral, así como los conceptos de conciencia, yo o culpa; la filosofía de la historia y la crítica cultural y estética, en relación ante todo con las intenciones de la Ilustración y su cuestionamiento. De esas polémicas el estudiante ha de tomar buena nota para sus ulteriores búsquedas y confrontaciones.