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Subject's code : 24400860
En este primer bloque del programa partimos de la configuración de un espacio escénico en el Renacimiento italiano, que debe su nacimiento a los modelos de la antigüedad clásica, el pensamiento humanista y los avances matemáticos que desembocaron en la utilización de la perspectiva lineal para la figuración de la tercera dimensión en la pintura. El teatro utiliza y experimenta con ese ilusionismo espacial que permite la perspectiva y que culminará en el Barroco. Los teatros de corte en Italia se convirtieron en referentes, y se difundieron a través de los tratados y de los viajes de artistas y promotores. La monarquía española en la corte de los Austrias, pero también en algunas cortes nobiliarias y en las capitales de los virreinatos, recepcionó esos modelos italianos. En artefactos culturales de gran complejidad, como fueron las Fiestas del poder en las ciudades de la Edad Moderna, se experimentaron nuevas posibilidades de arquitecturas efímeras para representaciones teatrales tanto en los interiores como en patios y jardines de los palacios. Esas fiestas tuvieron una importante parte pública en las ciudades, por lo que los alumnos deben incorporar asimismo el “teatro” de la ciudad, con sus plazas y calles como frecuentes lugares para la representación, en los que se fueron gestando las posibilidades de interacción entre los actores y un público que ya en la ocupación de los balcones de las plazas, establecía la diferencia social que en los teatros codificarían los palcos y corredores. La pasión por el teatro, sobre todo el de los grandes dramaturgos del Siglo de Oro, dio lugar al nacimiento de los famosos corrales de comedias, en paralelo al desarrollo de los teatros permanentes, ajenos ya a los espacios cortesanos, en el resto de Europa. Se inicia en esta parte el estudio de cómo los ingenios y las máquinas para crear un mundo de maravilla en las representaciones teatrales, explicados en famosos tratados como el de Sabbatini, condicionaron, a la vez que contribuyeron, a la evolución de los lugares para el espectáculo, desde Leonardo da Vinci en la corte de Milán, hasta los Fontana en las cortes de Madrid y de Nápoles.
Este primer bloque del temario consta de los siguientes temas:
En la segunda parte del temario se aborda el estudio de los edificios teatrales de los siglos XVIII y XIX, con las novedades que supuso el desarrollo de la ópera, construyéndose en el siglo XVIII edificios tan emblemáticos como el primer Covent Garden de Londres, el teatro de San Carlos de Nápoles, el Teatro Regio de Turín, las Óperas de Berlín y Munich, o la Scala de Milán. Pero si estos grandes teatros de ópera del siglo XVIII marcaron una época, no fueron menos celebrados los del XIX. Entre ellos el teatro de Bayreuth de Wagner, a la sombra de Luis II de Baviera o la Ópera de París de Garnier, en la que el edificio como lugar de encuentro reservado a la alta sociedad se plasma en el gran foyer, en un siglo en el que los teatros incorporan los lenguajes historicistas de la arquitectura que caracterizan el eclecticismo del siglo XIX. Es algo que pretende romper el inmenso Auditorio que construyeron en Chicago Adler y Sullivan, en el que se quería expresar a través de la arquitectura los valores de la democracia americana. En España no se llega a esos niveles, pese a ejemplos como el Gran Teatro del Liceo, pero qué duda cabe de que su conocimiento se refleja en obras como el Teatro Real de Madrid, y en los proyectos de los académicos de Bellas Artes. Se fueron codificando dos tipologías, en función de cómo se concebía el lugar para el público, a la italiana o a la francesa, de las que triunfaría la italiana, con el auditorio en forma semicircular o de herradura. Arte y ciencia siguieron confluyendo con fuerza en estos edificios. Sin los avances de la acústica, de la óptica, la iluminación por luz de gas y el uso de los nuevos materiales en la construcción posibilitados por la Revolución industrial, no podríamos entender la evolución de los teatros del siglo XIX. A lo largo de los dos bloques del programa se va a integrar en el estudio la existencia de artífices especializados en escenografías, procedentes tanto del mundo de la pintura como de la arquitectura. Asimismo pretendemos que la pintura nos sirva de documento para intentar entender la mirada del espectador, absorta en el espacio creado para la representación, ya sea en un Auto de Fe del Barroco, o en un teatro pintado por Renoir.
Los temas que componen este segundo bloque son: