La adicción a mantener conductas que están reguladas por reforzadores naturales (como la comida,  el sexo o el juego) son un problema creciente en las sociedades desarrolladas y, si a ello se añade la de dependencia de sustancias químicas (drogas),  puede afirmarse que dicho problema es de salud pública, con derivaciones que afectan al paciente, a la familia, a su entorno social y  al ámbito laboral, llegando incluso a producirse, a veces, actos delictivos. Dada la complejidad de la conducta adictiva, que es fundamentalmente consecuencia de un proceso de mala adaptación al ambiente en que se vive (en el que son de capital importancia los factores sociales), sólo de un conocimiento profundo de esta desadaptación pueden establecerse terapias que sean efectivas. Hoy día está  admitido que en las adicciones, sean químicas o no, están entrelazadas variables biológicas, ambientales y socioculturales, sobre las que no siempre tiene control el individuo. De lo que más se conoce es sobre las adicciones químicas y, por ello, la mayor parte de esta materia en relación con el delito está centrada en la problemática de las drogodependencias. A este respecto, se sabe que los factores biológicos son importantes porque median en la vulnerabilidad o en la resistencia individual a la drogadicción, así como en los riesgos asociados de dependencia y abuso. Los factores psicológicos son también importantes porque se sabe que el riesgo de convertirse en drogadicto está influido por las creencias personales de los sujetos y sus expectativas sobre los efectos de las drogas psicoactivas. Los factores socioculturales no son menos relevantes en esta problemática e, igualmente, es bien conocido que las disfunciones familiares incrementan el riesgo de iniciarse en la drogadicción. Finalmente, la pertenencia a determinados grupos aumenta el riesgo de abuso de drogas debido a la presión de los iguales sobre pautas de comportamiento que se consideran esenciales para la integración en los mismos.

Dado este planteamiento general, los objetivos concretos de esta asignatura son:

1. Que los estudiantes adquieran conocimientos actualizados sobre los diversos factores que inciden en el mantenimiento de la conducta adictiva y la aparición de la delictiva.

2. Que el alumnado comprenda la complejidad del comportamiento adictivo cuando se  intenta tratar esta conducta desadaptada que acaba con frecuencia en el delito.

3. Que los/as alumnos/as entiendan la importancia de proporcionar una información adecuada y contrastada a la sociedad, si queremos que la educación sea efectiva en la prevención de las adicciones y de las conductas delictivas asociadas.

 Una vez cumplidos esos objetivos, las destrezas que adquirirían los estudiantes serían:
 

1. Comprender los procesos psicobiológicos que, en interacción con los sociales, van haciendo que la actividad neuronal de una persona que se inicia en el consumo de drogas cambie poco a poco hasta adquirir un trastorno adictivo, que puede hacerle cometer delitos.

2. Emplear correctamente los principios y conceptos esenciales que rigen el estudio científico de este desorden del comportamiento, provenientes de diferentes aportaciones, desde la de la psicobiología hasta de la epidemiología,  para poder adecuarse mejor a la verdadera realidad de la adicción, cuando se pretenda tratar este trastorno y a las personas delincuentes.

3. Saber asesorar en materias sanitarias y legales sobre adicciones a los profesionales o a las autoridades que lo soliciten con un conocimiento profundo de los aspectos biopsicosociales que interaccionan en las conductas adictivas y delictivas.

Y, en conjunto, las competencias  profesionales y/o investigadoras que se obtendrían serían:

1. Poder participar desde el ámbito de la investigación en la elaboración de informes otros            documentos.
2. Asesorar en la elaboración de programas de prevención más efectivos.
3. Formar con más fundamento a profesionales del ámbito de lo penal  desde la perspectiva de la investigación en adicciones.