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Volver a Día de la Mujer 2008

Alicia Alted Vigil, Profesora Titular en el Dep. de Historia Contemporánea


Página personal de Alicia Alted Vigil, con sus líneas de investigación

‘Nunca me sentí atraída por la historia política basada en acontecimientos, me interesaban las personas.


Cuando estudié en la universidad la historia contemporánea de España no llegamos a la guerra civil y eso es lo que me llevó a orientar mis estudios en esa dirección.


Siempre me ha interesado mucho la situación de la mujer y lo que supuso de retroceso el Franquismo, en relación con lo conseguido durante la República


La verdad es que todo lo que he investigado, me ha enseñado no sólo desde el punto de vista del conocimiento sino también a enfrentarme con los problemas del día a día.


El trabajo con testimonios orales implica como puntos de partida respeto hacia el otro cualquiera que sean sus ideas, honradez profesional y mucha paciencia. El resultado merece la pena.


El análisis de cómo vivieron los niños la guerra civil en España, me ha llevado a establecer comparaciones con lo que está ocurriendo en la actualidad en que la población civil es el objetivo prioritario del enemigo.


Llega un momento en que la investigación responde a tus propias necesidades vitales’.


La Historia de Alicia: la voz de los otros

'Me vinculé a la UNED en 1979 con una beca de Formación de Personal Investigador para realizar la Tesis Doctoral. Entonces trabajaba como profesora en un Instituto de Formación Profesional. En 1982 pedí la excedencia en Enseñanza Media y pasé a la UNED como ayudante. Defendí la Tesis en 1983 con el título de Política del nuevo Estado sobre el Patrimonio Cultural y la Educación durante la Guerra Civil española. En 1986 aprobé la oposición de Profesora Titular.

Desde el principio me sentí muy identificada con el modelo docente de la UNED y con las posibilidades que brindaba para la investigación, aspecto este que desde siempre me apasionó. Valoré el elemento social inherente al carácter que presenta esta Universidad, su alumnado; hoy, además, considero que es el modelo más adecuado y eficaz para las necesidades de una sociedad tan compleja y diversa como la nuestra.

Mi vocación de historiadora me la inculcó mi padre, un ingeniero enamorado de la historia y buen conocedor de la misma. Su empeño era que debía seguir una carrera universitaria y, como desde pequeña me gustó estudiar, leer, acceder al conocimiento de las cosas, pues no tuvo que insistirme mucho Empecé en la Universidad Complutense en el curso 1970 – 1971 y concluí la Licenciatura en Geografía e Historia (Sección de Historia Contemporánea) en junio de 1975. Guardo muy gratos recuerdos de esos años en una universidad donde la presencia de la policía era frecuente y en la que se vivían muchas inquietudes. Tuve buenos profesores, destaco al que considero un gran maestro, José María Jover.

En 1977–1978 hice los cursos de Doctorado y en ellos tuve a dos profesoras, Maria Victoria López Cordón y Carmen García Nieto que me encantaron por su sensibilidad como mujeres y por su valía como investigadoras. De las dos aprendí mucho, y con Carmen seguiría trabajando después, en el ámbito de la Historia Oral, a la vez que afianzaba una sólida amistad. Con María Victoria hice el primer trabajo que luego publiqué, un estudio sobre la prensa satírica de la España del siglo XVIII con el referente del periódico El Apologista Universal.

‘Me interesaban las personas, el trasfondo de sus actuaciones, las cuestiones sociales, culturales, los aspectos de vida cotidiana’

Nunca me sentí atraída por la historia política basada en acontecimientos, me interesaban las personas, el trasfondo de sus actuaciones, las cuestiones sociales, culturales, los aspectos de vida cotidiana; y todo ello desde una perspectiva interdisciplinar, en la línea de lo que abogaba la escuela historiográfica de Anales, en boga en esos años. Cuando estudié en la universidad la historia contemporánea de España no llegamos a la guerra civil, por supuesto nada del franquismo ni del exilio. Concluí, pues, con un gran desconocimiento de aspectos del pasado inmediato sobre el que me había interrogado a mi misma muchas veces, y eso es lo que me llevó a orientar mis estudios en esa dirección.

Los cursos de Doctorado empezaron a abrirme perspectivas más amplias. Un profesor de literatura de la Universidad Complutense, Amancio Labandeira, me animó a que hiciera la Memoria de Licenciatura sobre la figura de Pedro Sainz Rodríguez. En esos años y a sugerencia del profesor José Simón Díaz, se estaban haciendo en la Facultad de Filología, una serie de Memorias de Licenciatura sobre catedráticos ya jubilados que habían impartido clases en esa Facultad. Querían que se estudiara la figura de Sainz Rodríguez en su doble faceta, de crítico literario y bibliógrafo y, por otra parte, como personaje que había tenido una importante presencia en la vida cultural y política española desde las primeras décadas del siglo XX. La idea me atrajo mucho, sobre todo porque me iba a permitir conocer y trabajar sobre la personalidad y la obra de un hombre que tuvo un significativo protagonismo en la historia española reciente. Le conocí en su casa del Parque de las Avenidas de Madrid en 1977 y, desde ese año hasta su muerte, mantuve un trato continuado con él. Influyó en gran medida en mi incipiente formación como investigadora.

La figura de Pedro Sanz Rodríguez, Ministro de Educación en el primer gobierno de Franco, que abandonó por convicciones monárquicas

Entonces Pedro Sanz Rodríguez tenía cerca de ochenta años, procedía de una familia de la burguesía conservadora, tradicional, monárquica y católica. Se enfrentó al dictador Primo de Rivera, se codeó con toda la intelectualidad en los años veinte, colaboró en la Asamblea Nacional en temas relacionados con la educación. Durante la República radicalizó su postura política, fue uno de los fundadores de Acción Española y uno de los elementos civiles que estaban moviendo las cuerdas de la conspiración militar. En el primer gobierno de Franco de enero de 1938, fue nombrado ministro de Educación con la aquiescencia de la Iglesia y de la burguesía conservadora. Cesó en abril de 1939 por sus diferencias con Franco a causa de sus convicciones monárquicas. En 1942 tuvo que exiliarse a Portugal. Formó parte del Consejo Privado de Don Juan y no regresó a España hasta 1969. Conmigo Sainz Rodríguez fue muy generoso, pude consultar libremente el espléndido archivo que conservaba en su casa y en la de Consuelo Gil en la calle del Cordón, ver como trabajaba, hablar con él muchas veces. Todo aquello me deslumbró y constituyó un buen acicate para mi trabajo.

El presidente del tribunal de mi Memoria de Licenciatura fue el geógrafo Manuel Terán, reconocido investigador y estupenda persona, luego he tratado a su hija Rocío, casada con el sociólogo Juan Linz, catedrático de prestigio consolidado cuando le conocí, lo que no era óbice para hacer gala de una gran humanidad y modestia.

Cuando estaba con la tesis, entré en contacto con Ángel Martínez de Velasco, profesor en el Departamento de Historia Contemporánea, me animó a que pidiera la beca de FPI y me apoyó en mis comienzos en la universidad, al igual que Javier Tusell, que llegó poco después al Departamento, y desde el primer momento se interesó por mi trabajo y me ayudó a consolidar mi puesto docente en la UNED. Era un gran investigador con una sorprendente capacidad de trabajo.

En el año que cursé el Doctorado, Carmen García Nieto me puso en contacto indirecto con Manuel Tuñón de Lara, nos hablaba muchas veces de su forma de hacer la historia, de la importancia de los Coloquios de Pau. Tiempo después pude conocer a Tuñón de Lara, su simpatía era desbordante, estuvo como miembro del tribunal de mi oposición a la plaza de titular. Asistí a algunos de los coloquios que organizó en Segovia y Cuenca, cuando regresó a España. Contribuyó también a mi formación y me honró con su amistad

Siempre me ha interesado mucho la situación de la mujer y lo que supuso de retroceso el Franquismo, en relación con lo conseguido durante la República. En este sentido, una de mis líneas de investigación se ha centrado en diferentes aspectos de la educación y promoción social de la mujer en los años de 1939 a 1975. Tuve la oportunidad de conocer a Pilar Primo de Rivera y a otras mujeres, delegadas nacionales de Sección Femenina.

La huella del colegio

Aunque sea volver bastante atrás en el tiempo, quiero destacar algo. El primer colegio al que fui era de monjas, debía tener seis años. Aguanté poco, no me gustaban, iban vestidas de negro y las niñas también, parecíamos cucarachas. Mis padres me sacaron y me llevaron al colegio Miguel de Cervantes que estaba en la calle Hilarión Eslava, en el barrio de Argüelles. Se levantaba sobre el chalet, que se conservaba, donde vivió sus últimos años y murió el novelista Benito Pérez Galdós. El aula para las alumnas de lo que entonces era Ingreso y la biblioteca habían sido el antiguo dormitorio de Pérez Galdós, donde falleció. Era un colegio mixto, los chicos en una planta y las chicas en otra, pero coincidíamos a la salida. Me sentía muy bien, recibí una buena formación. Pasados muchos años, me encontré con antiguas profesoras del mismo y me enteré que algunas de las que me habían dado clase eran hijas de padres represaliados o habían sufrido durante el régimen por su formación liberal. Comprendí entonces aspectos del tipo de educación que nos inculcaban y sobre todo de la formación religiosa que recibí, abierta, y comprehensiva. Fui afortunada, con el paso del tiempo te das cuenta cómo las vivencias influyen y van conformando la personalidad.

Cuando conocí a Pedro Sainz Rodríguez era Patrono Cultural de la Fundación Universitaria Española, y aquí estuve como becaria haciendo fichas bibliográficas y catalográficas. La orientación de la Fundación era monárquica, pero aunque resulte paradójico, en ella acabó depositado el archivo de la República española en el exilio. Me encontraba trabajando allí, a principios de los años ochenta, cuando empezaron a llegar sacos y cajas con la documentación. Se formó un grupo de investigadores para organizarla e inventariarla Eran más de mil cajas con documentos sobre la actividad de las instituciones republicanas reconstituidas desde 1945 y hasta 1977. Estuve más de diez años inventariando y estudiando ese material, y así me adentré en el tema del exilio de la guerra civil española.

‘En 1984 conocí a José Maldonado, último Presidente de la República en el exilio’

Enseguida traté de tomar contacto con algunos de los antiguos republicanos que todavía vivían. En 1984 conocí a José Maldonado, último Presidente de la República en el exilio, fui a verle a su casa en Oviedo y le hice una larga entrevista que luego publiqué. Traté después a otros republicanos, me marcó mucho la personalidad de Virgilio Botella. Indagué en la forma de pensar y de vivir de esta burguesía liberal, anticlerical, muy decimonónica en su forma de estar y de ser, cortés, educada, progresista. Traté de comprender lo que significaba para ellos la República como régimen, admiré la coherencia de sus ideas, su convencimiento. Hablé con republicanos del exilio y de la España interior, participé en algunas de sus tertulias, llegué a sentir una profunda empatía y disfruté con la confianza y amistad que me brindaron. La verdad es que todo lo que he investigado, me ha enseñado no sólo desde el punto de vista del conocimiento sino también a enfrentarme con los problemas del día a día. Estas personas a las que entrevistaba, me abrían las puertas de sus casas, me enseñaban sus papeles, los objetos que conservaban y que para ellos tenían valor, me presentaban a sus familias. Es una historia muy viva, que cuestiona ese postulado de la historiografía positivista según el cual para poder analizar el pasado se necesita una perspectiva histórica amplia.

En 1988 el Departamento de Historia Contemporánea organizó el primer gran congreso sobre La oposición al régimen de Franco en el interior y el exilio.

Lo coordiné y resultó una experiencia muy gratificante, me permitió tomar contacto con historiadores franceses interesados en el tema del exilio y abrir las perspectivas de acercamiento al mismo.

Comencé a estudiar los aspectos sociales y culturales del exilio en Francia, me desplacé por distintas zonas del Mediodía con otro investigador, Benito Bermejo, y un equipo del CEMAV para grabar en video a refugiados ya muy mayores, pero que todavía conservaban muy frescos los recuerdos y nos los transmitían de manera vívida. En Toulouse, Pamiers, Beziers... y otras ciudades del sur entramos en contacto con las comunidades de refugiados, les grabamos y compartimos algunos momentos de sus vidas. No pude conocer personalmente a Federica Montseny, pero si hablé una vez con ella por teléfono. Grabamos más de cien entrevistas en audio y sesenta en video en los años de 1992 y 1993. El resultado fue un banco de imagen de 50 horas en donde se recogían además muchos “lugares de memoria” y dos videos que editó la UNED. Por parte francesa trabajamos sobre todo con Lucienne Domergue, hispanista especializada en el siglo XVIII y a la vez buena conocedora del exilio tolosano, sobre todo del anarquista. Aprendí mucho con ella, fue una gran amiga. A través de Lucienne conocí a Marie Laffranque, todo un ejemplo.

De forma paralela, me interesaba por la vida y el quehacer de los refugiados en países de Latinoamérica, en especial México. Tomé contacto con refugiados, visité el Ateneo Español, el Colegio de México... En este país los republicanos españoles han dejado una fuerte impronta cultural, algunos de cuyos aspectos he estudiado.

Trabajar con testimonios orales

En 1995 entré en contacto con la Fundación Francisco Largo Caballero, tenían entonces un programa social de ayuda a retornados españoles de la antigua Unión Soviética y me propusieron que escribiera un libro sobre los niños de la Guerra evacuados en expediciones oficiales a ese país en 1937 y 1938. Esto me permitía trabajar con segundas generaciones y sobre un exilio que presentaba unas características muy diferentes a las de los restantes países. Me costó bastante entrar en el colectivo de estos “niños” que ya rondaban los setenta años. El trabajo con testimonios orales implica como puntos de partida respeto hacia el otro cualquiera que sean sus ideas, honradez profesional y mucha paciencia. El resultado merece la pena. Abrí una nueva línea de investigación y la puerta a nuevas y muy enriquecedoras experiencias.

Estudié lo que fue la evacuación de los niños durante la guerra a distintos países europeos y a México, y esto me llevó a interesarme por la incidencia de los conflictos bélicos en los pequeños, tema en el que sigo trabajando hoy en día. En colaboración con otros investigadores, he comisariado dos exposiciones, una sobre El exilio de los niños, que, en el 2003, organizaron la Fundación Largo Caballero y la Fundación Pablo Iglesias y otra sobre los dibujos que hicieron los niños en las colonias escolares durante la guerra, en la Biblioteca Nacional, en el año 2006. El análisis de cómo vivieron los niños la guerra civil en España, me ha llevado a establecer comparaciones con lo que está ocurriendo en la actualidad en que la población civil es el objetivo prioritario del enemigo. Cuesta trabajo entender que las minas antipersonas se diseñen como juguetes para que llamen la atención de los pequeños, y que estén concebidas más que para matar, para mutilar.

Nuevas líneas de investigación: movimientos migratorios por motivos económicos

En el momento actual me preocupa, además, otro fenómeno sobre el que estoy abriendo nuevas líneas de trabajo, es el de los movimientos migratorios por motivos económicos. Trato de conocer y comprender el proceso por el que España ha pasado de ser un país tradicional de emigración a convertirse en un país de rápido crecimiento inmigratorio, con todos los cambios que ello está provocando en la sociedad española. Al igual que en otras investigaciones que he realizado, los propios protagonistas me están dando pistas con la transmisión de sus vivencias personales.

Quiero terminar con unas reflexiones. Creo que con nuestro trabajo tenemos que contribuir a sensibilizar a las personas que nos rodean sobre problemas que nos atañen, soy consciente de que es muy difícil pero hay una obligación moral. Debemos ser coherentes con nosotros mismos y contribuir, en la medida de nuestras posibilidades, a formar a las jóvenes generaciones, a inculcarles valores de solidaridad, tolerancia, justicia. El tipo de investigación que hago, facilita mi compromiso en esta línea y no puedo desaprovechar esa oportunidad. Con el paso del tiempo acabamos investigando sobre lo que realmente nos gusta, aunque, mientras trabajamos, se tienen que dejar de lado las simpatías y ser críticos, exigentes y rigurosos. No podemos adoptar actitudes presentistas hacia el pasado, para comprenderlo hay que sumergirse en la época acerca de la cual se investiga, analizar e interpretar los fenómenos, ver las luces y las sombras, en todas partes hay luces y sombras, y sobre todo bucear en la informe masa gris donde se mezcla lo bueno con lo malo, lo genial con lo mediocre, porque la mayor parte de las veces es ahí donde se toman las decisiones que cambian la vida de muchas personas.

Como investigadora he llegado al punto donde me encuentro hoy, después de muchos años en los que los temas que trabajaba, las personas a las que entrevistaba, los documentos que analizaba en los archivos, los libros que leía..., iban moldeando mi pensamiento y mi actitud ante la vida. No es casual que ahora me preocupe por los exiliados, los inmigrantes económicos, los niños que sufren las consecuencias directas de las guerras... Llega un momento en que la investigación responde a tus propias necesidades vitales.