[...] Me atrevo a decir, por todo esto, que esta UNED en la que estamos ahora todos implicados, y que desde luego ha sido mucho más que un mero receptáculo de alumnos “libres”, no hubiera sido la misma, o no hubiera sido en absoluto, es decir, no hubiera quizá ni siquiera existido, sin la persona, la imaginación y la constancia de Ricardo Díez Hochleitner.
Nobleza obliga. Tras treinta años de servir ilusionadamente a esta institución, me siento hoy particularmente gratificado por que la UNED, mi universidad, confiera el Doctorado Honoris Causa a quien tanto hizo por ella.
He arrastrado este propósito durante bastantes años, y hoy, cuando cumplo ya mi última etapa universitaria en calidad de profesor emérito, siento orgullo y un profundo agradecimiento hacia todos los que han hecho posible que esta universidad mía y vuestra sea, en verdad, una universidad “bien nacida” y, por tanto, “agradecida”.