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LAUDATIO Hans Küng: trayectoria y obraDoctor Honoris Causa por la UNED 2011 Manuel Fraijó Nieto. Catedrático de Filosofía de la religión de la UNED | ||
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Hace ya muchos años, tuve el privilegio de acompañar al profesor Hans Küng en algunas de sus esperanzas y recuerdos. Nuestro primer encuentro, preludio de muchos otros, se produjo, al comienzo de los años 70, en Tubinga, una ciudad que, según H. Küng, es "el mejor lugar del mundo para estudiar teología". Las gentes de aquella ciudad proclaman con orgullo que "Tubinga no tiene una universidad, es una universidad". Allí, en el Stift protestante, quedó para siempre el recuerdo de tres amigos y compañeros que marcarían de forma duradera el pensamiento filosófico-teológico del futuro. Me refiero, claro está, a Hegel, Schelling y Hblderlin. Juntos plantaron el "árbol de la libertad" en el patio del Stift. Era la gran efeméride de la Revolución francesa, cuna de tantas ilusiones y comienzo de nuevas formas de vida, presididas ante todo por el concepto de libertad. No en vano el primer volumen de las Memorias de H. Küng se titula Libertad conquistada. Tubinga genera pasión por la libertad. En su cementerio reposan los restos de otro grande de la libertad, E. Bloch. El epitafio en la tumba de este filósofo de la religión nos recuerda la frase que más veces repitió durante su vida: Denken heisst überschreiten (pensar es trascender). Las calles de Tubinga están empedradas de filosofía y teología. Cualquiera de sus esquinas es un monumento al recuerdo y a la meditación. Desearía resaltar, antes de adentrarme en las esperanzas de H. Küng, que diferentes países y universidades han otorgado ya 14 doctorados honoris causa ( en teología, en derecho, en ciencias humanas, en filosofía) a nuestro ilustre huésped. Son numerosas las instituciones que le han concedido toda clase de premios y honores. España ha permanecido, hasta hoy, al margen de esta cadena de reconocimientos a este gran pensador y escritor, nombrado por el Papa Juan XXIII teólogo oficial -perito- del Concilio Vaticano 11. Este es el motivo de que la Facultad de Filosofía de la UNED, a propuesta del Departamento de Filosofía y Filosofía Moral y Política, decidiese, en su Junta de Facultad del día 30 de junio de 2009, solicitar la concesión del doctorado honoris causa para el hoy catedrático emérito de la Universidad de Tubinga. Y es que, además de ser uno de los más destacados teólogos actuales, Küng ha prestado notables servicios a la filosofía, especialmente a la filosofía de la religión. Es más: pertenece a una tradición, la alemana, que no separa la teología de la filosofía. Los grandes teólogos alemanes lo son porque crearon apasionantes teologías filosóficas. Es posible incluso que el paso del tiempo sólo respete aquellos proyectos teológicos hondamente enraizados en una rigurosa y exigente reflexión filosófica. También parece justo señalar que las filosofías que se dejaron interpelar por los grandes proyectos teológicos tampoco registraron pérdidas. Pienso en el caso paradigmático de E. Bloch, pero por suerte la nómina es muy abultada. Quisiera, en este acto solemne, recorrer algunos momentos clave del caminar esperanzado de H. Küng. | ||
a) Temprana inquietud ecuménica Todo comenzó en 1957 con una fascinante tesis doctoral que, en pocos años, fue traducida a los principales idiomas europeos. Llevaba por título La justificación. Doctrina de Karl Barth y una interpretación católica. Su autor se atrevió con un tema que, desde los inicios de la Reforma, había dividido a católicos y protestantes. Con coraje y juventud, H. Küng tendió puentes de diálogo y comprensión. Tomando como exponente del pensamiento protestante al gran teólogo K. Barth, Küng mostró que incluso en un asunto tan "maldito" -la justificación- era posible el entendimiento entre las dos grandes confesiones cristianas. Se trató de una obra ecuménica por excelencia. Un ecumenismo que ya nunca ha abandonado su quehacer filosófico-teológico. Durante muchas décadas fue director del Instituto de Estudios Ecuménicos de la Facultad de Teología Católica de la Universidad de Tubinga. Desde ese espíritu ecuménico, abierto y universal, se ha aproximado a los grandes temas filosófico-teológicos que preocupan a los hombres y mujeres de nuestro tiempo.
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b) Pensar la Iglesia Pero lo ecurneruco conduce directamente a lo eclesial. Son las Iglesias las que deben abrirse al diálogo ecuménico e interreligioso. La preocupación eclesial fue, si nos atenemos a una secuencia cronológica, el segundo gran frente al que consagró sus energías nuestro joven teólogo. Seguimos en la década de los sesenta. En la actual anemia eclesial resulta difícil imaginar el entusiasmo y la esperanza que suscitaron libros como Estructuras de la Iglesia (1962) y La Iglesia (1967). Küng dibujaba el perfil de una Iglesia humilde, fiel al mensaje de Jesús, atenta a las necesidades del mundo y siempre dispuesta a renovarse. Una Iglesia profética y abierta a los signos de los tiempos. Una Iglesia valiente que contempla, en actitud de conversión, los abultados errores de su pasado. Este fue el sentido de las controvertidas obras ¿Infalible? Una pregunta (1970) y Falible. Un balance (1973). Estos libros contienen una propuesta muy evangélica que continúa manteniendo toda su vigencia: lo nuestro no es la ausencia de error (infalibilidad), sino la permanencia en la verdad (indefectibilidad) a pesar de nuestros errores y pecados históricos. Küng vio en la infalibilidad un factor de inmovilismo y de innecesaria servidumbre a las decisiones magisteriales de un pasado muy lejano. De ahí que propusiera volver a estudiar tan controvertido tema. Continuemos. | ||
e) El acceso a Jesús de Nazaret Pero la Iglesia no se sustenta en sí misma. El entusiasmo eclesiológico que levantó el Vaticano 11 tenía, necesariamente, una cita con la cristología. Küng fue de los primeros que se dieron cuenta de ello. Su preocupación eclesial cedió el testigo a la preocupación cristológica. Estamos en lo que podríamos llamar su "década prodigiosa". En 1 974 vio la luz uno de sus libros más geniales: Ser Cristiano. Era -sigue siendo- una obra repleta de información histórica y pasión creyente. Jesús, su historia y su mensaje se acercaron a los hombres y mujeres del siglo XX. Nuestro pasado cristológico, con sus grandes concilios y decisiones magisteriales, mantenía toda su vigencia. Se afirmaba lo de siempre, pero se expresaba de forma diferente. Küng no partía de fórmulas abstractas. Su punto de partida era el gran protagonista de la aventura cristiana: Jesús de Nazaret. Desde él se puede mirar hacia atrás y hacia adelante, hacia Calcedonia y hacia el siglo XXI. El entusiasmo fue generalizado. Sólo disintió una voz: la del magisterio. Los guardianes de la fe parecieron pensar, sin duda con buena fe, que lo genuinamente cristiano sólo es reconocible en fotografías muy antiguas. Desconfiaron del color, de la innovación, de la chispa, de la originalidad, de la libertad que reflejaba esta obra. | ||
Küng no engaña al lector. Le advierte, desde las más radicales exigencias exegéticas, que nuestros conocimientos sobre Jesús son muy limitados; pero, al mismo tiempo, asegura que son suficientes para servir de soporte a una fe razonable y crítica. Es posible ser cristiano y hombre o mujer del siglo XXI. Fue, probablemente el libro de teología más leído del siglo XX. d) Dios, en clave filosófico-teológica El logro cristológico de Küng fue de enorme alcance. Pero el teólogo sabe que tiene siempre una cita con lo último de lo último. San Pablo dice que Cristo es de Dios (1 Co 3,22). Dios es, en efecto, el asunto final de la teología, su noche y su día, su prueba máxima. Küng se abrió a este reto en su libro ¿Existe Dios? (1978). Fue, siguiendo con nuestra enumeración de preocupacio- nes, su preocupación teológica. Alguien escribió por aquellos días que la investigación histórico-filosófica que subyace a esta publicación podrfa ser la obra de toda una vida. En efecto: estamos ante un libro poderoso que recorre el currículum de Dios desde que se desencadenaron las turbulencias de la Modernidad. A sus páginas se asoman todas las sacudidas experimentadas por Dios desde que Descartes, el primer filósofo moderno, dio vía libre a la duda. Es un recorrido apasionante, para el que no se exige el carné de filósofo. De nuevo se ponen al alcance del lector cuestiones arduas y especializadas. Introducción al pensamiento teológico de Hegel como prolegómenos para una cristología futura (1970). Sin duda, este análisis del pensamiento hegeliano facilitó a Küng la aventura filosófica de ¿Existe Dios? Respuesta al problema de Dios en nuestro tiempo. La respuesta de Küng a esta pregunta es decididamente afirmativa. Sin Dios, el ser humano quedaría sin suelo firme bajo los pies. Su confianza radical se vería esencialmente truncada. En el horizonte aparecería el sinsentido. Sinsentido al que hace frente la promesa cristiana -y de otras religiones- de la resurrección. Küng se atrevió también con este tema en su obra ¿Vida eterna? (1982). En realidad, casi estaba "obligado" a ello. Dos de sus grandes maestros, Barth y Bultmann, otorgaron toda la dignidad imaginable a la expresión "resurrección de los muertos" al considerarla equivalente al término "Dios". Tan arduo es hablar de lo uno como creer en el otro. La filosofía prefirió siempre hablar de la inmortalidad del alma. Y lo hizo varios siglos antes de que Israel comenzase a pensar en la resurrección. Como es sabido, fue mérito de Platón ofrecer la estructuración más lograda de las pruebas de la inmortalidad del alma. Pero, ya antes que él, Heráclito nos legó algún oscuro fragmento sobre el tema: "A los hombres, tras la muerte, les aguardan cosas que ni esperan ni imaginan". | ||
e) Diálogo interreligioso Desde que, incomprensiblemente, un 15 de diciembre de 1979 el Papa Juan Pablo 11 "premió" esta hoja de servicios a la Iglesia retirando a este teólogo crítico la venia docendi y declarándole teólogo no católico, Küng se dispuso a roturar terrenos por los que no suele transitar el teólogo. Nacieron así los grandes estudios sobre las religiones, que acentúan su preocupación por el diálogo interreligioso. Me refiero a la magnífica trilogía, El judaísmo. Pasado, presente, futuro (1991); El cristianismo. Esencia e historia (1994); El Islam. Historia, presente, futuro (2004). Previamente, en 1984, había visto la luz el volumen, El cristianismo y las grandes religiones, en el que se sienta al cristianismo a dialogar con el islam, el hinduismo y el budismo. Y también la gran tradición religiosa china fue abordada en la obra, Christentum und chinesische Religion (1988) publicada en colaboración con la ya fallecida profesora Julia Ching. "No habrá paz entre las naciones No hay que olvidar que la secularización es un fenómeno casi exclusivamente occidental; en el resto del mundo, las religiones siguen configurando la realidad. Es, pues, necesario contar con ellas. Küng las invita a que, olvidando mutuos agravios, se centren en las grandes urgencias de nuestro tiempo: alentar la paz, el diálogo, la solidaridad, la tolerancia y la igualdad entre los seres humanos. Todas las religiones son verdaderas, ya que todas son caminos de salvación para sus fieles. Ello excluye que alguna de ellas posea carácter absoluto. La verdad se puede compartir, el carácter absoluto no. De ahí que ninguna religión posea toda la verdad. La verdad plena, como indicó Lessing, sólo la tiene Dios. Pablo mismo afirmaba que sólo la contemplamos como en un espejo. | ||
f)A vueltas con la ética Desembocamos así en la preocupación ética. H. Küng es fundador y presidente de la Fundación Ética Mundial con sede en Tubinga y Zurich, pero con representación en numerosos países. Representantes de la educación, la cultura, la religión y la política acuden a esta Fundación en demanda de orientación en valores y compromiso educativo. Así lo vienen haciendo los últimos Secretarios Generales de Naciones Unidas y numerosos mandatarios políticos de todo el mundo.
Küng está convencido de que, sin un consenso ético básico sobre determinados valores, normas y actitudes, resulta imposible una convivencia humana digna, tanto en pequeñas como en grandes sociedades. Un consenso que sólo es alcanzable mediante el diálogo y el mutuo reconocimiento y aprecio. La ética mundial debe partir de un principio tan básico como antiguo: "Todo ser humano debe recibir un trato humano". g) Apunte final Dejó escrito Hegel que los grandes hombres no son sólo los grandes inventores, "sino aquellos que cobraron conciencia de lo que era necesario" en la encrucijada histórica que les tocó vivir. A tales hombres pertenece, pienso, H. Küng. A él no se le podría aplicar la frase que su amigo, el antiguo canciller H. Schmidt, cansado de que le reprocharan su Realpolitik y su falta de espíritu utópico (gobernó Alemania después del carismático Willy Brandt) espetó, medio en broma, medio en serio, a un grupo de periodistas: "El que tenga visiones que vaya al médico". H. Küng es un pensador de grandes visiones. Son, creemos, méritos más que suficientes para que nuestra Universidad se sienta honrada y agradecida por poderle añadir, desde hoy, a nuestro claustro de profesores. Gracias a todos los que lo han hecho posible. | ||
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