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DISCURSO DE MIQUEL ROCA I JUNYENT

Doctor Honoris Causa por la UNED 1991

Señor:

El acto de hoy tiene para mí un sentido muy emotivo. Hace veinticinco años, las circunstancias políticas me apartaron de la universidad y frustraron mi joven vocación académica. Hoy, vuelvo a la universidad al amparo de los mismos valores que en su día me alejaron de ella. La libertad tiene memoria y es agradecida. Por ello recibo esta distinción sabiendo que no es a mí a quien se otorga. Soy el instrumento que esta Universidad ha querido usar para distinguir a valores más importantes que
los míos personales.

Acepto pues esta distinción como homenaje que esta Universidad realiza a los valores eternos de la libertad, el pluralismo, la tolerancia y el respeto que están en la base del ejercicio académico.

Es a la Constitución, que recoge estos valores y que al hacerlo devuelve a la universidad el patrimonio imprescindible de su libertad, a la que habéis distinguido, y no a un simple ponente de esta Constitución. Y es también a toda la sociedad española a quien, de hecho, habéis querido distinguir. Los ponentes constitucionales no fuimos otra cosa que notarios de lo que ya la propia realidad social había previamente acordado. Nos limitamos a trasladar a un documento lo que los ciudadanos habían decidido. Jamás podrá contar la historia de España con un ejemplo tan claro de la fuerza normativa creadora de la realidad social.


El tan comentado consenso constitucional no fue el fruto de nuestra reflexiva decisión, ni la expresión pactada de una voluntad política, fue la imposición de la sociedad que nos eligió para hacer aquella Constitución y no nos hubiera aceptado otra actitud que la que adoptamos. Fuimos simples instrumentos de una voluntad social que quería otorgarse un marco constitucional como el que se dio, para definir un estado democrático y social de derecho que resolviera, en el marco del Estado de lasAutonomías, los problemas históricos derivados de la rica pluralidad de España. Y esto hicimos.

Como dice Ihering, los ponentes aceptamos que el Derecho no es un simple resultado de la reflexión del legislador, éste dicta una ley y, aunque crea que es sólo su obra, el espíritu de la época se desliza en ella. Como la planta que parece no absorber nada de fuera y, sin embargo, se nutre de la tierra y de la atmósfera, el Derecho toma los elementos del ambiente que le rodea.

Que celebren los ciudadanos su propia autoria constitucional. Que la recuerden ahora, para valorarla, para vivirla. Que sepan administrar la normalidad democrática, con la misma madurez con que supieron ganar la libertad.

Ni la libertad ni la democracia son fáciles de administrar, pero, en todo caso, es a todos que nos corresponde hacerlas posibles. Es bueno abrirse a la reflexión de cómo repensar la democracia en un mundo cambiante y que evoluciona con gran rapidez, pero nada positivo se encontrará por la vía de la inhibición y del desinterés.

Los valores que hacen posible la democracia requieren de una actitud beligerante en su defensa, que debe traducirse y manifestarse en todos los comportamientos individuales y colectivos. Desde siempre, respetar la libertad de los demás ha sido y es mucho más difícil que ejercer la propia libertad. Pero sin aquel respeto la libertad no existe.

Y este espíritu animó la Constitución y debe sobrevivir hoy y siempre. Que vuestro homenaje a la sociedad que hizo posible aquella Constitución sea también para todos un mensaje de autoexigencia democrática y ética, como base fundamental de la convivencia en libertad.

Intentar servir este mensaje es, en todo caso, mi personal compromiso con esta Universidad, en agradecimiento a vuestra distinción.

Una vez más, muchas gracias