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Discurso del profesor Antoni María Badia i Margarit "Por la romanística y por la lengua catalana" El VII Congreso Internacional de Lingüística Románica (Barcelona 1953)

Con motivo de su investidura como Doctor Honoris Causa en Filología por la UNED


1. Precedentes inéditos de un Congreso casi normal. La lengua.

La gestación del Congreso de Barcelona (1953) difería de manera notoria de como habían sido convocados, organizados y realizados la media docena de congresos que lo precedían. La Guerra Mundial (1939-1945) había roto la sucesión prevista para los congresos posteriores al V (de Niza), que fue el último antes de la contienda. Así las cosas, hubo que recurrir a un inesperado Congreso que, reunido en Lieja (en 1951), hizo de Congreso "normal" [de Romanística] (reconocido después en calidad de VI Congreso de la serie).

Los dirigentes de éste (VI) Congreso (de Lieja) , en el ejercicio de sus funciones, tomaron tres acuerdos principales, ratificados por una Asamblea reunida ad hoc: a) que el subsiguiente VII Congreso se celebraría en la Universidad de Barcelona en abril de 1953; b) se nombraba su "Comité Internacional", constituido por siete romanistas, uno de los cuales era de Barcelona (Antoni Griera), y c) como tema general de tal Congreso (de Barcelona), se aprobaba el "Dominio Lingüístico Catalán y las lenguas ibero-románicas y galo-románicas" (en el sentido de tema preferente, que no excluía ningún otro tema de romanística que se presentase). Teniendo en cuenta que un Congreso de Romanística en el ámbito catalán hacía años que era un sueño dorado, dichos acuerdos no podían caer mejor entre nosotros, pues así nos ofrecían un premio por el cual ya suspirábamos y nos aliviarían las primeras tareas que habríamos tenido que afrontar en Barcelona. En cuanto a los romanistas foráneos, quedaba muy claro que la mayoría deseaba asistir al Congreso anunciado para Barcelona y tener así la posibilidad de pescar algo de nuestro país y de su manera de ser y de vivir. Por tanto: tutti contenti.

Querría hacer un par de comentarios a propósito de estos acuerdos de Lieja. - a) Uno, sobre la aparente exclusividad del tema del Congreso: nuestros congresos tienen lugar cada tres años y son la ocasión más idónea que tienen sus miembros para cambiar impresiones o discutir comunicaciones. Por lo tanto, aunque se declarase un tema propio de un congreso (como era, en este caso, el catalán), todos los congresistas tendrían derecho a presentar comunicaciones sobre otro tema (y en cualquier lengua románica) - b) En relación con el otro comentario (sobre la lengua catalana, que parecía sugerir la organización del Congreso), el dilema no podía ser más claro: en la medida que era sumamente atrevido convocar un Congreso de catalán, valía la pena de que nos lanzáramos a fondo. Los documentos más oficiales estaban preparados en español y en francés. Pero el volumen de resúmenes de discursos, conferencias y comunicaciones, por ejemplo, contenía textos en español, en francés, en italiano, etc. y ... ien catalán! Y, además, estaba previsto que, finalizado el Congreso, los textos íntegros de todas estas manifestaciones (para ser publicados), los recibiríamos en español, en francés, en italiano, etc. y ... en catalán. No hay que decir que, en los coloquios y discusiones orales con que se cerraban las sesiones, los congresistas se expresarían en la lengua románica que les agradase adoptar (y esto podía encender pequeñas -o no tan pequeñas- escaramuzas). No había que olvidar que el uso público de la lengua catalana estaba prohibido en la dictadura de Franco: las ordenanzas y las normas restrictivas respecto al uso del catalán (en vigor desde 1939) todavía eran demasiado recientes en 1953 para exponernos a no hacerles mucho caso (incluso concediendo que a menudo la presencia de extranjeros podía atenuar las responsabilidades). No: el peligro de no acertarlo era demasiado serio para no desinteresarnos de ello y, por tanto, para salvar el Congreso. En cuestiones de esta índole, yo era partidario de recurrir a Rafael de Balbín (CSIC). Establecido en Madrid, antes había estado en la Universidad de Valencia, conocía la problemática del catalán y siempre se mostraba deseoso de resolver cuestiones (o, en este caso, de prevenirlas). Habiéndonos recibido un par de veces en Madrid, Balbín captó bien la situación, quizás agrandó sus proporciones, pero nos recomendó evitar que surgiesen bloques compactos de congresistas catalanes (firmamente decididos a emplear el catalán). Si la propuesta salía de nosotros mismos con naturalidad, nadie recelaría de una especie de policía congresista (ya preparada). Así lo hicimos, de manera que, en el decurso de todas las reuniones (dejando de lado algunas discusiones técnicas alrededor de las conferencias y comunicaciones, que no gustaban a todos y eran discutidas), nuestro Congreso se caracterizó por una verdadera paz lingüística y catalana: catalán y español (y el resto de lenguas presentes) fueron empleadas con toda naturalidad. A propósito, como es natural, los miembros de los diversos Comités y grupos de congresistas más afines a nosotros, fuimos los que más nos sacrificamos y más conferencias y comunicaciones expusimos (y después publicamos) en español, en beneficio de los que, aprovechándose de las circunstancias, se pavoneaban mostrando que ellos sí que las habían redactado en catalán. Sin embargo, en realidad, nosotros buscábamos (y no nos costó nada conseguirlo) que se expresasen en catalán los prohombres de las letras catalanas (como prestigiosos editores de textos medievales, miembros del Institut d'Estudis Catalans, etc., que eran los que más lo merecían). Así ocurrió. Por cierto, años después, hacia finales del siglo XX, aún en vida de Joan Coromines (fallecido, como sabemos, en 1997), o ya a comienzos del presente siglo, algunos grupos de jóvenes, encendidos por el discurso patriótico corominiano, pronunciado en la clausura del Congreso (cf. aquí, $ 3), pero desconocedores de la obra científica y política (catalana) del mismo Congreso, se entretuvieron en medir la catalanidad de los congresistas según la lengua (o las lenguas) en que nos habíamos expresado ... Siempre hay quienes aprenden la historia sólo a medias ... (sobre todo si no han sufrido las represiones más duras).

En el presente párrafo, se nos requiere aún incluir las Comisiones del Congreso de Barcelona. No pasaría nada si no las publicáramos aquí, y nadie las echaría de menos. Lo hago (pero sin detallar los nombres de los componentes), para que los lectores del siglo XXI se den cuenta de hasta qué punto la historia de las instituciones ha cambiado en unos cuantos decenios. El año 1953 aquellas eran: 1) Patronato de Honor (que iba desde el Ministro de Educación Nacional, a otros altos dirigentes de las administraciones central, provinciales, municipales, y algunos cargos culturales, académicos y universitarios. Total: 17 nombres. - 2) Comité de Honor. Con dos presidentes (uno de París y otro de Madrid) y 17 miembros, que correspondían a los estados (no a los países) representados. - 3) Comité Internacional de Congresos: 7 miembros (nombrados, como sabemos, por el Congreso de Lieja, 1951). - 4) Comité Permanente del VII Congreso. El núcleo de presidencia y organización estaba formado por 6 miembros (4 de Barcelona, 1 de Madrid y 1 de Salamanca) y 12 vocales, académicos y universitarios, escogidos entre lingüistas y filólogos de todo el estado. Total: 18 nombres. - 5) Comité organizador. Eran los mismos que constituían el núcleo de presidencia y organización del anterior Comité Permanente (núm. 4). Total: 18 nombres. - 6) "Comité de Damas". Se llamaba así (y era traducción del francés, porque esta Comisión existía entonces en los congresos de toda Europa). A pesar de que en nuestro caso la presidenta era una profesora catalana, exalumna de Meyer-Lübke, doctorada en Alemania y buena amiga nuestra, corrientemente dicha Comisión estaba compuesta por señoras (a menudo esposas de congresistas dirigentes), que organizaban visitas o recepciones para las mujeres de los congresistas. Y, excepto su Presidenta, nuestra Comisión de 1953 tenía el contenido que acabo de denominar "corriente". La razón es fácil de entender: dado que la gran mayoría de inscritos como congresistas pertenecía al género masculino, siempre surgía un grupo de señoras (que eran esposas) y que se quedaban sin ser atendidas. Ahora bien, "hecha la ley, hecha la trampa", decimos. Más de una vez, yo, tentado a menudo por María, mi mujer (que era congresista observante de las sesiones, pero conocedora también ella de que, por ejemplo, un cierto museo valía mucho la pena de ser visitado), me iba con ella, y no era nada raro que nos cruzásemos con otros colegas (igualmente ellos, señores de género masculino) y todos nos saludábamos con un guiño significativo. Con el tiempo las cosas fueron cambiando y hoy hace ya muchos años que no existen en ningún sitio los antiguos Comités de Damas y la gente se ve libre de oír comunicaciones o de ver museos, según sus intereses o sus comodidades. Y no pasa nada.

2. Surgen tropiezos.

El Congreso, sin embargo, es una llamada a la unidad. No existe ninguna empresa humana que implique una organización más o menos seria que no choque con alguna dificultad. Desde diferentes ángulos, los que preparábamos el Congreso nos las encontramos muchas veces; pero, sea porque los obstáculos eran faltos de fuerza o de oportunidad, sea porque no nos encontrábamos ante casos que nos planteasen problemas espinosos, sea, aún, porque la directriz de nuestra actuación no se veía afectada, no les dábamos importancia y distábamos de creer que tuviésemos que abrir aquí un párrafo con este título. Pero no fue siempre así. Sólo en un caso tuvimos que reconocer una mala situación que afectó seriamente el crédito del Congreso (a pesar de tener aquella un conocido origen ajeno a nosotros, los organizadores) y que nos obligó a modificar el proyecto del acto inaugural del Congreso (afortunadamente antes de que se imprimieran los programas definitivos). Me explico < Me explico, sí, pero sin dar detalles, para evitar meterme en un mundo, com era el del Madrid digamos culto de aquellas semanas, lleno de chismes que me repugnaba comentar y que, llegada la hora del Congreso, salpicaron a diversos congresistas, e incluso extranjeros>.La intención del Comité Organizador (ya bastante divulgada en los medios del ramo) era que nuestro Congreso barcelonés tuviese dos Presidentes, los dos indiscutibles: Ramón Menéndez Pidal (Madrid) y Walther von Wartburg (Basilea), y ya contábamos con los dos. Así las cosas, en el citado mundo de las letras madrileñas, y en el curso de un día fatídico, se propaló una cruel noticia: acababa de aparecer un libro en una colección literaria, que contenía alusiones (veladas, pero que se entendían) que humillaban, de una manera inhumana, a un familiar de Menéndez Pidal. La afrenta aumentaba en gravedad porque dicho libro había sido editado por el CSIC (que era precisamente una entidad que subvencionaba buena parte de los gastos del Congreso). Ramón Menéndez Pidal no se lo pensó dos veces: nos escribió inmediatamente una carta, comunicándonos que renunciaba al cargo de Presidente del Congreso, a leer su conferencia y a desplazarse a Barcelona, y citaba el argumento que acabo de sugerir. Naturalmente, nosotros hicimos más de un viaje a Madrid para intentar convencer al afectado para que viniese al Congreso. Todo fue inútil: Menéndez Pidal no vendría. Borramos su nombre (cuando ya figuraba en el programa del acto inaugural) y continuamos los trabajos de preparación del Congreso. (Añado que, pese a las apariencias, Ramón Menéndez Pidal vino, finalmente, al Congreso. Cf., aquí, el $ 3, punto II, c). Superado este obstáculo, que, bien mirado, en rigor sólo nos afectaba marginal mente, me atrevo a afirmar que nuestro propósito de aglutinar a los catalanes y a los catalanófilos que asistían al Congreso y que compartían la alegría de sentirse reforzados por la misma institución internacional que nos reunía y por la afirmación de catalanidad que se desprendía de todos sus actos, fue conseguido con creces y nos ayudaba con firmeza a seguir adelante sin desfallecer.


3. La estructura del Congreso.


En busca de un modelo. En tiempos de la preparación del Congreso de 1953, yo me veía empujado por una doble obsesión: a) asegurarnos de que nuestra obra saldría bien y obtendría una aprobación encomiástica de los colegas locales y foráneos, y de que todo repercutiría a favor de nuestra desafortunada cultura catalana y, especialmente de la lengua, y b) asegurarnos de que, a diferencia de la irregularidad con la que se habían ido produciendo los Congresos anteriores, nosotros dejaríamos una especie de "modelo para hacer Congresos" que, por lo menos, caracterizase a nuestras especialidades y que, de paso, sugiriese cuándo y cómo se había establecido el espécimen que, a su vez, recordaba su catalanidad. Ninguno de estos afanes personales eran sueños irrealizables. Ahora bien, la media docena de Congresos de Romanística que se habían llevado a término por Europa hasta entonces no habían tenido, más allá de los círculos especializados, un eco público muy brillante. No siempre se habían publicado las actas, muy poca gente podía decir una palabra, etc. En cambio (y ahora hago abstracción de la cruel Guerra Civil, 1936-1939), de la férrea dictadura de Franco (1936-1975) y de su larga persecución de la lengua y la cultura catalanas, que se mantuvo casi hasta hacerse interminable en muchos aspectos, la verdad es que las actividades técnicas más recientes (como el conjunto de tesis doctorales, de ensayos culturales, de intercambios profesionales y otros actos), garantizaban que, aunque fuese en sentido neutro o negativo, en Europa se hablaba de nuestros litigios, de nuestros fracasos, de nuestros problemas, de nuestros estudios y de nuestros progresos.

De entrada, no nos costó nada disponer del plan del Congreso de Barcelona de 1953. Yendo adelante, dos Congresos de una misma materia se parecen tanto (por la temática común) como difieren (por múltiples circunstancias). Ahora bien: ¿es que acaso esto nos tenía que impedir combinar los dos términos: temática y circunstancias? Aparentemente, no. Sobre todo cuando nos dábamos cuenta de que la antonimia planteada (parecerse / diferir) era fácil de resolver si separábamos sus dos elementos: a) lo que es constante y exclusivo de todos los congresos (por ejemplo: "funciones de la mesa principal y de las mesas de las Secciones") y b) lo que es variable y definidor de cada congreso particular (por ejemplo: "un Congreso dedicado a una de las conmemoraciones de Pompeu Fabra"). Por tanto, la cuestión era, pues, analizar las dos peculiaridades de elementos que entraban en juego: las constantes y las variables. Así, serían ambas peculiaridades las que aplicaríamos a nuestro VII Congreso Internacional, que se tenía que desarrollar desde el lunes 6 de abril (al día siguiente de Pascua) hasta el domingo 12 de abril (la octava de Pascua). Se entiende, de 1953.

Insisto: para hablar de un "modelo de Congreso", hay que partir, pues, de los dos elementos que son constituyentes indispensables: aquello que es constante (que hace que un Congreso sea un Congreso, con su estructura) y aquello que es variable (que hace que cada Congreso se adapte a hacer la tarea adecuada: su producto). El éxito de un Congreso es que esté tan bien organizado, que lo que elabore sea aquello que se espera de él.

I- ELEMENTOS CONSTANTES. Éstos son muchos, pero sólo examinaremos los tres principales: a) El trabajo. - b) El personal. - c) Los medios.

a) El trabajo. - Concretado aquí en el trabajo profesional. Se trataba de organizar, clasificar y distribuir los textos tramitados por los congresistas para ser expuestos y discutidos en las sesiones del Congreso (tanto según las formas: conferencias, ponencias, comunicaciones, etc., como según los contenidos, de acuerdo con las Secciones temáticas en que nosotros habíamos clasificado los trabajos recibidos). Por cierto, cuando llegó el Presidente del Congreso (Walther van Wartburg), me preguntó en cuántas Secciones habíamos dividido los trabajos recibidos. Al contestarle yo que eran 17, se mostró sorprendido e incluso me insinuó que quizás habíamos fragmentado demasiado el material recibido. A pesar de todo, aceptó verificarlo, a base de extender (como hicimos), todo el material encima de unas mesas anchas (y, una vez hecho esto, no nos puso dificultades). Afinando más todavía, le reconocí que en dos ocasiones quizás nos habíamos excedido (dos Secciones que sólo tenían un trabajo cada una, pero que no se podían unir a ninguna otra, porque eran independientes del resto). A continuación, publicamos los títulos de las 17 Secciones (y, después de cada título, los nombres de los congresistas que enviaron trabajos), a fin de que los lectores calcularan si no tenía razón Antonio Tovar cuando, tras el acto inaugural del Congreso, se me quejaba de que en Madrid no advertían que habíamos reunido en Barcelona a los mejores romanistas del mundo . Siguen, pues, las 17 Secciones, sus títulos y los congresistas que aportaron textos (éstos, por orden alfabético dentro de cada Sección). - 1) Marco histórico del Dominio Catalán. Autores: A. M. Badia i Margarit, Wilhelm Giese, Josep M. Millas Vallicrosa, Frederic Udina i Martorell. - 2) Dominio lingüístico catalán. Autores: G. Colón i Dornenech, Antoni Griera, Francesc de B. MolI, Friedrich Schürr. - 3) Historia de la poesía. Autores: Jean Boutiere, István Frank, Manuel de Montoliu, Martí de Riquer. - 4) Ediciones de textos. Autores: R. Aramon i Serra, Pere Bohigas, Hans Flasche. - 5) Preceptiva. Autores: J. M. Casas i Homs, Ettore Li Gotti, Pietro Palumbo, Joseph Salvat. - 6) Sintaxis. Autores: Félix Monge, Jordi Rubió i Balaguer. - 7) Precedentes del latín. Autores: Veikko Váananen. - 8) Elementos prerromanos. Autores: Albert Carnoy, Joan Coromines, Johannes Hubschmid, Fernand Flutre, Antonio Tovar. - 9) Elemento mozárabe. Autores: Samuel Gili Gaya, Manuel Sanchis Guarner. - 10) Elemento eclesiástico. Autores: Francesc Marsa, Hans Rheinfelder. - 11) Romanística general. Autores: Guy de Poerck. - 12) Áreas lexicológicas no latinas. Autores: Pierre Gardette, Joan Petit, Jean Séguy, Arnald Steiger. - 13) Relaciones lexicológicas románicas. Autores: Alberto Aversa, Kurt Baldinger, Pierre Nauton, Joan Ruiz Calonja, Max Leopold Wagner. - 14) Geografía lingüística. Autores: A. M. Badia i Margarit, Gino Bottiglioni, Germa Colón, Luis Cortés Vázquez, John Orr, Manuel Sanchis Guarner. - 15) Hablas del Pirineo. Autores: Manuel Alvar, Julio Caro Baroja, Joseph Anthony Cremona, W. D. Elcock, Enric Guiter, Bernard Pottier, Gerhard Rohlfs. - 16) Toponimia y antroponimia. Autores: J. Álvarez Delgado, A. M. Badia i Margarit, Rita Lejeune, Francesc Marsa, F. Mateu i Llopis, Joseph M. Piel, Giandomenico Serra. - 17) Organización del trabajo. Autores: A. M. Badia i Margarit, Tomas Carreras Artau, August Panyella, Sever Pop, H. Jos, Van de Wijer. Acerca de su contenido científico, estas 17 Secciones se tomarán en consideración en el $ 4.

b) El personal. Con este colectivo humano designamos a las personas que tenían la responsabilidad de que todo el funcionamiento del Congreso se realizase según las disposiciones establecidas. Para nombrarlas y adscribirlas a los lugares correspondientes, habíamos tomado en consideración dos criterios: a) profesores de un cierto prestigio (como un reconocimiento) y b) estudiantes aplicados (como un estímulo). No olvidamos nunca que nuestro oficio es esencialmente universitario y nos parecía que esto educaba en un oficio que siempre será nuestro. También teníamos otro principio: los lugares de una cierta responsabilidad, como, por ejemplo, la presidencia de una Sección de trabajo (y esto quiere decir que se aplicaba a las 17 Secciones que teníamos en el Congreso), estaban ocupados por dos personas. La experiencia de asistir a unos cuantos congresos me había enseñado que una persona (que os ha agradecido que le nombréis presidente de una Sección -sobre todo si es extranjero o de otra ciudad) a menudo no se presenta a la hora acordada (porque se ha perdido, o porque no ha calculado bien el tiempo, etc.) y así siempre teníamos un segundo presidente que suplía al despistado que no se había presentado. Si bien siempre quedarán cosas o aspectos que también sería interesante recoger (pero que ya renuncio a tratar), concluiré estas consideraciones sobre el personal, con una referencia a los dos estudiantes (tsiernpre dos!) que hacían de secretarios de cada Sección. Estos dos estudiantes llevaban a cabo una verdadera secretaría de la Sección. 1) Controlaban la duración de la exposición oral de los textos de cada congresista; 2) también controlaban el orden y la duración de las intervenciones que, en el debate posterior, tenían los asistentes; 3) se aseguraban de que los autores les dejaban los textos leídos o anotaban las direcciones de los que se los volvían a llevar para corregirlos, en vista de dejarlos listos para imprimirse, y, por fin, 4) redactaban y nos pasaban el acta completa del transcurso de cada sesión, con todas las vicisitudes que se hubiesen producido.

c) Los medios. Sobre este tercer elemento constante en la realización de nuestros congresos, no me entretendré tanto como quizás debiera, porque se entiende todo suficientemente bien, sólo por el enunciado. A la hora de prever un futuro congreso general, siempre hay que hacer planes, sobre todo en cuanto a locales: además de las dimensiones adecuadas de las salas, hay que tener en cuenta que a cada momento se improvisan pequeñas reuniones, preparación de textos que se tienen que discutir y votar, etc. No hay que decir que conviene estar bien preparados en cuanto a la informática. Todo se tiene que preparar en poco tiempo, en definitiva, todo se improvisa.

II. ELEMENTOS VARIABLES. Éstos también fueron tres: a) la Recepción en el Rectorado (lunes 6) y el Acto Inaugural del Congreso (martes 7). - b) la Jornada Ciencia y País (todo el miécoles 8). - e) el Acto de Clausura del Congreso (y cena de despedida) (viernes 10) Y los Actos supletorios (sábado 11 y domingo 12). Veamos ahora los tres elementos.

a) Recepción y Acto Inaugural. - 1. Recepción. Por la tarde del lunes 6 de abril, el Rector de la Universidad, Francisco Buscarons, catedrático de Química, ofrece una recepción a los asistentes, en la Sala de Retratos del Rectorado. Le responde, en agradecimiento, el congresista John Orr (Edimburgo). Además, Frederic Udina da una conferencia en el Aula Magna sobre Barcelona en su historia. El ambiente es de buen augurio ante el Congreso que se inaugurará al día siguiente.

2. Acto Inaugural del Congreso. Tiene lugar el martes 7, en el Aula Magna, a las 10 de la mañana. Preside el Rector (que representa al Ministro de Educación Nacional, Madrid), acompañado por otras autoridades (ajenas a nuestra materia). Comparten la Presidencia Profesional: Walther von Wartburg (Basilea) y Antoni Griera, Presidente Organizador (falta, sin embargo, como sabemos, Ramón Menéndez Pidal). Intervienen: Antoni Griera, que saluda a los asistentes y recuerda los últimos años de la romanística, y Antoni M. Badia i Margarit, quien propone, en nombre del Comité Organizador, a Walther von Wartburg como Presidente del Congreso: es aclamado así por los presentes y así pronuncia unas palabras de agradecimiento. Todo esto da por aceptado que mantenemos a Don Ramón Menéndez Pidal como Presidente de Honor en el caso de que viniese de Madrid a Barcelona. A continuación, el mismo Walther von Wartburg, además, expone su conferencia "L'articulation linguistique de la Romania", acto que es subrayado calurosamente con los aplausos de los congresistas. En aquel momento, y contra lo que es habitual en estas situaciones, más bien rígidas, se oye un grito que se impone: Monsieur le Président! Se ha puesto en pie un hombre alto, sin duda poco conocido, como lo hace pensar que por toda la sala se oigan (en voz baja, pero creciente), rumores como "¿Quién será?", "¡No lo sé!", "Ouizás sea Coromines", "Sí, sí, que lo es!". En efecto, ¡era Joan Coromines! Al maestro Coromines le incomodaba que, debido a su exilio americano y a su ostracismo catalán, muchos que le conocían por la obra escrita, no lo reconociesen por su físico. Y así se propuso se mettre en vedette en el curso de todo el Congreso. Mañana y tarde, cada día, iba corriendo de una a otra sala con el programa en las manos, interviniendo en todas partes, sea haciendo preguntas a los colegas, sea criticándoles las comunicaciones que acababan de exponer. Y así hasta el final de las sesiones de trabajo del último día (viernes 10).

b) Jornada Ciencia y País (miércoles 8). En todos los congresos se suele dedicar un día a recorrer un espacio de interés histórico, artístico, arqueológico, paisajístico, etc., que permita tanto conocer un trozo del país visitado como descansar en medio de los trasiegos "congresuales". No queríamos ni podíamos escamotear esta oportunidad, pero, incluso en el caso de que la empresa resultase más pesada, intentábamos hacer una jornada que, como dice el título, combinase el tema científico (lingüística) y el tema de fruición (turismo).

1. Conferencia. Por la mañana salimos de Barcelona, en unos cuantos autocares, y, por la carretera de la Arrabassada, llegamos a la cima del Tibidabo (512 m. de altura). Allí, al aire libre, de cara al mar, todos en pie y viendo la ciudad de Barcelona a nuestros pies, di la conferencia sobre los nombres de lugar del Tibidabo y desde el Tibidabo. Teniendo en cuenta que el tiempo era un poco inclemente (fresco, nebuloso, ventoso), el inconveniente principal de mi conferencia era que, habiendo hecho yo dos veces el ensayo sobre el terreno en cuanto a la manera de señalar con la mano los lugares y los sitios que citaba, ahora me daba cuenta de que a menudo mi mano indicaba una masa de niebla que exigía de los oyentes un esfuerzo de voluntad para identificar el punto descrito. De todas maneras, a pesar de la poco amable meteorología de aquella mañana, parece que la conferencia no resultaba antipática ni inútil.

2. Monasterio de Sant Cugat del Vallés. La comitiva de autocares fue descendiendo desde el Tibidabo a la llanura del Valles, teniendo de fondo las montañas de Montserrat y de Sant LlorenÇ del Munt, hasta Sant Cugat. En la iglesia del Monasterio, los visitantes fueron informados por Antoni Griera sobre la importancia cultural de la institución, desde los ángulos histórico, artístico, literario y lingüístico, y también recorrieron el Claustro y la Sala Capitular, hasta la Casa del Abad. Aquí se instalaron en tres salas diferentes, para las sesiones de trabajo correspondientes que se desarrollaron entre las 11 y las 13. Ya hemos dicho antes que en este Congreso pretendíamos combinar lingüística y turismo.

3. Comida y homenajes en el Claustro del Monasterio. Mientras tanto, se había ido acercando la hora de la comida. Todo estaba preparado en la galería superior del Claustro. Se habían habilitado dos alas, en ángulo recto, de manera que, en el vértice de ambas, se encontraba la presidencia. Ésta estaba constituida por el presidente del Congreso Walther van Wartburg, el organizador Antoni Griera, el ponente de Cultura de la Diputación de Barcelona Joan Sedó i Peris-Mencheta (la excursión y la comida eran un ofrecimiento de la Diputación) y otro par de autoridades y representantes. Las intervenciones fueron, de momento, una especie de diálogo entre Griera (que siempre recordaba hasta qué punto la Diputación le había ayudado toda la vida, en estudios, viajes, publicaciones, etc.) y Sedó (que se congratulaba de que la Diputación hubiese podido hacer que todos vivieran una jornada que resultaba tan llena de intereses morales y de vivencias personales). Pero la oratoria subió notablemente de tono con el discurso de van Wartburg, que se dedicó exclusivamente a enaltecer la figura de Antoni Griera. Todavía muy jóvenes, a primeros del siglo XX, ambos habían compartido, siendo estudiantes, una visita a Jules Gilliéron, el autor del Atlas Linguistique de la France. Y las dos vidas las habían pasado, ahora de acuerdo, ahora discrepando, hasta que Wartburg veía culminar, en Sant Cugat y en este Congreso de Barcelona, la existencia larga y singular de su amigo Griera. Al mismo tiempo, a mí, tanto como los discursos de aquel mediodía ya tan marcado, me conmovieron a fondo a) en principio la buena marcha que entre todos conseguíamos imprimir al Congreso y b) también la presencia de aquella espléndida juventud (estudiantes y ya licenciados) que colaboraban generosamente en cualquier parte donde veían que hacían falta. Y yo me preguntaba: ¿ya no se tambaleará la Cataluña de mañana? Por cierto, aún no he acabado: el momento álgido de este admirable comportamiento juvenil (y también general) se alcanzó en el postre, cuando quedó claro que, con la celebración del Congreso de Barcelona, la "Société de Linguistique Romane" recobraba formalmente su vida normal y podía admitir nuevos miembros. Ahora habíamos acabado la comida, con el postre felizmente incluido, y reemprendíamos la excursión, en dirección a Terrassa.


4. La excursión prosiguió, pues, hacia Rubí y Terrassa, siempre teniendo delante la alta montaña de Sant LlorenÇ del Munt. Por debajo de su imponente mole, en un rincón escogido, hallamos la Barata, antigua masía, convertida hoy en una magnífica residencia señorial. La casa y sus dependencias, el bosque que la rodea, la montaña majestuosa en un plano superior lejano, la vista hacia el llano del Valles, todo ello hace el lugar muy agradable. Allí, apoyado en la barandilla de la galería, Antoni Griera leyó su conferencia sobre la casa catalana, que después suscitó aplausos y comentarios.


5. Las antiguas iglesias de Terrassa. La última etapa de la excursión fue la visita a las antiguas iglesias de Terrassa: Sant Pere, Santa Maria y el baptisterio de Sant Miquel. Lluís Monreal hizo una explicación histórico-arqueológica, y, seguidamente, en el mismo marco del recinto de las iglesias, a la última luz del crepúsculo vespertino, el Ayuntamiento de Terrassa ofreció una cordial recepción a los miembros del Congreso. Pere Matalonga, alcalde de Terrassa, hizo la ofrenda con palabras cálidas, y Arnald Steiger (Zuric) le dió las gracias en nombre de los congresistas. Alrededor de las nueve, los excursionistas volvieron a Barcelona: la jornada había resultado, ciertamente, muy cargada de actos, pero todos sentían que conservarían de ella un recuerdo imborrable.

c) Acto de Clausura (viernes 10) Y Actos supletorios (sábado 11 y domingo 12). Como vemos, ocuparon tres días.

1. Antes de la clausura del Congreso. La mañana del viernes 10 aún se destinó, simultáneamente, a tres sesiones de trabajo (entre las 10 Y las 12). Ahora nos interesa poner de relieve la Sesión general, que tuvo lugar el mismo viernes, de las 12 a las 14. Recojo los dos puntos sobresalientes. - 1) John Orr (Edimburg), dió cuenta de los esfuerzos realizados, ya antes y durante el Congreso, para que la "Société de Linguistique Romane" recobrase su actividad de antaño y comunicó que, con este fin, se había designado una Comisión, integrada por Pierre Gardette (Lyon), Georges Straka (Strasburg) y él mismo, que había conseguido llevar a término el cometido que se le había encargado, siempre de acuerdo con los estatutos de la "Société", y que el asunto quedaba del todo resuelto. - 2) En cuanto a la sede del próximo Congreso, Walther van Wartburg comunicó que sólo había llegado una propuesta, de Angelo Monteverdi (Roma), a favor de Florencia, para celebrar allí el VIII Congreso. La sesión general lo aceptó así, de manera que el Congreso siguiente se celebraría en Florencia el año 1956.

2. Acto de Clausura del Congreso (continuamos el viernes 10). A primera hora de la tarde llegaron de Madrid Don Ramón Menéndez Pidal, Presidente de Honor del Congreso, y Segismundo Royo-Villanova, Subsecretario de Educación Nacional (y primer cargo representativo después del Ministro), para asistir al acto de clausura. Fueron recibidos, en el aeropuerto, por el Rector de la Universidad Francisco Buscarons y dos miembros del Comité Organizador. Para nosotros, su presencia debía ser fruto de las gestiones que Antonio Tovar nos había anunciado que haría, a fin de dar más relieve al VII Congreso de Lingüística Románica. Y así era, en efecto.

A las seis de la tarde los congresistas se reunieron para la sesión de clausura del Congreso. a) Estaban sentados en la Presidencia: el Subsecretario del Ministerio, el Rector de la Universidad, los dos Presidentes del Congreso: Ramón Menéndez Pidal y Walther von Wartburg, el presidente del Comité Organizador Antoni Griera, representantes de organismos y corporaciones, y el Secretario del Congreso Frederic Udina. Los congresistas que estaban en la sala presenciaron una curiosa "lucha de sillas": von Wartburg, que, por la ya conocida ausencia de Menéndez Pidal, había sido el único Presidente de honor hasta aquel momento, quiso cambiar su silla de cada día por la que entonces habían indicado como la correcta para Menéndez Pidal, que acababa de llegar, pero éste se resistía, por deferencia hacia von Wartburg. Y ya tienen a los congresistas, atentos y divididos y sin saber exactamente qué había que hacer, además de reírse como todos. Ganó la batalla el suizo von Wartburg y Menéndez Pidal se sentó por única vez en la silla más presidencial. Ya le correspondía. - b) Precisamente Walther von Wartburg inició la sesión dando afectuosamente la palabra a Don Ramón Menéndez Pidal. Y ocurrió que, al levantarse éste para leer su conferencia, todos los congresistas, en pie, le tributan un homenaje profundo, que a todos nos emociona: ¡qué  justo lo encontramos!, ¡qué corto! para premiar simbólicamente tantos años, .tooa una vida dedicada a la investigación científica! Don Ramón, visiblemente alterado, dice cuánto agradece la adhesión del Congreso, y lee su conferencia sobre toponimia mediterránea y sobre toponimia valenciana prímitiva . c) Frederic Udina, Secretario, lee la Memoria sobre el desarrollo del Congreso, estadística de congresistas, universidades y otros organismos representados, etc. - d) Siguen, después, breves intervenciones, rutinarias en apariencia (pero irónicas y festivas), disparadas con intención por los colegas y amigos Pierre Gardette (Lyon), Angelo Monteverdi (Roma), Maurice Delbouille (Liege), Sever Pop (Louvain) y Hans Rheinfelder (München). - e) El idealista discurso presidencial de despedida de Wartburg nos anima a ir adelante y con la cabeza alta, y una fugaz y amable intervención de Royo-Villanova hace abrir los estuches y surgen condecoraciones y medallas de la Orden de Alfonso el Sabio. Hecho esto, el Subsecretario de Educación Nacional Royo-Villanova declara clausurado el Congreso. – f/ Un poco de "post-Congreso". Sin duda, a los lectores les parece muy largo el texto que he dedicado a la historia del Congreso. No olvidemos que nuestra intención era ofrecer un modelo, en el cual se pudiesen inspirar futuras realizaciones semejantes. Por otro lado, en plena dictadura, los que permanecimos en el país desde el primer día, siempre nos movíamos entre dilemas, como: a) hacer el Congreso (un poco recortado, otro poco humillante, con feas concesiones, pero empujando a la patria enferma) o b) no hacer el Congreso (si no era sin comprometernos, evitando ensuciarnos las manos, salvando incólume a la patria íntegra). Nosotros nos inclinábamos a hacer el Congreso ("aprovechando todo lo que se pueda"), mientras que los nacidos o incorporados al país más tarde que nosotros eran más exigentes: querían hacer/o, pero no lo querían hacer sin garantías ... que no existían. Todo esto había creado ciertas tensiones fuera del Congreso propiamente dicho, pero que ya anticipadamente se alimentaban del Congreso y que se instalaron en él. Y, cuando un buen número de congresistas, durante el acto de clausura, guardaron silencio ante la propuesta de un congresista (extranjero) de enviar un telegrama de adhesión al General Franco, se oyeron tenuemente murmullos, vivas y algunos pitidos. Mas, a decir verdad, ya contábamos con ello ... Y no pasó nada más. El telegrama fue cursado, pero el Congreso se acabó con provecho. Es decir: hacer el Congreso había valido la pena.

3. Banquete de Clausura (aún estamos en el viernes día 10, a las 9 de la noche). Esta cena era de libre acceso para todos los congresistas inscritos. Tuvo lugar en el Saló Rosa del Passeig de Gracia y cumplió, gozosa y acertadamente, una tarea que, con el tiempo, todos recordarían también con gozo y con acierto. Tomaron la palabra: Antonio Tovar (Salamanca), Karl Michaëlsson (Góteborg), John Orr (Edimburg), Siegfried Heinimann (Bern), Joan Coromines (Chicago), C. F. Adolfo Van Dam (Utrecht) y el Subsecretario de Educación Nacional Segismundo Royo-Villanova. Pero el discurso que ha pasado a la historia (y que se mantendrá) fue el de nuestro Joan Coromines. Después de un breve saludo ocasional, el grueso núcleo de su discurso, expuesto en inglés, nos produjo una impresión imborrable, tanto al criticar la opresión que sufre la lengua catalana (que, en muchos aspectos, se la atiende hoy mejor en el extranjero que en la propia casa), como al defenderla contra la injusticia de que es objeto (a medida que ella misma se gana situaciones que la harían avanzar).

4. Actos supletorios. a) Sábado día 11. Acabado ya oficialmente el Congreso, todavía hubo una excursión a Montserrat y a Sant Sadurní d'Anoia. Los congresistas fueron recibidos en el monasterio de Montserrat por el Padre Abad dom Aureli M. Escarré, que expresó su interés y el de los monjes por la temática y las tareas del Congreso. Le respondió John Orr (Edimburg). Sólo hubo que lamentar que John Orr no había entendido bien el nombre de los monjes y empezó a hablar de los dominicains, hasta que alguien, al oído, le deshizo el malentendido. Ya mejor documentado, Orr continuó tranquilamente, agradeciendo ahora a los bénédictins ... A continuación, los congresistas visitaran la biblioteca del monasterio. Después de comer en el restaurante del monasterio, los congresistas continuaron la excursión, ahora a Sant Sadurní d'Anoia, donde visitaron las cavas Codorniu. Acabada la visita, los señores Raventós ofrecieron una merienda a los asistentes, en la cual el vino espumoso elaborado en las famosas cavas fue generosamente repartido. Al anochecer llegamos de nuevo a Barcelona. - b) Domingo día 12. El Comité Organizador aceptó la sugerencia de la Anella Sardanista Alrnoqávers, de organizar una audición de sardanas en honor de los congresistas, puesto que conocía bien el interés de los congresistas para penetrar, no ya sólo en las lenguas y los dialectos, sino también en todas las manifestaciones espirituales de los países rornánicos. Esta audición tuvo lugar el domingo al mediodía en la PlaÇa del Rei, que los congresistas ya conocían, pero que ahora veían en el esplendor de una mañana primaveral, llena de las melodías que los instrumentos típicos de la cobla entonaban. Comenzada la audición, pronto diversos congresistas catalanes se pusieron a bailar, lo cual aumentó en los extranjeros, por lo que tenía de personal, el interés que la sardana ya despierta siempre, como danza abierta a todo el mundo. También pronto vimos a algunos extranjeros que ensayaban el arte de nuestra danza, y, al acabarse la audición, había los que bailaban sardanas con bastante soltura en los pies, y sobre todo con satisfacción radiante en el rostro, satisfacción que compensaba con creces los pequeños errores que pudiesen cometer al pasar de los "puntos cortos" a los "puntos largos". Y aquí, sin poder olvidar aquella mañana de abril, sin poder olvidar nuestras últimas conversaciones con colegas extranjeros con el fondo continuo de los aires, tan nuestros, de la sardana, damos por acabado el despliegue objetivo del Congreso de Barcelona.


4. La aportación histórica, lingüística, filológica y literaria en el VII Congreso de Barcelona.

Hasta aquí he relatado detalladamente cómo se desarrolló nuestro Conqreso. Esto es: cómo lo hicimos, acto tras acto, a lo largo de aquella semana de abril de 1953. Como he dicho repetidamente, esta labor la desempeñamos, además de guardar la relación histórica, para que también pudiese servir, mutatis mutandis, como un prototipo en casos comparables o parecidos de Congresos de este tipo (cf. todo el largo $ 3). Ahora bien, no olvidemos que, desde el punto de vista científico, todo aquello que hemos explicado hasta aquí eran los medios para conseguir un resultado: el mejor conocimiento de las lenguas románicas y, en nuestro caso concreto, sobre todo de la lengua catalana. El año 1953 esperábamos que a) las inscripciones como congresistas (que superaban, por primera vez, el número de 300), b) la localización en Barcelona (por primera vez, venía un Congreso de esta serie a la Península Ibérica) y e) su temática preferente (la lengua catalana), permitirían que este numeroso Congreso sobre catalán y de naturaleza barcelonesa significase: 1) un considerable salto hacia adelante, con vistas al conocimiento de la lengua catalana, 2) una mejora en el prestigio que se le concedía a la lengua y 3) una ayuda en los esfuerzos colectivos por la defensa de la integridad de la lengua y contra la persecución de la que era objeto. Los tres objetivos fueron altamente conseguidos. La mejor guía para conocer el balance positivo de todos estos beneficios son las "Actas y memorias" del Congreso (2 volúmenes con un total de 973 pp.).

Antes (a propósito de las estructuras de un Congreso, cf. $ 3, l ), decía que, entre sus elementos esenciales (así pues, constantes), se halla el que los trabajos (ponencias, comunicaciones, etc.) que los congresistas exponen en sesión pública son objeto de debates y acuerdos, y devienen la base de los resultados científicos del Congreso. Y así fue. Previamente los organizadores habían clasificado estos trabajos y los habían dejado ordenados por Secciones, según sus temas. Como sabemos ($ 3, l ), ahora dábamos a conocer las 17 Secciones del Congreso, sus títulos según las especialidades y los congresistas que aportaron textos (los nombres de todos ellos aparecen allí por orden alfabético dentro de cada Sección). Está claro que ahora no repetiremos todos estos datos (que los lectores ya tienen al alcance de la mano), pero sí que querríamos extraer de ello conclusiones acerca de la orientación científica de nuestro Congreso, especialmente sobre lingüística y filología y otros campos (que han sido menos favorecidos de acuerdo con el parecer de los congresistas concursantes).

Hay que volver a decir, de entrada, que el tema fundamental del Congreso de Barcelona de 1953 resultó ser la "Gramática histórica" (con todos los anejos y derivados que queramos añadirle, ya que todos le corresponden, de cerca o lato sensu). Sugeridos, iniciados o ya formulados y hoy incluso exprimidos, me atrevería a decir -y perdón por si exagero- que no hay temas tratados en nuestro Congreso que no enlacen, directa o indirectamente, con los remotos nombres de Friedrich Diez, Gustav Gröber y Wilhelm Meyer-Lübke y de todo lo que ellos sembraron, y que sus sucesores continuaron sembrando hasta hoy. Las dos asociaciones "Société de Dialectologie Romane" y "Société de Linguistique Romane" han sido fieles custodias de una tradición que está activa, pues, desde los primeros tiempos de la romanística. Ahora lo comprobaremos, distribuyendo el total de aportaciones al Congreso en el campo de la Gramática histórica en sus dos mitades (1- Lingüística y 11- Historia de la lengua). Citaremos los títulos de todos los trabajos presentados y los nombres (abreviados) de los respectivos autores (nombres que aquí irán entre paréntesis y que, completos, se pueden verificar en el $ 3, l; cada uno también tendrá aquí el número que ya tenía allí).

GRAMÁTICA HISTÓRICA

I - Lingüística

a) El mundo latino

1) Romanística general (de Poerck: núm. 11). - 2) Precedentes del latín (Väänänen: núm. 7). - 3) Elementos prerromanos (Carnoy. Coromines, Hubschmid, Flutre, Tovar: núm. 8). - 4) Sintaxis (Monge, Rubió: núm. 6).

b) Lexicografía

5) Toponimia y antroponimia (Álvarez Delgado, Badia, Lejeune, Marsa, Mateu, Piel, Serra: núm. 16). - 6) Áreas lexicológicas no latinas (Gardette, Petit, Séguy. Steiger; núm. 12). - 7) Relaciones lexicológicas románicas (Aversa, Baldinger. Nauton, Ruiz Calonja, Wagner: núm. 13).


c) Dialectología y geografía lingüística

8) Dominio lingüístico catalán (Colón, Griera, MolI, Schürr: núm. 2). – 9)Geografía lingüística (Badia, Bottiglioni, Colón, Cortés Vázquez, Orr, Sanchis Guarner: núm. 14). - 10) Hablas del Pirineo (Alvar, Caro, Cremona, Elcock, Guiter, Pottier, Rohlfs: núm. 15).

II - Historia de la lengua

11) Marco histórico del Dominio Catalán (Badia, Giese, Millas, Udina: núm. 1). - 12) Elemento mozárabe (Gili Gaya, Sanchis Guarner: núm. 9). -13) Elemento eclesiástico (Marsa, Rheinfelder: núm. 10). - 14) Preceptiva (Casas, Li Gotti, Palumbo, Salvat: núm. 5). - 15) Ediciones de textos (Aramon, Bohigas, Flasche: núm 4).- 16) Historia de la poesía (Boutiére, Frank, Montoliu, Riquer: núm. 3).

Apéndice. 17) Organización del trabajo (Badia, Carreras, Panyella, Pop, Van de Wijer: núm. 17).

* * *

Recapitulación. Intentamos juzgar el panorama descrito: a) el contenido temático de los trabajos (presentados, discutidos y aprobados en el Congreso) y b) las especialidades profesionales bien conocidas por los autores de estos mismos trabajos (in ter quos, ego). Estos dos elementos proporcionan la aportación científica del VII Congreso Internacional de Lingüística Romanica, la cual quedaba netamente y fielmente "encajada" dentro del campo que monopolizaba la brega de la romanística desde finales del siglo XIX en adelante. Me apresuro a decir que, tan "encajada" quedaba que he estado dudando sobre si añadía un tercer adverbio, que ahora mismo (y rectifico), sí que pongo en conciencia: dicha aportación científica quedaba exclusivamente "encajada" en la romanística del último medio siglo (y así la cierro en el año del Congreso: el 1953). ¿Qué querrá decir, pues, que "quedaba exclusivamente encajada"? Muy sencillo: quiere decir que nuestra aportación científica quedaba "desencajada" en cuanto a nuevas teorías y tendencias que ya empezaban a afectar a la lingüística románica. Pienso, entre otras, en figuras como Ferdinand de Saussure (1916), Leonard Bloomfield (1933), Nikolai Trubetskoi (1939), Louis T. Hjelmslev (1943), y no hablo de Noam Chomsky (1957), porque en la época de nuestro Congreso (1953) apenas sí llegaban las primeras noticias sobre este lingüista norteamericano. En efecto, entonces la lingüística románica tradicional más
bien hacía el sordo a la nueva lingüística general tout court, que un día se expandiría a las lingüísticas particulares (una de las cuales también sería la nueva lingüística románica y así mismo catalana <.Pienso en el bien conocido trabajo llamado de Hauteville: el de Hauteville de momento fue un grito en el desierto. pero después se generalizó>. Una vez más, la lingüística catalana corregía el retraso y se ponía al día.

 5. Ratificación del funcionamiento normal de la "Société de Linguistique Romane".

Volvamos un momento a la llamada crisis de esta "Société". Los lectores ya habrán comprendido que había unos "socios" preocupados y quejosos porque no se había anunciado un nuevo Congreso de Lingüística Románica después de la Guerra Mundial (1939-1945), posterior, pues, al de Niza (1937). Tan impacientes estaban por rehacer contactos con amigos y colegas, que instintivamente un buen número de ellos ya se habían apuntado al 111 Congreso Internacional de Toponimia y Antroponimia, materia bastante afín a la más general de romanística (Bruselas, 1949), porque estaban convencidos de que allí los encontrarían. Y, en efecto, allí los encontraron (o, por lo menos, fueron numerosos los que se encontraron allí). Ahora bien, a Bruselas también acudieron romanistas no menos preocupados por no haber sido convocado aún el esperado Congreso de Lingüística Románica. Por suerte, las reuniones y las conversaciones espontáneas con gente responsable (del tipo de Pierre Gardette, John Orr, Georges Straka y otros) instaban a) que se formalizasen las cosas (respecto a la crisis de la "Société), b) que se improvisase, si hacía falta, un Congreso "fuera de serie" y "fuera de Francia", hasta el punto c) que ya se cuchicheaban los nombres de Lieja y de Barcelona, para salir del callejón sin salida. Habiendo madurado así la situación, se pudo injertar el deseado "(VI) Congreso Internacional de Filología Románica" (Lieja, 1951) a otro ya convocado "Conqres International de Philologie Moderne" (igualmente Lieja, 1951) (editado un día como Essais de Phílologie Moderne 1953, París 1953). En el curso de este Congreso mixto, conducido de forma modélica, se halló de facto la solución: los dos miembros de la "Société" afectados habían aceptado ser sustituidos por sendos membres adjoints y ya sólo quedaba, para el proyectado VII Congreso (Barcelona, 1953), el rematar formalmente la operación. Atención, sin embargo: formalmente es un término muy importante: se refiere a lo que queda escrito y que figura en las actas y en los documentos de cualquier institución. Imaginemos que ahora inauguramos el Congreso de Barcelona, como si estuviésemos en abril de 1953. "Nosotros abrimos, pues, este VII Congreso en la Universidad de Barcelona, a la hora prevista. Las tareas se van desarrollando según los programas y ya no se habla de ningún problema de la "Société" (como acabamos de decir)". Quizás sí que en algún papel queda escrito algo sobre la antigua "Société". Y nada más. Ya nos movemos dentro de la "Société" de siempre. Todos hemos oído, antes, las palabras clave del Presidente del Congreso, dichas en un tono resuelto y positivo.

Por lo tanto (y perdón por insistir en la solemnidad): "El VII Congreso Internacional de Lingüística Románica, reunido en Barcelona el día 8 de abril de 1953, anuncia y ratifica dos acuerdos tomados en la Universidad de Lieja en 1951, que son trascendentales en la historia de la romanística: a) el restablecido funcionamiento de la "Société de Linguistique Romane": la asociación puede tirar adelante con los estatutos que se habían visto amenazados después de la Guerra Mundial (1939-1945), y b) la ampliación de las tierras que han abierto las puertas a la "Société de Linguistique Romane" para poder celebrar sus Congresos habituales, según el acuerdo tomado en Lieja el año 1951, gracias al cual el presente Congreso de 1953 se celebra por primera vez en la Península Ibérica y concretamente en la ciudad de Barcelona. Estamos contentos y agradecidos por la aprobación de ambos acuerdos". Esto fue comunicado en el postre de la comida de Sant Cugat (cf. antes, $ 3, 11, núm. 3). Yo querría, sin embargo, reiterar la grandilocuencia de los momentos vividos por la multitud que compartíamos el Claustro del Monasterio, lanzados a ser fieles a la historia de aquel día. Estábamos allí, con formato de Comisión, John Orr (Edimburg), Pierre Gardette (Lyon), Georges Straka (Estrasburg) y yo mismo (a quien acababan de considerar el núm. 4 del grupo, con domicilio en Barcelona). En medio del alboroto de la gente contenta por el jubiloso curso de la jornada, se alzó la figura gigantesca de John Orr y se oyó su voz de trueno: Est-ce que vous m'entendez? La respuesta fue un gran sí unánime. (Había que asegurar el silencio en una época y en unas condiciones que distaban de las de la megafonía de hoy). Orr hizo un resumen muy breve de la ya tan citada crisis de la "Société de Linguistique Romane", explicó el resultado satisfactorio que acababa de producirse y, dado que así la "Société" quedaba libre para admitir a nuevos miembros, él mismo anunció que un grupo de estudiantes pasaría por las filas del Claustro para recoger nombres y direcciones de los que quisiesen apuntarse. El éxito de las suscripciones fue notable y confirmó que aquel miércoles era un gran miércoles.


6. De cara a la galería. Conclusiones.


Perdonen las repeticiones. Pero todavía no hemos acabado. Y, dado que queríamos hacer de este Congreso Internacional de Lingüística Románica una especie de modelo para el futuro, no podemos olvidar algunas actividades que, en realidad, consideramos indispensables. Ahora son las que miran hacia la sociedad, a la que, a su vez, vemos en dos direcciones: a) hacia los miembros foráneos y extranjeros que nos visitan y b) hacia la gente de nuestra tierra que se interesa por actos culturales y lúdicos (y sin excluir que todos los asistentes pudiesen beneficiarse de las dos clases de actividades). He aquí la lista.


a) Exposiciones. Organizamos las seis siguientes.- 1) De bibliografía catalana, dirigida por Felip Mateu i Llopis (Biblioteca de Catalunya). - 2) De manuscritos y de incunables catalanes, por A. Blázquez Fraile (Biblioteca de la Universidad). - 3) De la riqueza monumental lingüística del Archivo de la Corona de Aragón y de textos más destacados en lengua catalana, por J. E. Martínez Ferrando (en el mismo Archivo). - 4) Sobre la lengua catalana y el Diccionari Cetelá-Valenciá-Balear, por la Obra del Diccionari (Biblioteca de Catalunya) (cf. punto d, unas líneas más abajo). - 5) De filología hispánica (de carácter comercial) (Librería Herder). - 6) De literaturas hispánicas (de carácter comercial) (Librería Bosch).


b) Visita al Barrio Gótico, dirigida por Agustí Duran i Sanpere. (Martes día 7, por la tarde). Ayuntamiento de Barcelona.

Madrid, marzo 2010