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Los políticos ven al elector 'como un cliente al que manipular, más que como un ciudadano al que convencer'


Leyre Burguera, estudiante de la UNED, premio 2011 de Tesis Doctorales del Congreso de los Diputados

 

 

Leyre Burguera Ameave ha ganado el Premio de Tesis Doctorales 2011 del Congreso de los Diputados con una investigación titulada “Libertad de comunicación pública en las campaña electorales”. Su aspecto dulce y aniñado esconde a una mujer activa y apasionada. Licenciada en Derecho, Licenciada en Políticas, Doctora en Derecho y, actualmente, estudiante de Sociología. Becaria y doctoranda, considera que la UNED ha invertido en ella y está satisfecha de poder devolverle algo con horas de trabajo mileurista, puntualiza.


Es tutora en las sedes de Denia y Benidorm y acaba de asumir la coordinación del centro de Torrejón en Madrid. Así que vive a caballo entre las dos comunidades, tragándose unos 1.000 kilómetros por semana. Aún así, le da tiempo a disfrutar. Vive con su novio de siempre y mantiene una vida social razonablemente activa. Dispuesta siempre a cuestionar, cuando no a derribar mitos, sería el polo opuesto a la indolencia de la generación ni-ni, ‘frente a ese estereotipo, reivindico a tantos y tantos jóvenes trabajadores que aprovechamos las oportunidades que se nos brindan’. O a la supermujer, ‘no existe, pero estamos a punto de inventarla’.

 




(De izda. a dcha) Leyre con su director de tesis, Carlos Vidal Prado, en la Biblioteca Central de la UNED; primer plano de la doctora; ante la puerta de la Facultad.

Asistimos a los últimos momentos de una campaña electoral en la que aparentemente, no abundan los insultos ni las peleas. ¿Es realmente tan suave como parece?, ¿porqué lo hacen así?

 En realidad, la campaña se organiza, diseña y estructura no sólo en función del candidato sino también de las expectativas de voto que con carácter previo al inicio de la campaña manejan los partidos políticos y que obtienen gracias a sondeos y encuestas de opinión. De ahí que esta campaña se haya diseñado en torno a un partido previsiblemente ganador que ha adoptado un perfil bajo y nada beligerante (con propuestas formuladas de modo genérico que buscan la obtención del voto de los indecisos) y un partido que buscar fidelizar e incentivar el voto de los “suyos” apelando a la estrategia del miedo. Por ello, para la mayoría de los ciudadanos esta campaña no sólo carece de interés sino que los propios partidos políticos parecen enfocarla como un mero trámite que hay que pasar cuanto antes.

La candidata que ha dimitido tras lanzar a las redes sociales un fotomontaje de una ministra con el pecho al aire, ¿ha hecho lo correcto?

Yo no me atrevería a juzgar como correcto o incorrecto un determinado comportamiento político porque esa valoración es plenamente subjetiva y obedece a criterios éticos, pero si que es cierto que, a mi juicio, uno de los problemas de nuestra democracia es qué hacer con este tipo de comportamientos, ¿judicializamos la política o la envilecemos por la inacción? Creo que, en general, hay que distinguir entre la exigencia de responsabilidades políticas y jurídicas.

¿Se merecen los políticos la mala fama que tienen?

Si que es cierto que los actos y manifestaciones que la persona lleva a cabo en el ámbito social en el que se desenvuelve son expresión de su personalidad y, en consecuencia, son susceptibles de valoración por los demás. Esta circunstancia resulta especialmente problemática en el ámbito político puesto que, el contexto de permanente campaña dificulta considerablemente la distinción entre la crítica política y la vulneración del derecho al honor. Por ello cabe preguntarse si resulta suficiente con apelar al “interés general” como criterio delimitador entre ambas cuestiones, ¿qué nos “interesa” del político?, ¿puede tener las misma repercusiones políticas saber que un político no paga impuestos o que es infiel a su mujer? Creo que en el caso de un político no es fácil discernir entre su faceta profesional y la personal. De ahí que proponga la distinción entre “honor político” y “honor del político”.

Cuando un político es acusado injustamente de corrupción o de amoralidad ¿porqué no denuncia ante los tribunales?

Por varios motivos, en primer lugar porque esta inhibición podría explicarse por la desconfianza de los políticos hacia un sistema judicial que no funciona con la celeridad que se requiere en política. A mi juicio, una cuestión clave en política es la confianza y cuando ésta se quiebra por la acusación de corrupción (que suele encontrar un inmenso eco en los medios de comunicación), es difícil restituirla. Además, si finalmente el político acude a los medios procesales que nuestro ordenamiento pone a su disposición, se da la situación gravosa de que cuando finalmente se produzca la debida reparación ha podido pasar tanto tiempo que ¿alguien querría estar de nuevo presente por este motivo en los medios de comunicación?, es más, ¿se harían eco los medios de comunicación de esta reparación?

 En España existe una distancia conscientemente asumida por nuestra cultura política entre la norma y la realidad electoral. Para la defensa del derecho al honor, existen instrumentos ciertamente mejorables, pero ni siquiera en sus actuales condiciones se hace uso de ellos. ¿Por qué? Porque en realidad tanto los ciudadanos como los propios políticos hemos asumido el insulto, la manipulación del lenguaje, las insinuaciones o la publicidad negativa como parte de nuestra “fiesta electoral”.






¿Qué pueden hacer los ciudadanos para cambiar su incómoda posición de espectadores sin voz durante la campaña?

 Es cierto que tanto la normativa electoral como las técnicas e instrumentos de transmisión del mensaje durante la campaña parecen descansar sobre una concepción del elector como cliente al que intentar manipular, más que como a un ciudadano al que cabe convencer. Es frecuente que se utilicen expresiones como  “mercado electoral” y que se fragmente al electorado y al mensaje que éste debe recibir en función del medio empleado. Pero precisamente apelando a los nuevos medios o vías de comunicación que nos brindan las nuevas tecnologías como Internet, podemos romper la distancia que los medios tradicionales nos han impuesto con la conformidad de los partidos políticos.

La mayoría de la población no va a mítines y ve la campaña por la tele ¿es un medio tan neutro y plural como debería?

No, no lo es, de hecho en general la delimitación entre información y propaganda electoral se va diluyendo progresivamente en favor de una creencia extendida de que durante la campaña todo es propaganda o publicidad y que en aras al cumplimiento de los principios de igualdad, proporcionalidad y neutralidad, deben darse a las dos cuestiones el mismo tratamiento jurídico. Una creencia que, a mi juicio,  subyace en el fondo de la reciente reforma electoral de enero de este año que ha considerado que la televisión es el instrumento esencial y más eficaz de transmisión del mensaje electoral y por ello ha introducido un nuevo párrafo al artículo 66 de la LOREG que ha creado una gran polémica porque ¿podemos exigir el cumplimiento del principio de neutralidad informativa en los medios de comunicación privados del mismo modo que lo exigimos en los medios de comunicación de titularidad pública?, ¿Dónde ha quedado el pluralismo entendido como el resultado del contraste entre distintas posiciones presentes en el libre juego del mercado de ideas?, ¿Es posible mantener su propia línea editorial?, ¿Qué criterio debemos aplicar para el cumplimiento de los principios de igualdad, pluralismo y neutralidad informativa en el tratamiento informativo de las campañas en las televisiones privadas?

En atención a esto último considero que están en “peligro” las libertades informativas en campaña al imponerse por la vía legal “el cronómetro o criterio de proporcionalidad” y por la vía de la “mala praxis” (consentida por los propios medios), el que en razón de este criterio legal o justificándose en él, sean los propios partidos los que  “sirvan de imágenes” a los medios de comunicación.

¿Qué influencia les queda a la prensa escrita e Internet? 

Aunque algunos entienden que su influencia pueda ser residual, sobre todo en relación a la prensa escrita, considero que cada medio tiene su “público objetivo” y que en atención a él se diseña el contenido y el formato de la comunicación. Si por ejemplo analizamos la capacidad de influencia que hoy en día tiene la prensa escrita hemos de observar que aunque permite la inclusión de contenidos más complejos y reflexivos, los partidos políticos son conscientes de que los mensajes electorales no llegan al electorado tal y como el partido los elabora sino que pasan el “filtro” de la prensa y que por tanto no pueden evitar que las noticias que generan tengan un cierto sesgo ideológico en función del periódico que decida incluirlas. Por eso, cuando compramos un periódico debemos ser conscientes de estas circunstancias. Sin embargo Internet se nos presenta con múltiples ventajas como ser un espacio de mayor libertad a la vez que posibilita una comunicación horizontal entre candidatos y electores frente a la tradicional comunicación vertical. Ante esta situación, los partidos se han visto “obligados” a estar presentes en la red para así trasladar a la opinión pública una imagen moderna e innovadora de su formación e incluso poder captar el difícil voto juvenil, y todo ello sin hacer un análisis profundo de todas las potencialidades que esta infraestructura permite. Evidentemente tiene una gran capacidad de influencia pero si se quiere llegar a la gran masa de ciudadanos, Internet necesita hoy en día de los ecos de los medios de comunicación tradicionales para su publicidad.







En la propaganda electoral se juega muy duro con la imagen o ideología del contrario. Refrésquenos algunos anuncios que haya investigado en su tesis y valore su contenido y su eficacia.

En general cada día es más frecuente la utilización de un tipo de publicidad dirigida fundamentalmente a minar la reputación de un candidato o partido o a evocar imágenes negativas de los mismos que provoquen un rechazo de los posibles electores. Nos encontramos ante lo que se denomina como publicidad negativa y en España se utilizó por primera vez, en la campaña electoral general de 1996 por parte del PSOE (el vídeo del dobermann), y se continuó empleando en las elecciones europeas, autonómicas y locales de 1999, por el PSOE e IU. En estas elecciones, el spot utilizado por el PSOE consistía en una contraposición del discurso de la derecha con el suyo, mediante la utilización de una relación de palabras, unas “deseables” (solidaridad, tolerancia, etc.) y otras “indeseables” (intolerancia, manipulación, etc.), asociadas a unas imágenes (pantalla dividida en dos, con imágenes en blanco y negro junto con otras a color) que hacían que el votante, por su “forma progresista de vivir y de pensar” (que el anuncio identificaba con el votante socialista) fuera capaz de distinguir, tachando las que le provocaran rechazo. Lo que trataba de transmitir este anuncio era la diferencia entre el “discurso del no” (apareciendo en concreto la imagen de la nuca de una persona y unos ojos cerrados) de la “derecha retrógrada”, frente a un discurso progresista y moderno del PSOE (con imágenes de una cara sonriente, la bandera europea, etc.). En la actual campaña también se ha empleado (vídeo del niño acudiendo a la escuela), pero ¿realmente son eficaces? A mi juicio sí puesto que resultan llamativos y fácilmente recordables, y porque aunque los ciudadanos muestren un rechazo inicial, este efecto tiende a desaparecer, de manera que lo normal es que refuercen a los convencidos y activen su voto, aunque se corre el peligro de provocar el efecto bumerán y se active o refuerce el voto de los partidarios del partido que ha sufrido el ataque.

El lenguaje de los políticos es a veces ininteligible ¿cree que tratan conscientemente de evitar que los entiendan? ¿es un gesto de desprecio hacia su electorado?

No, no creo que se trate de desprecio hacia los ciudadanos, en realidad creo que está ocurriendo todo lo contrario, asistimos a un progresivo protagonismo de los medios de comunicación en la elaboración y transmisión de toda comunicación electoral. Tanto es así, que la lógica mediática se ha impuesto en el lenguaje político y en la propia estrategia comunicativa de las campañas, desvirtuando la democracia hacia una suerte de “mediocracia” firmemente arraigada. Por eso considero que en realidad el lenguaje se simplifica, pierde intensidad y complejidad en favor de la creación y utilización de esloganes que condensan o encapsulan el mensaje de un modo fácilmente digerible por los ciudadanos. En este sentido, sí que se produce cierto menosprecio hacia el electorado.


 

Aida Fernández Vázquez