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LAUDATIO Antonio de Béthencourt Massieu

Doctor Honoris Causa por la UNED 2003

Carlos Martínez Shaw. Catedrático Historia Moderna de la UNED


La Universidad Nacional de Educación a Distancia me ha hecho el honor de asignarme la grata tarea de pronunciar la laudatio académica de Don Antonio de Béthencourt Massieu en el solemne acto de su investidura como Doctor Honoris Causa, que fue propuesta, a instancias del Centro Asociado de Las Palmas de Gran Canaria, por el Departamento de Historia Medieval y Moderna y de Ciencias y Técnicas Historiográficas. Y cuyo objetivo es el de honrar la labor de un sobresaliente historiador, profesor e investigador, que además fue el primer director del Departamento de Historia Moderna y el primer decano de la Facultad de Geografía e Historia, así como uno de los científicos que más han contribuido a potenciar el papel de la UNED en la ciudad de Las Palmas y en las Islas Canarias.

La misión encomendada me permite así rendir también un homenaje personal a uno de mis maestros en el campo de la Historia Moderna y a una de las personas que han contribuido a mi progreso intelectual con sus enseñanzas transmitidas a través de sus escritos, de su palabra y de su actitud ante el trabajo y ante la vida.


Así puedo de alguna manera retribuir el afecto que siempre me dispensó Don Antonio, desde nuestro primer encuentro en el clima siempre cargado de las oposiciones universitarias. Después fueron muchas más las ocasiones de compartir algunas horas, en la Universidad de La Laguna, en la UNED (donde entré por primera vez por una invitación suya a la defensa de la tesis doctoral de Josep Maria Llobet, hoy también profesor-tutor en Cervera, mucho antes de imaginar que yo también habría de consagrar muchos años de mi vida a esta Universidad) y, finalmente, en Las Palmas de Gran Canaria, donde he podido disfrutar de largas conversaciones recorriendo las calles de Vegeta y de Triana o acodado en el barandal de los patios de la Casa de Colón o tomando un vaso de vino lanzaroteño frente a la playa de Las Canteras.
Sin embargo, mis efusiones más privadas deben ceder ante la exposición objetiva de los méritos académicos de Don Antonio, que son los que hoy nos reúnen aquí. En ese sentido, hay que recordar en primer lugar su dilatada trayectoria universitaria, iniciada en la Universidad Complutense de Madrid, donde se licencia en Filosofía y Letras y donde se doctora obteniendo el Premio Extraordinario en el año 1953.
Tras prestar servicios docentes en las Universidades de Santiago y Complutense de Madrid, al tiempo que desarrollaba funciones de colaborador del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, pasa en 1954 a ocupar la plaza de profesor adjunto de Historia de América en la Universidad de Valladolid, donde permanece hasta 1967. Obtiene a continuación la cátedra de Historia Moderna Universal y de España de la Universidad de La Laguna, que desempeña entre 1967 y 1980. En este último año se traslada de nuevo a Madrid para ocupar la cátedra de Historia Moderna en la Universidad Nacional de Educación a Distancia, desde la que imparte su magisterio hasta su jubilación en 1988, y aún más allá gracias a su nombramiento como catedrático emérito, que le permite seguir en activo hasta la fecha límite de 1990. No cesa con ello, sin embargo, su vinculación universitaria, ya que de regreso a su tierra natal ejercerá funciones de consejero de la recién fundada Universidad de Las Palmas de Gran Canaria y seguirá dedicado a la UNED a través de la creación y dirección del Seminario de Humanidades "Agustín Millares Carlo", constituido en el seno del Centro Asociado de Las Palmas.
Este rápido repaso a sus destinos no daría, sin embargo, cuenta cabal de sus servicios a la Universidad española. Hay que señalar que en la Universidad de Valladolid Don Antonio desempeñó la secretaría de los Estudios para Extranjeros, la dirección del Servicio de Publicaciones y Extensión Cultural y la cátedra de Historia y Estética de la Cinematografía. En la Universidad de La Laguna, fue el organizador y director del Departamento de Historia Moderna y Contemporánea, así como director del Instituto de Ciencias de la Educación, vicerrector de Extensión Universitaria y, finalmente, rector entre los años 1974 Y 1979, periodo durante el cual contribuyó, además, a la creación de la Universidad Politécnica de Las Palmas. En la Universidad Nacional de Educación a Distancia fue, como ya se dijo, el organizador y director del Departamento de Historia Moderna, así como decano de la Facultad de Geografía e Historia. Por último, actualmente, aunque administrativamente retirado, su afán de servicio le ha llevado no sólo a mantener su vinculación con la UNED a través de diversos organismos dependientes, sino además a asumir la dirección del prestigioso Anuario de Estudios Atlánticos.
Ahora bien, Don Antonio de Béthencourt Massieu, un universitario en ejercicio desde hace más de sesenta años, es ante todo un historiador de vocación, como demuestran tanto su infatigable actividad investigadora como su ininterrumpido magisterio. En ambos sentidos tenemos el testimonio irrebatible de sus muchas publicaciones y de sus muchos discípulos. Entre éstos, baste citar a aquellos que han realizado sus tesis doctorales bajo su dirección, tanto en Valladolid (Teófanes Egido), como en La Laguna (Manuel Lobo, Elisa Torres, Vicente Suárez Grimón, Julián Escribano, Francisco Fajardo, Antonio Macías, Alberto Sánchez de Enciso, Teresa Noreña, Oswaldo Brito, Julio Hernández, Manuel de Paz y Agustín Millares), en la UNED (José Antonio Gracia, Ismael Velo, Josep Maria Llobet, Gonzalo Martín, José Camero, Casilda Lizurday, Andrés Acosta y José Antonio Moreiro) y en Las Palmas, ya tras su jubilación (Juan Francisco Santana). Y, además, habría que añadir el magisterio en el sentido extenso del término, lo que sin duda amplía considerablemente el número de los beneficiarios, entre los cuales, con el permiso de Don Antonio, quisiera incluirme.
Por otro lado, el catálogo de sus publicaciones es tan extenso que resulta difícil encontrar una vía para su resumen. Así, ya antes de defender su tesis doctoral, nos encontramos con las primeras contribuciones relativas a la historia de Iberoamérica, singularmente con su trabajo sobre el hasta entonces ignorado proyecto ruso de fundar un establecimiento en Brasil y con el dedicado a la defensa de Florida por parte de Felipe V. Del mismo modo, años después, y en consonancia con la plaza que desempeñaba en la universidad vallisoletana, publicaría dos estudios pioneros sobre la construcción naval en América, que todavía hoy constituyen una referencia ineludible para los especialistas, los consagrados a la creación de un astillero en Coatzacoalcos y a la fabricación de arboladuras en Chimalapa, en el istmo de Tehuantepec, con destino a la construcción de los buques que bautizó con el nombre de "barcos criollos".

En 1953 Don Antonio defendió en la Universidad de Valladolid su tesis doctoral, que, tras recibir el Premio Menéndez Pelayo, sería publicada sólo resumidamente con el título de Patiño en la política exterior de Felipe V. Muchos años después, la Asociación Española de Historia Moderna quiso rendir tributo a su estudio y, en colaboración con las universidades a las que había estado vinculado (Valladolid, La Laguna, Las Palmas y la UNED) y con el Centro Asociado de la UNED en Las Palmas de Gran Canaria, editó, con una presentación de uno de sus discípulos directos, Manuel Lobo Cabrera, actualmente rector de la Universidad de Las Palmas, el texto íntegro de la tesis con el título original de Relaciones de España bajo Felipe V. Del tratado de Sevilla a la guerra con Inglaterra (1729-1739). Su aparición, que fue sin duda un regalo para todos los historiadores modernistas, permitió constatar que la obra seguía manteniendo toda su vigencia casi medio siglo después de su redacción. En sus páginas se aportaban claves decisivas para el conocimiento de una serie de temas tan importantes como eran la actividad de José Patiño y de la red de embajadores españoles en los distintos países europeos, el tratado de Sevilla de 1729, los tratados de Viena de marzo y julio de 1731, el establecimiento de Carlos de Barbón en Italia, el primer Pacto de Familia con Luis XV, la participación española en la guerra de Sucesión de Polonia, los preliminares de Viena de 1735, el tratado de Viena de 1738 y la guerra del asiento o de la "oreja de Jenkins", primer episodio bélico de una confrontación con Inglaterra que habría de prolongarse por espacio de una década. En definitiva, todo un hito dentro de la historia política y diplomática de la España del siglo XVIII.
En los años sesenta aparece en el horizonte de los intereses de Don Antonio la preocupación por Gibraltar. Así, en 1965 publicará en colaboración con José Luis Cano de Gardoqui un primer trabajo sobre la incorporación de Gibraltar a la Corona de Castilla en tiempos de los Reyes Católicos (1965) y, poco después (1967), un estudio más extenso sobre la suerte del catolicismo en la plaza a lo largo del Setecientos después de la ocupación inglesa (El catolicismo en Gibraltar durante el siglo XVIII), lo que le permitirá, años más tarde, presentar una ponencia sobre el tema en el I Congreso Internacional sobre el Estrecho de Gibraltar, celebrado en el marco de la UNED.
La obtención de la cátedra de La Laguna significa la liquidación de su etapa vallisoletana y el abandono de sus trabajos sobre la política internacional de los Borbones, en beneficio de una nueva línea de investigación a la que se mantendrá ya siempre fiel, la historia de Canarias. Lo que no quiere decir que no hubiese realizado ya antes sustantivas investigaciones en este campo, como su conocido y celebrado estudio sobre el comercio del vino canario entre 1650 y 1800, publicado en 1956 en forma de artículo y como libro en 1991 bajo el título de Canarias e Inglaterra: el comercio de vinos (1650-1800).
Se trataba de un trabajo que ponía de relieve el decisivo papel que este tráfico tuvo para la articulación económica del archipiélago a lo largo del siglo XVII, cuando el vino se convirtió en el principal producto de intercambio ofrecido contra el pescado y las manufacturas vendidas por los barcos procedentes de Inglaterra, que se impone además como el principal mercado frente a las otras áreas consumidoras de Portugal y las Indias. La cuestión sería retomada más tarde por el investigador en otros escritos y le serviría de base para el estado de la cuestión sobre el comercio canario de vinos presentado junto a Elena Acosta en 1982 en el V Coloquio de Historia Canario-Americana (1982) Y para una nueva reflexión escrita en 1995 sobre la crisis del vino de Canarias en el ámbito atlántico.
Este interés por la historia económica canaria dará nuevos frutos en los años setenta, a través de sus colaboraciones en la Historia General de las Islas Canarias, donde se ocupará de nuevo del comercio del vino en los siglos XVII Y XVIII, así como de la expansión de los cultivos y los conflictos sociales a fines del Antiguo Régimen, en este caso en colaboración con Antonio Macías. Y más tarde, a través de una serie de trabajos de síntesis bajo los siguientes títulos: "Economía y sociedad de las Islas Canarias en el siglo XVIII" (1975), "Aproximación a la economía de las Islas Canarias" (1978) Y "La economía de las Islas Canarias bajo la Ilustración (1770-1808)" (1978).
Tras la edición de una recopilación de Textos para la Historia de Canarias (1994), todas estas cuestiones serían replanteadas finalmente en la más reciente Historia de Canarias, que coordinaría en 1995 y que constituye la mejor síntesis disponible de la historia del archipiélago.
No fueron sólo la economía y la sociedad las que atrajeron la atención de Don Antonio durante estos años. En 1965 ya había aparecido su primer trabajo sobre la defensa de las Islas Canarias, bajo el título de Ataques ingleses a Fuerteventura. 1740, un estudio pionero pese a su limitación en el espacio y en el tiempo, que el propio autor revisitaría años más tarde (1992) para enmarcar el intento de desembarco en el contexto de la guerra de corso.
A partir de ahora, da la impresión de que ningún tema canario sea ya ajeno a la pluma de Don Antonio, que emprende incursiones en todas las épocas y en todas las temáticas. Asi, se ocuparía del proyecto de colonización interior de la isla de Gran Canaria presentado a Floridablanca, quien impone como obligación la de ajustarse al modelo que Pablo de Olavide estaba implantando en Sierra Moderna. Una condición que daría pie al autor para ensayar una comparación entre ambos programas en una ponencia presentada al Congreso sobre Carlos 111 y las Nuevas Poblaciones, una línea de encuentros científicos también amparada por la UNED. Dentro de este apartado, no deben olvidarse sus dos trabajos sobre Santa Cruz de la Palma, la publicación del plano de 1709 y la brillante descripción de la ciudad en la crisis del Antiguo Régimen.
La historia social aparece en sus diversos estudios sobre la conflictividad plasmada en algunas revueltas constatadas a lo largo del siglo 'XVIII. En este campo, aunque también hay que contabilizar su estudio sobre la "asonada" de Lanzarote de 1789, el trabajo de mayor envergadura es el dedicado al motín que se produciría en la población de Agüimes en la segunda década del mismo siglo XVIII, que, después de una primera versión publicada en el Anuario de Estudios Atlánticos, aparecería en su edición definitiva en 1989 bajo el título de El motín de Agüimes-Las Palmas (1717-1718). La revuelta suele ser la consecuencia de una fractura social, que se adivina en los fenómenos de marginación y delincuencia, también abordados en varios trabajos, como el dedicado a la Cédula de 1770 regulando la situación de los vagos y el régimen penal en las islas, que tendrá como derivación otro estudio sobre la situación de los condenados a enrolarse forzadamente en los barcos dedicados a la pesca del salado en las costas africanas, lo que permite una visión de las condiciones de vida de los pescadores del banco canario-sahariano, que no sólo desvela los aspectos sociales, sino que constituye una notable contribución a la historia de la economía marítima. El estudio avivaría además el interés por cuestiones similares en otros escritos, como el dedicado al proyecto de montepío textil de la Cofradía de Mareantes de San Telmo de Las Palmas de Gran Canaria entre los años 1781 y 1805.
De la marginación a la asistencia social no hay más que un paso. Don Antonio también se adentra en este campo con dos trabajos, el primero referido al hospital de San Lázaro en Las Palmas de Gran Canaria a mediados del siglo XVII y el segundo a la difusión en el archipiélago de la medicina ilustrada, primero con la práctica de la inoculación y después con la introducción de la vacuna antivariólica, a fines del Antiguo Régimen, entre los años 1760 y 1830.
Tampoco la historia de la Iglesia ha sido ajena a los intereses de Don Antonio. Entre sus trabajos en este campo, hay que señalar los que ha dedicado a los efectos de la política regalista en Canarias, que alcanzaría su máxima expresión durante los años del episcopado del ilustrado y jansenista Antonio Tavira. Así, se ha ocupado, por una parte, de la evolución de las jurisdicciones parroquiales en la isla de Fuerteventura durante el siglo XVIII y, por otra, de los casos particulares del cierre de los hospicios franciscanos de Guía y La Matanza y del fracaso de la instalación en las islas de la orden de los bethlemitas, así como, finalmente, de los problemas de la diócesis canaria en relación con el patronato real. La experiencia adquirida con estos estudios le animarían a presentar sendos estados de la cuestión sobre la historia eclesiástica en Canarias durante los tiempos modernos en el X Coloquio de Historia Canario-Americana (1992) y en las V Jornadas de Historia de la Iglesia (1993).


Era lógico, para un historiador del Antiguo Régimen, pasar de la historia eclesiástica a la historia de la enseñanza. Esta línea de investigación se abre precisamente con la lección impartida con motivo de la inauguración del curso 1984-1985 en el Centro Asociado de la UNED de Las Palmas, que versaría sobre la enseñanza primaria en Canarias durante el Antiguo Régimen y donde se abordaría el papel desempeñado respectivamente por las escuelas conventuales, parroquiales y públicas. Le seguiría un artículo sobre el proyecto de dotación de escuelas públicas en Tenerife de 1790 y, por último, una pincelada sobre una jornada escolar en Las Palmas de Gran Canaria en 1775.
Como se ve a través este rápido recorrido por su bibliografía, Don Antonio ha estado siempre atento a la evolución de la ciencia historiográfica, sobre todo a la aparición de nuevas temáticas, de modo que, iniciado en la historia política y diplomática que estuvo en boga durante la etapa posterior a la guerra civil española, se interesó muy pronto por la historia económica para pasar después a ocuparse de la historia social y de la historia cultural. Incluso en los últimos tiempos ensayó el género biográfico con el libro dedicado al historiador canario Pedro Agustín Castillo (Pedro Agustín del Castillo, su vida y su obra, 1994), con ocasión del comienzo de la edición de sus escritos, incluyendo la conocida Descripción histórica y geográfica de las Islas de Canaria. Una línea de trabajo que continuaría con la semblanza biográfica y edición de los textos de un comerciante dieciochesco, bajo el título de Cuaderno del comerciante de la calle de la Peregrina, Don Antonio Betancourt (1796-1807) (1996).
Por todo ello, no podía faltar entre sus últimas producciones algún escrito consagrado a la antropología histórica. Sus incursiones en este territorio empezaron con su modélico estudio sobre las peleas de gallos en Tenerife en el siglo XVIII, que tras aparecer en forma de artículo en 1982 fue editado en un volumen separado en 1987. Otro tema particularmente novedoso, que sólo en fechas muy recientes está abriéndose paso en la historiografía española, es el de las catástrofes naturales y su impacto sobre la sociedad que las padece, también abordado por Don Antonio a través del caso de los terremotos de la isla del Hierro de 1793. Finalmente, la fiesta, otro de los fenómenos que han invadido recientemente el mundo de la historia, encontraría también eco en su trabajo sobre las fiestas reales en las Canarias, donde hace referencia especialmente a las celebradas con ocasión de la proclamación de Carlos 111 como rey de España.

Esta actividad publicística no puede desligarse de la asidua presencia de Don Antonio en una serie de encuentros científicos, ya sea estrictamente como ponente, ya sea como organizador e incluso como animador de las sesiones a través de sus frecuentes intervenciones críticas. Así, si su labor es inseparable de los Coloquios de Historia Canario-Americana, en los últimos tiempos se ha puesto al frente de varios empeños personales, como han sido el Ciclo de Conferencias "Canarias y Carlos 111" con notivo del bicentenario de la muerte del monarca, el Coloquio "Canarias y el Atlántico, 1580-1648", celebrado en 1999 para rememorar el IV centenario del ataque de Van der Does a Las Palmas de Gran Canaria, y el Seminario "Felipe V y el Atlántico", organizado en 2000 para conmemorar el 111 centenario del advenimiento de los Borbones.

Las fechas de estos eventos indican que Don Antonio, liberado de sus tareas docentes y de gobierno, siente la necesidad de canalizar sus energías intelectuales por otros cauces, como son la investigación, la dirección de nuevas tesis doctorales o la organización de reuniones científicas. Como prueba de ello, hoy mismo se halla embarcado en otra empresa de gran envergadura, encuadrada en el Centro de Documentación "Pedro Agustín del Castillo", también dentro del Centro Asociado de Las Palmas. Se trata de reunir toda la información bibliográfica relativa a las Islas Canarias en una base de datos que sea accesible a todos aquellos que desean beneficiarse de su consulta. El proyecto está ya en marcha y las referencias se multiplican día a día gracias al infatigable tesón de su promotor.

Como era natural, tan larga y sobresaliente trayectoria no podía sino suscitar el reconocimiento unánime de los individuos y las instituciones. Así, por una parte, Don Antonio cuenta con la simpatía y el afecto de aquellos que han sido sus discípulos directos, pero también con la amistad y el cariño de muchos otros que han recibido sus enseñanzas de modo indirecto a través de los libros y de las conversaciones informales. Y, por otra, los centros e instituciones donde ha desarrollado su labor han sabido valorar sus méritos mediante numerosos galardones y actos de homenaje, como han sido la concesión de la Medalla de Oro de la Universidad de La Laguna, el homenaje de la Facultad de Geografía e Historia de la UNED (a través del volumen especial de la revista Espacio, Tiempo y Forma), la concesión del Premio Canarias, el homenaje conjunto de las universidades de La Laguna y Las Palmas de Gran Canaria y el Seminario de Humanidades "Agustín Millares Caria" (también otorgado en forma de colección de estudios en su honor), el tributo de la Asociación Española de Historia Moderna (con la edición de su obra capital) y, ahora, esta investidura como Doctor Honoris Causa por la Universidad Nacional de Educación a Distancia.
Una distinción que se concede a Don Antonio por toda una vida consagrada a la investigación, al magisterio y al servicio de la comunidad universitaria. Sus frutos son bien visibles en el amplio número de sus discípulos, en la envergadura de la obra publicada, en las empresas intelectuales en que ha imprimido su huella, en las iniciativas que ha dejado como duradero legado en las distintas universidades y centros universitarios donde ha ejercido sus funciones como profesor, ha desempeñado cargos de gobierno o ha contribuido a definir la política académica. Sin embargo, todavía debemos destacar otros méritos intelectuales, como son su permanente curiosidad, su sensibilidad para abrir nuevos caminos en la investigación, su indesmayable capacidad de trabajo, su constante estado de vigilia para proponerse nuevos empeños historiográficos. Y aún faltaría hablar de las virtudes humanas, que le han hecho entregar su tiempo con generosidad, dispensar libremente sus enseñanzas dentro y fuera de las aulas, mantener duraderas relaciones de amistad con sus discípulos y acoger con cariño a muchos colegas que han contraído con él una deuda de gratitud que no basta a enjugar un mero discurso laudatorio, por otra parte tan fácil de componer y tan gozoso de escribir.


Las Palmas de Gran Canaria, mayo 2003