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En mayo de 1960 se disuelve El Paso, llevando a cabo una última exposición en la Galería L' Attico con obras de Canogar, Chirino, Feito, Millares, Rivera, Saura y Viola, al mismo tiempo que se reedita una carpeta de su obra gráfica. Canogar viaja entonces a los Estados Unidos y visita en Nueva York las dos exposiciones de pintura española en las que participa que se celebran en el MOMA y el Guggenheim, mientras es invitado en 1962 a la Bienal de Venecia con sala especial. En 1964 abandona definitivamente el informalismo, que para él ha perdido la vitalidad y el espíritu de rebeldía que había tenido en un principio, aunque su nueva obra está todavía impregnada por la técnica propia de su período anterior. Se basa en la crónica narrativa que toma de los medios de comunicación, fotografías que ya en su último período informal utilizó como armazón y esquema de luces y sombras para sus cuadros. De regreso a Madrid, la obra de Canogar se va limpiando de materia y comienza a trabajar los fondos desde el reverso de la tela que, impregnados de color, lo dejan pasar dándole un carácter de veladura. A finales de los sesenta termina de definirse esta transición: sus imágenes urbanas adquieren una tercera dimensión que nace por necesidades expresivas. Sus temas se hacen más opresivos, en un arte de testimonio que muestra al hombre actual en sus circunstancias más adversas. El color desaparece casi completamente de sus cuadros, ahora casi siempre negros, utilizando como base de su trabajo madera y poliéster reforzado con fibra de vidrio. Las Bienales de Venecia (1968) y Sâo Paulo (1971) le dedican una sala especial a su obra, manifestación de su prestigio en el panorama artístico internacional.
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