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LAUDATIO JEAN ROUQUÉROL

Doctor Honoris Causa por la UNED 2003

Antonio Jerez. Catedrático Química Inorgánica de la UNED



Excma. Sra. Rectora Mgfca.,
Excmas. e limas. Autoridades Académicas
Estimados Profesores y Alumnos
Señoras y Señores

Es para mí un honor comparecer en este salón ante tan dignísima representación de la UNED y de otras Universidades y Centros de In­ vestigación en el acto de Investidura del Dr. Jean Rouquérol como Doctor Honoris Causa por esta Universidad a propuesta del Departa­ mento de Química Inorgánica y Química Técnica de la misma, así como de la Dra.Marie Anne Fox y el Dr. Mozart Victor Russomano.
 

La breve semblanza de la que todos disponen refleja de manera muy resumida lo que es la carrera científica y la proyección interna­cional de Jean Rouquérol. No obstante, al glosar (de manera muy su­cinta para atenerme al protocolo previsto) algunos aspectos de sus aportaciones científicas, quiero hacer especial hincapié en su perfil humano, mucho más importante y trascendente, en mi modesta opi­nión.

En los años 70, cuando realizaba los trabajos que habrían de con­ducir a mi Tesis Doctoral en la Universidad Complutense de Madrid, llegó un día a visitar los laboratorios un Investigador francés, Jean Rouquérol. Me sorprendió, en primer lugar, la facilidad con que se ex­presaba en español y, por otra parte, el interés que mostró en mi in­vestigación, la profundidad de sus preguntas y sus comentarios.

En la conferencia que impartió a continuación en aquel Departa­mento se refirió a la técnica ideada por él, el Análisis Térmico Inverso que, posteriormente, recibió de la ICTA (lnternational Conference on Thermal Analysis) el nombre de CRTA (en español, análisis térmico con velocidad de descomposición controlada). El fundamento de la técnica es, como la mayoría de las ideas geniales, de asombrosa sen­cillez. La muestra que se quiere estudiar es sometida a un tratamiento térmico en el que la velocidad de calentamiento está controlada por una señal (presión parcial o total de gas, pérdida de masa, etc) vincu­lada con la velocidad a la que la sustancia se descompone. De esta manera es la propia muestra la que está regulando la temperatura a la que debe ser tratada al objeto de que su descomposición se pro­duzca a velocidad constante. Por esta razón se habla también, en ocasiones, de análisis térmico controlado por la muestra. El CRTA (permítanme por economía, utilizar las siglas) se ha revelado como una poderosísima técnica de caracterización que permite identificar productos intermedios en procesos de descomposición térmica de só­lidos, que no se pueden aislar por otros métodos. También proporcio­na una metodología  sumamente  eficaz, cuando se introduce  una variación cíclica de la velocidad de calentamiento, para el estudio ci­nético de las reacciones de descomposición, permitiendo una evalua­ción  directa de  la  energía  de  activación  del proceso, independientemente del mecanismo que lo gobierna. Y, por último se ha revelado también como una eficacísima técnica preparativa de ma­teriales con textura homogénea y eontrolada. Baste, a modo de ejem­plo, con señalar que las toberas de escape de grafito de los cohetes Arianne fueron preparadas mediante esta técnica... Puedo decir con orgullo que uno de los pocos equipos CRTA que existen en España se encuentra instalado, precisamente, en los laboratorios del Departamento de Química Inorgánica y Química Técnica de la UNED.

Algunos años después tuve la oportunidad de realizar una estan­ cra en su laboratorio de Marsella. La acogida que me dispensó fue ex­traordinariamente cálida, aunque debo señalar que en esa ocasión y en cuantas con posteriorida pude visitar su laboratorio, he observado idéntico calor en la acogida a todos sus visitantes. Y es que a sus ex­trordinarias cualidades como científico, que hoy reconocemos en esteacto, Jean Rouquérol ha sabido crear a su alrededor un excelente ambiente de trabajo.. que me atrevería a calificar de casi familiar...

Son muchos los recuerdos que tengo de aquella primera estancia de trabajo en Marsella... allí conocí a Valerie...

No vayan a pensar que me dejo deslizar por ningún recuerdo ro­mántico.. no. Valerie era el nombre (femenino, como el de tantos otros montajes científicos de ese laboratorio) que recibió el primer equipo de adsorción automático que se construyó en el mundo... pre­cisamente siguiendo una idea y bajo la dirección de Jean Rouquérol, y que, a pesar de las limitaciones informáticas de la época (baste de­cir su memoria física estaba constituida por cintas de cassette...) aún hoy funciona. Uno de los aspectos que en este momento quiero des­tacar de sus aportaciones científicas es precisamente el de los inno­vadores diseños de instrumentación en los campos de la adsorción y del análisis térmico. La relación sería muy extensa (y me consta, por­ que una vez me lo enseñó, que Jean Rouquérol tiene un cuaderno lle­no de nuevas ideas) pero quisiera ahora mencionar, aparte de la ya citada Valerie y del análisis térmico con velocidad de descomposición controlada, sus equipos de adsorción continua, de calorimetría de ad­ sorción, de ca-adsorción y de microcalorimetría de inmersión en ar­gon líquido. Y de un trigo-horno  (una curiosa combinación  de  un horno introducido en el interior de un congelador) con el que tuve la oportunidad de trabajar durante aquellos días...

Continuando con las evocaciones, es obligada la referencia a las horas del café, a media mañana y del té, a media tarde, en las que cuantos trabajábamos en aquél laboratorio compartíamos unos minu­tos de desconexión de la tarea científica para charlar y bromear, en suma, para convivir. Elmismo Jean convocaba a la reunión con un to­que de campana perfectamente audible desde todos los rincones del laboratorio... realizado golpeando con la mano metálica de un mortero un recipiente asimismo de metal... y al oír el repique todos acudíamos al encuentro sabedores de que esos minutos de convivencia eran, en realidad, esenciales para configurarnos, más allá de los intereses científicos de cada uno, como grupo de trabajo.

Hoy esta Universidad se honra con la presencia del Dr.Rouquérol. Pero sería absolutamente injusto por mi parte omitir una referencia a su esposa, la Profesora Francoise Rouquérol, a quien -estoy  seguro de ello-  hay que atribuir también parte de los logros científicos y hu­manos de Jean. Infatigable trabajadora, su presencia es también un estímulo para cuantos hemos pasado por aquellas instalaciones.

La sensatez de la duración razonable de una intervención laudato­ria me aconseja poner punto final a estas palabras, reiterando mi sa­tisfacción por haber podido participar en este acto y solicitando a nuestra Excelentísima Sra. Rectora Magnífica de la UNED la conce­sión del Doctorado Honoris Causa en Ciencias para el Dr. Jean Rou­quérol, con la certeza de que nuestra Universidad se enriquece al incorporar a tan ilustre científico a su claustro de profesores.

Muchas gracias.

Madrid, marzo 2003