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Discurso del Profesor Fernando Reinoso Suárez 

Con motivo de su investidura como Doctor Honoris Causa en Psicología por la UNED


En primer lugar quiero agradecer a la Universidad Nacional de Educación a Distancia, en la persona de su Rectora, el honor de habérseme concedido formar parte del Claustro de esta prestigiosa Institución como Doctor «Honoris Causa». También quiero agradecer de corazón su propuesta a la Facultad de Psicología, y, de una forma muy especial, al Departamento de Psicobiología que, bajo la dirección del profesor Emilio Ambrosio, inició el proceso. Muchas gracias a todos. Deseo igualmente agradecer la «laudatio» que de mí ha hecho el profesor Antonio Guillamón, advirtiendo a ustedes que en gran medida está contemplada a través del prisma de una larga amistad y un sincero cariño, que impide ver los defectos y opino exagera las virtudes. Gracias Antonio.

Debo afirmar que para mí el Doctorado «Honoris Causa» es el más alto galardón que concede la Universidad y en consecuencia el más apreciado por los que hemos vivido, y gracias a Dios aun vivimos, con entusiasmo y entrega, la vida universitaria. Igualmente crea una mayor responsabilidad de servicio y auténtica conducta universitaria por lo que desde hoy me honro en ofrecerme incondicionalmente al servicio de la Universidad Nacional de Educación a Distancia.

Cuando recibí la noticia de esta concesión me vinieron a la memoria dos sucesos. El primero tiene como protagonista al primer Rector de esta Universidad, profesor García Garrido, y ocurrió hace más de treinta años. En el segundo el protagonista es el profesor Guillamón y ocurrió hace veintiséis años.

En el primer caso, hacia finales de los años sesenta coincidí con el profesor García Garrido en una reunión de universitarios. Él era entonces Rector de la Universidad de Santiago de Compostela y me comentó que iba a iniciar una atractiva aventura universitaria: la puesta en marcha de una Universidad de ámbito Nacional de Educación a Distancia. Quedé profundamente asombrado y le comenté irónicamente lo que para mí era no sólo una incongruencia, sino una contradicción: enseñanza universitaria y distancia. Debo aclarar que en aquellos tiempos exigía a todos mis alumnos, además de la enseñanza teórica, hora y media de prácticas diarias, pasando el grupo de profesores todo el día en la Facultad, obligándonos, si queríamos hacer una investigación sólida, a permanecer en la Universidad los sábados y muchos domingos. En estas circunstancias que difícil era para mí integrar educación universitaria y distancia. Sin embargo, me equivoqué: la Universidad Nacional de Educación a Distancia llenó un vacío educativo importantísimo en nuestro país y supo superar con un loable empeño creador, ingenio, estudio y dedicación, esa para mí en aquel momento imposible congruencia.

En realidad la Universidad para ser eficaz necesita de unos profesores dedicados y muy bien preparados científica y docentemente, de unos alumnos capaces y motivados, de unas infraestructuras con personal cualificado y medios técnicos suficientes y adecuados, con estructuras capaces de renovarse y, como institución viva, la Universidad ha de ser plástica y flexible. En muchos de estos apartados la UNED ha sido un ejemplo en la Universidad española, entre los que destacaría: la fuerza, la capacidad de renovación y la creación de infraestructuras con medios personales y técnicos eficaces, sin desmerecer en los otros apartados, sobre todo, en los referentes al profesorado y alumnado. Así ha logrado un sólido prestigio, y llama la atención ver cómo, incluso en ciencias experimentales, organiza unas prácticas eficacísimas, y además realiza una investigación de primera línea, de lo que constituye un magnífico ejemplo el Departamento de Psicobiología que me ha propuesto para este doctorado. En un momento tan interesante de la vida universitaria me hubiera gustado hacer algún comentario sobre la Universidad, pero opino no es el lugar adecuado y prefiero relatarles el segundo suceso que les comentaba: mi encuentro con el profesor Guillamón. Discurría el año 1976, en la Facultad de Medicina de la Universidad Autónoma de Madrid hacíamos una enseñanza integrada de la Neurociencia. En el currículo existía una asignatura que se llamaba Neurobiología en la que se enseñaba de forma integrada la Anatomía, Histología, Fisiología y la Patología General del Sistema Nervioso. Ello proporcionaba a los alumnos la idea de unidad, en la que las diferentes asignaturas no eran nada más que diferentes formas de aproximación a la verdad de qué es el sistema nervioso humano. En nuestro Departamento estábamos convencidos de que la única forma de poder aproximarnos al conocimiento del sistema nervioso central era abordarlo experimentalmente desde un punto de vista multidisciplinar. Empleábamos técnicas anatómicas, fisiológicas, farmacológicas y bioquímicas. En muchos casos destinadas al estudio de un tema con un fuerte trasfondo conductual, como es el estudio del sueño. Alguna vez habíamos hablado de la necesidad de obtener la colaboración en estos estudios de un especialista en psicocobiología. En tales circunstancias tuvimos noticias de que trabajaba en la Universidad de Oxford un Doctor en Medicina español, con una importante experiencia en psicología experimental. Era el Dr. Antonio Guillamón. Le ofrecimos un contrato para que colaborara en el Departamento, y tuvimos la fortuna de que lo aceptara, dejando una prometedora carrera universitaria en el Reino Unido. Así empezó nuestro conocimiento y amistad. Pronto el Dr. Guillamón tuvo una plaza en la Facultad de Psicología, pero continuó con su labor investigadora en la Facultad de Medicina, pues estábamos convencidos, como he señalado, de que la multidisciplinaridad enriquecía la investigación neurocientífica que realizábamos en el Departamento. Así, el grupo de Psicobiología siguió trabajando con nosotros, aun después de obtener el Dr. Guillamón la plaza en la UNED, hasta que en esta universidad se le prepararon los laboratorios correspondientes. Por todo ello, en el Departamento de Morfología de la Universidad Autónoma, conocemos y hemos colaborado con la mayor parte de los componentes del Departamento de Psicobiología de la UNED a los que apreciamos sinceramente.

Esta colaboración ha producido muy interesantes frutos. Nosotros, gracias a ella, hemos aprendido interesantes conceptos de psicología que han enriquecido nuestra actividad docente e investigadora. Ellos han hecho un estudio multidisciplinar de la neurobiología de la diferencia de sexo, donde la identificación y el pormenorizado análisis de las estructuras anatómicas con ella relacionadas, junto a los estudios de neuropsicología experimental han producido excelentes frutos científicos de repercusión internacional. Aun hoy la colaboración entre personas de los dos grupos sigue siendo un fenómeno habitual.
Todo ello es debido a que la Neurociencia en estos veintiséis años se ha vuelto forzosamente multidisciplinar. El siglo XX ha sido revolucionario en la investigación y desde luego en el conocimiento del cerebro humano. Terminó con el siglo una década dedicada al estudio del cerebro con resultados muy interesantes. El conocimiento del cerebro del hombre, su funcionamiento íntimo, como sustrato de las funciones más elementales y más complejas, es uno de los mayores retos que tiene la ciencia en este siglo que comienza. Esa gnosis es el objeto de la Neurociencia.

Sin embargo, el término Neurociencia aparece en el mundo científico hace algo más de treinta años. Con él se pretende estudiar el sistema nervioso desde un punto de vista multidisciplinar. Precedido de esfuerzos individuales de muchos en España, Europa y América, a finales de los años sesenta aparece un movimiento mundial de neurocientíficos que tiene como primer resultado la fundación de la Sociedad de Neurociencia Americana en el año 1969. Esta nueva ciencia del cerebro es pluridisclplinaria sin estar constreñida por las actitudes prevalentes, dogmas y técnicas de las disciplinas tradicionales que la componen. Esta ausencia de limitaciones es la característica fundamental de la Neurociencia que continúa incorporando métodos, ideas y proyectos. También en el resto del mundo aparecieron sociedades de Neurociencia, naciendo la española en los años ochenta. Tiene la Sociedad Española de Neurociencia su origen en unas «Reuniones de Neurobiólogos Españoles» que comenzaron a organizarse a finales de los setenta con un comité formado por profesores de la Facultad de Medicina de la Universidad Autónoma de Madrid y que hubo que defender con energía de las actitudes prevalentes a las que me he referido antes, en cuya defensa jugó, en algún momento, un papel muy importante el profesor Guillamón. La Sociedad Americana, con 1.000 miembros en el año 1970, posee en la actualidad más de 23.000, asistiendo a la reunión del año 2000 unos 25.000 investigadores con más de 13.000 comunicaciones. La Sociedad Española de Neurociencia posee en la actualidad 650 socios.

Estos miles de personas implicadas en el empeño de conocer el cerebro humano han conseguido que las publicaciones sobre Neurociencia crezcan en los últimos años de una forma exponencial. De las tres revistas que podrían ser incluidas en lo que hoy llamamos Neurociencia, que existían cuando yo empecé a dedicarme a la investigación neurocientífica, hace ahora algo más de cincuenta años, hemos pasado a más de 200 revistas, estimándose que se publican unos 40.000 artículos al año sobre Neurociencia, siendo difícil, aún con los medios informáticos de que disponemos, seguir al día las publicaciones de nuestro tema concreto de trabajo.
El cerebro humano, por su complejidad, sigue siendo desconocido y su patología es la que produce enfermedades más limitantes y es más costosa a la sociedad occidental. Afecta a 1 de cada 4 individuos y se calcula que las enfermedades neurológicas en EE.UU. suponen un coste superior a 400 billones de dólares, y si se unen las enfermedades psiquiátricas, el coste es superior al de todas las demás enfermedades juntas.

Estas razones hicieron que el Congreso de los EE.UU. en el año 1989 decidiera dedicar la década de los años noventa al estudio del cerebro, la llamada: Década del Cerebro. Esta iniciativa se extendió a otros muchos países occidentales y al Japón, aunque en algunos, como ocurrió en España, no hubiese un apoyo político específico. Durante esta década el objetivo común para todos los investigadores, desde los biólogos moleculares hasta los psiquiatras, fue el cerebro humano. Uno de los hechos a destacar ha sido la estrecha colaboración entre las ciencias básicas y clínicas, con gran prevalencia de las primeras. Igualmente, fue importante la acción conjunta de los Gobiernos, las Fundaciones, los Centros de Investigación y las Universidades. Pero lo más significativo de esta década y de la visión actual de la Neurociencia es la integración de saberes y técnicas, que ayudan a aproximarnos a la resolución de los problemas más complejos.

En este sentido es cada día mas importante tener en cuenta que todas las funciones del cerebro se estructuran en complejas redes neuronales que utilizan una gran variedad de conexiones, sinapsis y neurotransmisores, cuyo conocimiento es indispensable si queremos llegar a una profilaxis y tratamiento eficaz de la cada vez más llamativa patología que afecta a esta estructura. El objetivo no es sencillo y obliga a la experimentación animal y, en el caso del cerebro, con los animales más próximos filogenéticamente al hombre. Sin embargo, no se pueden admitir simplificaciones, como con la que concluyen Jessell y Sanes al exaltar los hallazgos en desarrollo de la Década del Cerebro en el número de octubre de 2000 en la revista Current Opinion in Neurobiology, de que: las moscas son gusanos son vertebrados; los ratones son personas. Naturalmente se refieren a hechos puntuales y son efectuadas por destacados científicos, que normalmente trabajan con moléculas o experimentalmente con animales muy sencillos. En el cerebro de las diferentes especies, y en el caso del cerebro humano en relación con el de los otros mamíferos, existen diferencias anatómicas, funcionales, genéticas y de desarrollo que son necesarias para configurar tipos neuronales específicos y esencialmente complejas redes neuronales que le son propias. Por añadidura, además de todas las grandes diferencias neurobiológicas con el cerebro de otros seres vivos, el cerebro humano tiene la característica específica de ser humano.

En los últimos años he dedicado esencialmente mi actividad neurocientífica a un tema que desde los más remotos tiempos ha interesado a la humanidad y que posiblemente ha tenido en la Psicología, desde que existe como ciencia, uno de los mayores impactos. Me refiero al estudio del sueño y de una forma especial al sueño de los sueños, que por otra parte fue, como he señalado, mi motivo de contacto con el Profesor Guillamón en el deseo de estudiar los aspectos psicobiológicos. La investigación sobre el sueño, situación conductual que ocupa un tercio de nuestra vida, ha adquirido un interés especial en los últimos años ya que su patología afecta de forma llamativa a más del 25% de la población adulta del mundo civilizado. Problemas de sueño han sido el motivo de fallos humanos que han producido graves catástrofes, como la de la central nuclear de Chernoville, o ser la primera causa de accidentes de tráfico en EEUU.

El sueño y lo que soñamos ha intrigado al hombre desde los tiempos más remotos de la humanidad y ha ocupado extensas páginas de la literatura y de la historia. Muchos se han hecho la pregunta de ¿existe una neurobiología de los sueños? Otros 'muchos se han preguntado ¿para que sirve el sueño? o ¿qué significan los sueños? Nuestro gran Miguel de Cervantes no fue ajeno al interés de los escritores por el sueño y en su «Quijote» se refiere en numerosos episodios al sueño. En el curso de sueño de nuestro programa de doctorado de Neurociencia, desde hace años lo inicio comentando una frase del capítulo LXVIII, en el segundo libro del Quijote, en la que Sancho afirma que "el sueño, es capa que cubre todos los humanos pensamientos, manjar que quita el hambre, agua que ahuyenta la sed, fuego que calienta el frío, frío que templa el ardor y, finalmente, moneda general con que todas las cosas se compran, balanza y peso que iguala al pastor con el rey y al simple con el discreto. Sólo una cosa tiene mala el sueño, según he oído decir, y es que se parece a la muerte, pues de un dormido a un muerto hay muy poca diferencia».

En esta definición del sueño que hacía Sancho quedan perfectamente precisados los dos conceptos que tradicionalmente se han considerado al tratar de definir el sueño: 1) que el sueño es un estado pasivo, «que se parece a la muerte», por supresión del estado de vigilia, y 2) que el sueño es un estado activo, en el que existe una actividad mental especial, de la que una manifestación son los sueños.

Hoy conocemos que el sueño no sólo es un fenómeno periódico, activo y necesario, sino también un proceso muy variado. En el hombre se han descrito cinco fases distintas en el sueño, que pueden resumirse en dos: 1 ª fase, entrada en el sueño y sueño de ondas lentas o sueño no REM; y 2ª fase, sueño de movimientos oculares rápidos (sueño REM utilizando las iniciales en inglés) también llamado sueño paradójico, por manifestarse con electroencefalograma activado como la vigilia. Estas fases junto con la fase de vigilia, componen las fases del ciclo vigilia-sueño. Una extensa red neuronal es responsable de la organización de este ciclo vigilia-sueño, con un ritmo circadiano, próximo a la duración de un día, regido por el núcleo supraquiasmático, una estructura nerviosa que se encuentra en el hipotálamo, y ajustado a las veinticuatro horas del día por estímulos externos, de los que el mejor conocido es la luz, que actúa principalmente a través de las conexiones de la retina con este núcleo hipotalámico.

La fase de sueño lento, del sueño no REM, tiene lugar en los individuos adultos jóvenes en las primeras horas de la noche. Parece como si el organismo quisiera asegurarse el sueño imprescindible y es necesario para un rendimiento físico, intelectual y comportamental normal. En esta fase del ciclo vigilia sueño se producen sueños pero menos estructurados y menos frecuentes que en la fase de sueño REM. Aunque un primer periodo, aproximadamente de veinte minutos, de sueño REM suele ocurrir a los noventa minutos de comenzar a dormir, la mayor parte del sueño REM tiene lugar al final de la noche. Durante el sueño REM ocurren los sueños más vívidos y mejor organizados. Esta fase del ciclo vigilia-sueño transcurre, además de con un electroencefalograma activado y movimientos oculares rápidos, con otros fenómenos bioeléctricos de los que el más importante es la falta de tono, la relajación, de la musculatura esquelética.

Esta atonía se ha interpretado como necesaria para que el individuo no actúe motoramente de acuerdo con el contenido de los sueños. La lesión experimental y clínica de las estructuras responsables de la atonía produce durante los sueños movimientos acordes con la experiencia onírica. Un grupo de investigadores del Departamento de Morfología de la UAM hemos dedicado los últimos quince años a realizar un estudio multidisciplinario de la red neuronal responsable de la organización del sueño REM. Se conocían los principales eslabones de la red responsables de las diferentes manifestaciones bioeléctricas y comportamentales del sueño REM. Sin embargo, se discutía cual era la estructura nodal de la red que era capaz de actuar a manera de un director de orquesta para que se produjeran armónica y simultáneamente todas estas manifestaciones. Así mismo era necesario conocer que neurotransmisores utilizaba, como se conectaba con los otros componentes de la red y con las estructuras responsables de las otras manifestaciones del ciclo vigilia-sueño.

Estudios con lesiones, estimulación química, estimulación eléctrica, registros poligráficos, registros intracelulares y extracelulares de unidades, in vitro e in vivo, con el animal anestesiado y con el animal libre, estudios inmunocitoquímicos, de conexiones, de tipos celulares y de organización sináptica a nivel de microscopía óptica y electrónica nos han llevado a concluir que es la parte ventral de un núcleo situado en el tronco del encéfalo, el núcleo reticular oral del puente, la estructura nodal de la red neuronal responsable de la generación y el mantenimiento del sueño REM.

Hoy sigue discutiéndose cual es la misión del sueño REM y de los sueños que durante él se producen. Naturalmente éstos no tienen lugar si estas estructuras del tronco del encéfalo que hemos señalado no funcionan adecuadamente. Con técnicas no invasivas, principalmente por medio de tomografía de emisión de positrones, se han estudiado en el hombre las estructuras encefálicas que se activan durante el sueño REM. Además del núcleo reticular oral del puente en el tronco del encéfalo se ha descrito que se activan estructuras cerebrales que diferentes autores han relacionado con la naturaleza y contenido de los sueños que ocurren durante el sueño REM.

Pero que nosotros consideramos como una confirmación de una hipótesis que hemos defendido desde hace tiempo. Esta hipótesis la precisamos hace ahora diez años diciendo: «Soñamos cuando hacemos consciente el trasiego que ocurre en los depósitos de información de las redes neuronales corticales para su consolidación en la memoria, que necesitan, para su perfecto funcionamiento, de complejos mecanismos troncoencefálicos.»

La memoria es esencial para la adquisición, conservación y transmisión de conocimientos; moldea nuestra personalidad y nos permite un correcto entendimiento con los que nos rodean. De ahí que el enfermo amnésico, al deteriorarse muchos aspectos de su vida mental y social, pierda el contacto con el ambiente, encontrándose aislado, aunque responda positivamente a las más complejas pruebas de inteligencia y su voluntad sea sólo secundariamente afectada.
 

En el cerebro humano existe en primer lugar un grupo de estructuras necesarias para el procesamiento de la información sensorial y el depósito de la información procesada, formado por las cortezas sensitivas, las cortezas asociativas uni- y heteromodales y los núcleos talámicos con ellas conectados. A este esquema debemos añadir los sistemas bioquímicos troncoencefálicos y del prosencéfalo basal como necesarios para el correcto funcionamiento del tálamo y la corteza cerebral en el estado de vigilia. Estas estructuras cerebrales permiten la percepción, la memoria a corto plazo y son depósito de la memoria explícita.

Un segundo grupo de estructuras, responsables de la consolidación de la memoria, está constituido por la formación del hipocampo, estructuras parahipocampales, el tálamo medial y la corteza orbitofrontal. Estructuras conectadas con las cortezas asociativas. El complejo amigdalino sería responsable de los aspectos emocionales de la memoria. En la vigilia los circuitos que integran estas estructuras y las cortezas asociativas están sometidos a estímulos externos en el procesamiento de nueva información y en la percepción. Nuestros hallazgos y los experimentales y clínicos de numerosos autores nos han llevado a concluir que durante el sueño estos circuitos funcionan por estímulos internos programados, procedentes del tronco del encéfalo que dan lugar a la actividad mental del sueño, principalmente los sueños que ocurren durante las fases de sueño REM. Además, soportes experimentales y motivaciones computacionales suponen la posibilidad de que se debe dormir para organizar representaciones corticales eficientes de experiencia. Experimentalmente se ha comprobado que la supresión del sueño REM en individuos adultos dificulta el aprendizaje.

Así mismo, se ha considerado la participación de diferentes fases del ciclo vigilia-sueño en distintos tipos de memoria. Todo ello nos pareció que demostraba que el proceso de consolidación en la memoria parece ocurrir esencialmente durante el sueño, sobre todo durante el sueño REM. Sin embargo, recientemente varios autores apoyados en datos clínicos y experimentales combaten esta hipótesis. Hace falta aportar hechos científicos que ratifiquen una u otra hipótesis. Para nosotros es un hecho bastante concluyente el de que las estructuras cerebrales que se ha demostrado por métodos de imágenes que se activan durante el sueño REM son, además de la formación reticular pontina, las mismas que son necesarias para la consolidación de la memoria: tálamo medial, complejo amigdalino, hipocampo y estructuras parahipocampales, corteza orbitofrontal y cortezas asociativas monomodales.

Hace ahora siete años concluía una disertación sobre este tema diciendo: "Puede ser un tanto decepcionante para algunos que los sueños no representen el subconsciente, ni otras actividades mentales más próximas a concepciones idealistas o románticas. Quizá es demasiado vulgar que afirmemos que soñamos cuando hacemos consciente el trasiego que ocurre en los depósitos de información de las redes neuronales corticales para su fijación en la memoria, y que necesitan, para su perfecto funcionamiento, de complejos mecanismos troncoencefálicos. Consecuente con este punto de vista me cuesta trabajo seguir diciendo con Hamlet que "el sueño es una buena ocasión para soñar", ya que para mí los mejores sueños son los que se tienen despierto, aunque tampoco estoy de acuerdo con Segismundo cuando dice que "toda la vida es sueño", si bien si creo acertado afirmar con él que "los sueños, sueños son",»

Finalicé aquella exposición con la estrofa que pone Calderón en boca de Segismundo, ya liberado de su encierro, al final de la cuarta escena, de la tercera jornada de "La vida es sueño»:

«no me despiertes, si duermo,
y si es verdad, no me duermas.
Más, sea verdad o sueño,
hacer bien es lo que importe»

Yo también opino que en la vida universitaria, tanto en su aspecto docente como investigador, lo importante es poner todos los medios para hacer bien las cosas. Eso es lo que he intentado durante toda mi vida. Sin embargo, es difícil hacer nada bien en solitario, si algo he conseguido ha sido gracias al apoyo y espíritu de sacrificio de mi mujer, María Luisa, y mis hijos, a nivel familiar, y de las enseñanzas, dedicación y solvencia de mis maestros y sobre todo de mis discípulos y colaboradores, a nivel universitario. A todos ellos dedico este galardón.

Para terminar, quiero agradecer, una vez más, a la Universidad Nacional de Educación a Distancia que me permita colaborar como miembro de su Claustro a la consecución de sus elevados fines, a lo que me ofrezco de forma incondicional.

Muchas gracias


Madrid, noviembre 2002