| ||||||||||||||||||
Discurso del Profesor Marc Barbut "Matemáticas y Ciencias Sociales"Con motivo de su investidura como Doctor Honoris Causa en Sociología por la UNED | ||
|
|
Para comenzar vaya comentar algunos detalles del primero de estos puntos. Matemático de formación, y por gusto, mi vida profesional ha estado esencialmente consagrada a las relaciones entre mi disciplina y las Ciencias Sociales. Esta actividad comienza para mí en 1956. Aquel año, siendo profesor de matemáticas en un instituto de la región de Paris, fuí contratado como agregado de investigación en el Centre Nacional de la Recherche Scientifique (CNRS) y colocado bajo la dirección de Georges Guilbaud. Este último, matemático de formación y profesión, había sido nombrado el año precedente, en 1955, Director de Estudios en lo que fue el antecedente de la actual Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales: la 6ª sección (Ciencias Económicas y Sociales) de la Escuela Práctica de Altos Estudios (EPHE), creada en 1947 por los historiadores Lucien Febvre, Charles Morazé y Fernand Braudel, aquéllos de la llamada escuela histórica de los Anales. El objetivo de sus creadores era que esta escuela fuera el prototipo de un centro de investigación y de enseñanza de la investigación decididamente interdisciplinario; cada una de las principales disciplinas que se aproximaban -historia, sociología, antropología, economía y, en último grado, geografia, psicología y lingüítica- debía de colaborar con aquéllas otras que eran susceptibles de proporcionarles un apoyo significativo. Así, pensaban poder renovar las ciencias humanas y hacer surgir una «nueva ciencia social». En este dispositivo, los creadores de la 6ª sección de la EPHE tenían la convicción de que las matemáticas podían jugar un rol esencial para facilitar la comunicación de una disciplina de la ciencia social a otra. Por matemáticas no entendían simplemente la estadística, cuyos métodos y herramientas comunes pueden servir tanto en historia cuantitatitiva como en economía o en psicología, sino que consideraban las matemáticas que en esta época se denominaron «nuevas» o «modernas» -sobre todo algunos de ellos como C. Morazé y L. Febvre- es decir, aquéllas que ponían el acento sobre las estructuras comunes de numerosos objetos matemáticos que, hasta ese momento, habían sido considerados ajenos los unos a los otros.
¿Los acontecimientos, he dicho? No, debo limitarme sólo a algunos acontecimientos que considero como los más marcados, y que se sitúan principalmente en el período 1955-1975. No voy a decir nada de las relaciones de las matemáticas con la economía. Ésta, en lo esencial, fue matematizada a finales de los años 1950, fundamentalmente durante su enseñanza.
3. Para que los matemáticos se especialicen en las relaciones con las ciencias sociales, no hay que perder el contacto con su disciplina de origen. Lo cual implica proseguir los trabajos de investiga-ción en matemáticas propiamente dichas. Habida cuanta de lo que precede, es obvio que estos trabajos conciernen esencialmente a las matemáticas discretas y a las «matemáticas de la decisión».
En cuanto a los medios de acción -para bromear, decíamos de «aqit-prop» en la época- fueron de tres órdenes. Para empezar y antes de nada, quiero citar las colaboraciones entre miembros de nuestro grupo de investigadores en ciencias sociales, en trabajos, talleres o programas de investigación. Se trataba aquí, a menudo, de relaciones inter-individuales que se situan al nivel del contacto entre personas, pero, a veces, también de relaciones más institucionales. Entre estos lazos de trabajo que tuvimos durante este período, yo citaría a título de ejemplo: | ||
• En sociología, con los equipos respectivos de Joffre Dumazedier en sociología del ocio, y de Paul-Henri Chombart de Lauwe en sociologia urbana, y con Raymond Aron, que nunca quiso tener un equipo.
Un último medio relevante de la pedagogía y de la investigación para ser recordado: la creación, en 1962, de una revista especializada, Mathematiques et Sciences Humaines, que siempre ha estado viva, y que tengo el gran placer de encontrar en las estanterías de la biblioteca central de la UNED.
En el primer caso se trataba de una enseñanza de masas (¡1600 estudiantes de primer año en la Sorbona!), elitista en el segundo (algunas decenas de futuros «doctorandos»). Hay que subrayar que, contrariamente a lo que podía esperarse, esta enseñanza de las matemáticas impuesta a los «literarios» fue superada bastante bien entre los estudiantes, tanto en uno como en otro caso, aunque de forma diferente. Yo puedo atestiguarlo, por haber vivido desde muy cerca esta empresa, a priori, azarosa. A partir del comienzo de los años 1970, la institucionalización de las relaciones entre matemáticas y ciencias sociales se modifica debido a tres acontecimientos. En primer lugar, la pseudo-revolución de mayo de 1968, que tuvo como consecuencia el trastoque de las estructuras universitarias. Estas fueron reconstituidas a partir de pequeños núcleos mono-disciplinares, en los cuales se reagrupaban por afinidades sobre todo políticas -aunque no sólo- los profesores de una misma disciplina; es así como se constituyen en París cuatro o cinco unidades de psicología, ocurriendo de igual forma en la mayor parte de las demás disciplinas.
He dicho «fue» y no «es». Terminaré, en efecto, esta parte de mi exposición con esta nota de optimismo: desde hace algunos años el péndulo vuelve a dirigirse hacia el otro sentido. Sin duda, esto se debió fundamentalente a ese tercer acontecimiento que consistió en la creación, hacia 1972-1974, de los cursos de «Matemáticas aplicadas y ciencias socialas (M.A.S.S.)>>: aqui, son los estudiantes de matemáticas los que reciben una formación complementaria en una o varias ciencias sociales. En cuanto a los lazos futuros entre matemáticas y ciencias sociales, todas las esperanzas me parecen hoy permitidas. Volveré ahora brevemente a mi segunda razón para estar feliz y orgulloso del grado que ustedes me confieren: porque es en España. De su país, la primera visión que tuve, fue en el verano de 1936, cuando yo tenía ocho años, una imagen, una fotografía, que ocupaba toda la página de la portada de «L' tltustretion», el gran semanario de información en la Francia de pre-guerra. Se veía un espacio enorme, y casi vacío: un coche abandonado en una esquina, algunos cuerpos de caballos sin vida, en el primer plano, dos hombres tendidos cerca de unas manchas de sangre, al fondo unos edificios de Barcelona, de la plaza de Cataluña. Eran los primeros días de la guerra civil, en una estampa muy parecido a la descripción hecha más tarde por André Malraux en las primeras páginas de su novela «L'Espoit». Sí, mi primer encuentro con España fue la imagen de la desolación, la de una guerra trágica que comenzaba. Mi familia presentía que era el preludio de la guerra general que todos conocemos, que desde 1933 era ya inevitable, y que no finalizó hasta nueve años más tarde, en agosto de 1945, con la rendición de Japón, tras la destrucción de lroshima y Nagasaki.
Esta colaboración entre el Departamento de Sociología I de la UNED y el Centre d'Analyse et de Mathématiques Sociales, cuyo tema principal es la estadística, sus métodos y su historia, se traduce en coloquios organizados en común, publicaciones también comunes, participación de colegas españoles en el seminario de Histoire du Calcul des Probabilités et de la Statistique en París, así como de colegas franceses en los seminarios de Estadística y Ciencias Sociales de la UNED o en los congresos de la Asociación Española de «Historia de la probabilidad y de la estadística», por ejemplo, Toledo, 2003. Pero esta colaboración franco-española, en los dominios de la estadística aplicada a las ciencias sociales, no es una novedad. Estudiando los archivos de la Academia de Ciencias de París, he descubierto que en febrero de 1942, el gran matemático y estadístico francés Maurice Fréchet, realizó una estancia en Madrid para dar algunos cursos y pronunciar conferencias. Entre los temas abordados por Frechet, la estadística aplicada a las ciencias sociales ocupó un gran lugar, y más o menos, los mismos temas que nosotros tratamos ahora, sesenta años más tarde, en nuestra colaboración con la UNED.
Madrid, enero 2005 | ||