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Discurso del profesor Gianni Vattimo "El Mito de la Unidad"Con motivo de su investidura como Doctor Honoris Causa en Filosofía por la UNED | ||
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“Valor" a encontrar y a situar como culminación de nuestros pensamientos, debido a que parece coincidir con el valor de la paz. Así pues se trata de la "crisis del mito de la unidad" como propongo aquí denominarlo, que ha comenzado en filosofía con Heidegger: con su anuncio del "Fin de la Metafísica", y quizá ya antes -si bien no siempre se ha entendido así- con la frase de Nietzsche: "Dios ha muerto". Era la "Metafísica" en el sentido heideggeriano [entendida a partir de la idea de que el ser constituya un orden objetivo, un fundamento dado de una vez por todas, que el pensamiento debería limitarse a reflejar y a "respetar" en las decisiones libres prácticas] quien pensaba la unidad como uno de los trazos comunes de todo ser (junto con la verdad y la bondad, los famosos "transcendentales" de la filosofía medieval; a los cuales se añadía a menudo el de la belleza). Por lo que si "El final de la Metafísica" del que trata Heidegger remite a la imposibilidad de proseguir manteniendo esta concepción del ser, el referido final está en la improseguibilidad de semejante concepción. Subrayo la improseguibilidad porque Heidegger no piensa en demostrar que el ser no es aquello que la Metafísica había pensado, proponiendo por su parte otra eventual definición "objetiva" más verdadera y adecua da. Piensa, por el contrario, que tal concepción del ser no puede seguir siendo sostenida en un mundo como el que ha llegado a darse en la tardo-modernidad. Para él se trataba de reconocer que el ser pensado al modo metafísico, trasladado a nuestra época, no puede sino dar lugar a una sociedad de la "organización total", como la llamó después Adorno.
No sé si el papel central del Uno en nuestra tradición depende del monoteísmo, o si el monoteísmo es ya una consecuencia de esta preferencia. Y tampoco si esto último fuera el caso -pero nótese que es sólo una hipótesis, y que ella sola no puede zanjar la cuestión tan bruscamente- si se podría imaginar que la unidad no es al fin y al cabo sino una manera de asegurar una manipulación más eficiente de la realidad externa, más o menos en el mismo sentido en el que Max Weber consideraba al monoteísmo judeo-cristiano como una condición necesaria para una ciencia general unificada de la naturaleza. En efecto, las leyes del mundo físico no podrían mantenerse si la naturaleza fuera el reino de diferentes divinidades a menudo en abierta rivalidad unas contra otras. No es importante si Weber tenía enteramente razón o no, mi impresión es que si durante veinte siglos la filosofía -o al menos una "buena" parte de ella- ha estado progresivamente de acuerdo con la preferencia por la unidad en la tradición conceptual de Occidente ello es debido, por lo general, a una cuestión de poder. Es decir, a algo que va más allá de la pura lógica del pensamiento (individual o colectivo) racional.
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Lo que Heidegger en esos mismos años llama "el final de la metafísica" -un evento que, si bien sobre bases diferentes, es ampliamente reconocido hoy por muchos otros filósofos- fue una consecuencia de la disolución factual de la unidad "moderna" del mundo. Esta unidad había comenzado a disolverse ya hace algunos siglos, con la revolución protestante, las grandes guerras de religión y las guerras dinásticas en Europa; pero llegó a su fin final únicamente con la disolución progresiva del colonialismo y el eurocentrismo, que también marcan el origen de la post-modernidad. Nótese que el final de la metafísica, en estos términos, había sido anticipado ya por Marx y por Nietzsche en el siglo precedente. Especialmente por Nietzsche, más aún que por Marx (pues éste aún creía en una razón humana capaz de La verdad, una vez que hubiera sido liberada de la alineación de la división social del trabajo), quien ya nos había advertido contra los errores de un lenguaje construido sobre la base de las relaciones de dominación: mientras que utilicemos la misma gramática, decía, no nos libraremos de Dios ... Los tres filósofos: Heidegger, Nietzsche y Marx nos han "descubierto" de distintos modos que la metafísica y su creencia en la unidad del ser, del mundo, o de la razón, era falsa. Ellos lo habían leído más bien en los "signos de los tiempos", por decirlo así, y no otra fue la vía que abrió el camino para superar la metafísica, puesta en relación con lo que Marx llamaría "La crítica de la ideología" o lo que llamaría Heidegger "La ontología de la existencia". Adviértase que, al menos en los mismos años que Heidegger, Karl Popper había presentado también una fuerte crítica de la filosofía política de Platón, reprochándole haber inaugurado el totalitarismo al haber ligado la política con la verdad filosófica. Por tanto, en esta crítica a la doctrina de Platón y del Estado se puede leer también, aunque no explícitamente, una recusación de la destacada noción de unidad.
Hoy en día, un hecho básico en este sentido ("hecho" entendido como conciencia cultural, por supuesto) es el valor más o menos innegablemente negativo o peyorativo de la unidad. Considérese simplemente el problema de la energía: ¿podemos realmente imaginar que el "progreso" económico irá tendiendo hacia una universalización del modo de vida y de consumo occidental o americano? Como saben Ustedes, recientemente incluso en el Pentágono, que -al menos oficialmente- suele compartir el optimismo de los presidentes americanos, [han comenzado a preocuparse públicamente por la inminencia (en veinte años más o menos) de una guerra por la energía, el agua limpia, y el aire no polucionado! Yeso siendo más realistas que exagerados; pues si continuamos con el mismo nivel de "desarrollo" actual dispondremos cada vez menos de hipótesis alternativas. Lo cual equivale a decir que no importa demasiado en qué grado sea grande y sincero el amor del mundo occidental por la paz y la solidaridad (recuérdense la manifestaciones multitudinarias y enormemente populares contra la guerra que han tenido lugar por todas partes en los recientes años), porque con independencia de ello parece que estamos envueltos en un mecanismo "objetivo" que, tarde o temprano, hará de todos nosotros (pienso en nuestros países y en nosotros mismos) meros soldados disciplinados en las filas de la infinita guerra contra el terrorismo iniciada con el ataque a Irak. El hecho es que, puestos ante la necesidad de limitar nuestros modelos de consumo, es muy posible que todos nosotros decidamos que al fin y al cabo hemos de defender nuestras "vidas" -coches, calefacción, aire acondicionado, ascensores, etc.- y ningún electorado esté dispuesto a apoyar una política de transformación radical de todo eso. Puede que esté siendo un poco demasiado pesimista, pero la única alternativa algo menos desastrosa parece residir en un esfuerzo por rescatar, sino no es aún demasiado tarde, las diferencias de las culturas. No hay un único modelo de buena vida humana. Es verdad que si los campesinos chinos o los indios del Amazonas quisieran comprar un frigorífico, no podemos simplemente pedirles que permanezcan en su cultura original. En este nivel, el problema parece absolutamente insoluble. No obstante, sí podemos imaginar que a partir de ahora, habiendo reconocido las consecuencias desastrosas del "único progreso de la humanidad", lograríamos cambiar tanto nuestra mentalidad como nuestras políticas.
Se podría objetar quizá que no sólo como ciudadanos consumidores del mundo "acaudalado", sino también como simples trabajadores de este mismo mundo, estamos ya más o menos atrapados dentro del mecanismo de la unidad. Pues si el campesino chino o el indio del Amazonas cesaran de desear un coche o un frigorífico ¿no perderíamos nuestro trabajo? ¿Por qué, entonces, hemos de favorecer una restauración de las diferentes culturas y estilos de vida? Y sin embargo lo cierto es que afortunada o desafortunadamente hemos perdido nuestros trabajos también y sobre todo a causa de la unificación del mundo bajo el signo del mercado. Bajo el imperativo poderoso de la reducción de los costes, que desplaza una gran parte de la producción de Occidente hacia la situación des localizada que mantiene en los países del Este y en general allí donde el trabajo humano cuesta menos. | ||
Podemos continuar haciendo una lista de las implicaciones negativas de la actual globalización. Por cierto que diversos sociólogos y economistas han calculado que en los pasados quince años -es decir, cuando el proceso de globalización comenzó a hacerse generallos pobres se han hecho más pobres y los ricos más ricos; y esto no únicamente a nivel internacional, sino también dentro del mundo industrial llamado "rico". Los optimistas objetan que está en juego "justamente" una cuestión de distancias relativas: que también los pobres, en otras palabras, han mejorado su condición, pero se sienten justamente más pobres a causa de la mayor diferencia que les separa de los muy ricos. Así que ¿en qué quedamos? ¿Es que hay realmente un estándar objetivamente natural de la pobreza? ...
Pero quizá haya que reparar en algo aún peor, si se piensa en cómo se da por hecho que los esfuerzos por garantizar la paz y la seguridad a través del uso de la fuerza militar han fracasado. Se podría creer que ello se explica en base a que las superpotencias no quieren usar todas sus armas. Pero se ha de tener en cuenta también que no pueden hacerlo, y no sólo porque un ataque atómico iniciaría una destrucción general, sino porque llevar al extremo el uso de la fuerza haría cada vez más difícil controlar el mundo de los consumidores, votantes, y televidente, que son la única cosa que quieren realmente controlar las superpotencias. Por eso el mito de la unidad -un único mundo bajo un poder universalmente reconocido- sigue siendo un mito, en el sentido de que no puede ser realizado completamente; como muchos mitos, funciona en tanto que justificación ideológica de la guerra y de sus varias clases de reducción de la libertad en el interior de nuestras sociedades.
No es ésta, sin duda, ni mucho menos, la situación imperante en la que hemos sido arrojados recientemente, y de ahí que se haya vuelto, de un tiempo a esta parte, más difícil cada vez para nosotros, sencillamente existir. TORINO. OCTUBRE 2005 Traducción del texto original: Profesora Teresa Oñate. Facultad de Filosofía. UNED. Madrid, enero 2006 | ||