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LAUDATIO Juan Velarde Fuertes

Doctor Honoris Causa por la UNED 2007

Leopoldo Gonzalo y González. Catedrático de Economía Aplicada de la UNED.

Alteza
Excelentísimo Señor Rector Magnífico,
Excelentísimos e Ilustrísimos señores,
Profesores y Alumnos,
Señoras y señores:

Cuando en nombre de la Universidad Nacional de Educación a Distancia, y en la condición de padrino de investidura, se me encomienda la honrosa tarea de dar la bienvenida al Profesor Velarde Fuertes como nuevo Doctor Honorís Causa por nuestra Universidad, me dispongo a cumplir dos de los objetivos que exige este acto solemne: En primer lugar, manifestar al profesor Velarde que, desde hoy mismo, puede considerarse miembro ad honorem de nuestro claustro académico, lo que para nosotros representa un honor aún mayor que el que él recibe con esta investidura; y, en segundo término, recordar a los presentes los excepcionales méritos que le hacen acreedor de esta distinción.


Sintetizar en pocos minutos una vida como la de Juan Velarde es un propósito casi imposible de cumplir, porque, como diría Juan Ramón Jiménez, su vida no puede ser contada en días, sino, más bien, cada uno de los días por él vividos ha de contarse "... en vidas: cada día, cada hora, una vida entera". Lo sabemos bien quienes hemos pasado más de una jornada a su lado.

Decía Ortega y Gasset que trazar la biografía de un hombre consiste en lograr poner en ecuación tres factores decisivos: su vocación, la circunstancia en que su propia vida se ha desenvuelto y el azar que inevitablemente incide en la existencia de todo ser humano. Es cierto que, en cuanto al azar, Velarde ha sabido siempre encauzarlo con su robusta voluntad y su proverbial capacidad de trabajo. Viene en su caso muy a cuento la observación de aquel inefable caballero santiaguista que fue don Francisco de Quevedo, pues "En España decimos que la buena diligencia es madre de la buena ventura". Así lo constata la trayectoria vital de nuestro nuevo Doctor Honoris Causa.

Juan Velarde Fuertes nace en Salas (Asturias) el 26 de junio de 1927. Hasta los quince años de edad permanece en su pueblo natal, donde su padre dirige una pequeña empresa de productos lácteos. Cursa los estudios primarios en la escuela pública del mismo lugar, y parte del bachillerato en el Colegio Valdés de Salas y en los Institutos Nacionales de Enseñanza Media de Luarca y Oviedo. En 1942, su familia se traslada a Madrid, donde, un año después, concluye el Bachillerato en el Instituto Ramiro de Maeztu, con Premio Extraordinario. Son años de estrecheces económicas que el propio Velarde ha recordado con sencilla emoción: "Eran tiempos duros, y en su puesto de trabajo, mi padre tenía un sueldo pequeño. Él me enseñó que hay que aceptar, sin aspavientos, las asperezas de la vida cuando llegan, como eran los madrugones desde una casa helada para fichar a la hora adecuada en Villaverde Bajo, la comida en una fiambrera o el no pensar en las distracciones de escuchar un aparato de radio que se había comprado a plazos".

Concluido el Bachillerato -a una edad tan temprana que ha de solicitar dispensa de escolaridad para acceder a los estudios universitarios-, se plantea Velarde qué carrera cursar. La Biología y la Historia le atraen, pero resulta inevitable pensar en otros estudios con mejores perspectivas económicas. Él mismo ha descrito cómo su decisión de matricularse en la recién creada Facultad de Ciencias Políticas y Económicas, en la Universidad de Madrid, fue producto del azar, del azar orteguiano al que debemos la suerte de contar hoy con él como uno de los hermanos mayores de nuestra profesión, entonces oficializada. Su inclinación hacia las ciencias puras y hacia las humanidades, a un tiempo, fue causa decisiva, también, de aquella opción por el estudio de la Economía.

De las circunstancias que influyen en su formación como economista expresan lo suficiente los nombres de Valentín Andrés Álvarez, Manuel de Torres, José Castañeda y Olegario Fernández Baños, primeros profesores -entre otros-de la nueva Facultad universitaria. Ha sido también nuestro nuevo compañero de claustro quien ha descrito, en sabrosas páginas, su juvenil perplejidad ante las dos imágenes de la España económica que le mostraban sus maestros iniciales: la de las Laudes Hispaniae isidorianas y la de 'los males de la Patria", sintetizados bajo el título del célebre ensayo de Lucas Mallada. Sin embargo, desde un principio, su natural realista y su buen criterio le han llevado siempre a huir de estereotipos y lugares comunes, persuadido, con Bernardo de Ward, de que "para disfrutar de las ventajas de España y remediar sus atrasos, lo primero es conocerlos y lo segundo discurrir el modo de hacer en cada cosa la mejora que precisa".

Terminada la licenciatura, se incorpora como profesor ayudante de Estructura Económica Mundial y de España con el profesor Ruiz Morales y, seguidamente, a la cátedra de Economía Política de la Facultad de Derecho, de la que es titular el profesor Luis Olariaga. Ya encargado de curso y con veintitrés años de edad gana, en 1950, las oposiciones al Cuerpo Nacional de Inspección Técnica de Previsión Social (hoy de Inspectores de Trabajo y Seguridad Social) y, con posterioridad, la de economista sindical. En 1956 defiende su tesis doctoral Aportaciones de Flores de Lemus al conocimiento de la economía española, dirigida por el profesor Manuel de Torres, obteniendo la máxima calificación y el Premio Extraordinario. Profesor adjunto de Estructura e Instituciones Económicas en 1957, en 1960 gana por oposición, y por unanimidad del tribunal correspondiente, la cátedra de igual denominación de la Universidad de Barcelona, accediendo por concurso de traslado a la de Madrid cuatro años más tarde, en 1964. Catedrático emérito de la Universidad Complutense, lo es también, en la actualidad, de la Universidad San Pablo-CEU, en la capital de España.

Al lado de su actividad docente y magisterial (alrededor de cuarenta catedráticos, más de una veintena de profesores titulares y numerosos doctores han sido por él promovidos y dirigidos), su obra científica y de divulgación no desconoce géneros, temas, ni enfoques en el ámbito de su primordial -aunque no única- atención: el de la realidad económica española. Desde el análisis estructural y el de la política económica de la agricultura, la industria, los servicios o los sectores público y exterior, hasta la historia del pensamiento y de los hechos económicos, no hay parcela de la economía de nuestro país de la que no existan numerosos libros, ensayos y artículos de este auténtico "monstruo de naturaleza", título que por su portentosa prolificencia merece no menos que alguno de nuestros mejores clásicos.

No es posible hacer aquí un inventario de las obras de Velarde. Cuando hace ahora quince años, alguien asumió la difícil tarea de relacionar sus publicaciones con motivo del homenaje que le rindió la Universidad Complutense, pudo inventariar hasta mil quinientos títulos con su firma. ¿Cuál será el número, me pregunto, de los nuevos títulos que habría que añadir ahora a aquella lista? Tan extensa producción no sólo se explica en función de sus vastos conocimientos, su amplia experiencia o su insaciable curiosidad de bibliófago impenitente, sino también como fruto de su asombrosa capacidad de trabajo -diurno y nocturno-, que a todos admira. Sólo esta cualidad de Juan Velarde permite comprender su don de ser casi ubicuo, por el que, en un mismo día, podemos escuchar, a través de la radio, su potente voz analizando y valorando los más candentes y complejos problemas de la economía española, iberoamericana... o japonesa; y, a renglón seguido, leer alguna de sus colaboraciones habituales en este o aquel diario o revista semanal; y, a las pocas horas, recibir un artículo suyo en el último número de la revista especializada que llega a nuestra mesa de trabajo... Y cuántas veces, en fin, no tendremos la oportunidad de concluir la jornada escuchando alguna de las conferencias que prodiga en las más diversas tribunas, no sólo las de alta cotización social, científica o profesional, sino también en las más modestas -aunque, en absoluto, menos importantes- del colegio mayor, la parroquia o la asociación ciudadana: porque otra de las virtudes que adornan a este ilustre e infatigable astur, es su generosa e ilimitada disponibilidad para toda empresa que valga la pena.

Pero si no es posible inventariar la obra de Velarde en el escaso tiempo disponible, sí cabe decir que la misma se inscribe en el marco de la escuela realista española y, dentro de ella, de la llamada "Escuela de Madrid", nacida a comienzos del siglo XX para oponerse -en el sentido de Stigler, tal como ha señalado el profesor Camilo Lebón- al "modelo castizo" de política económica española -la adjetivación es del propio Velarde- que arranca del Arancel proteccionista de Cánovas del Castillo, de 1891, y, aún antes, del grupo de los constitucionalistas de Cádiz. La generación a la que el profesor Velarde pertenece como figura destacada, y de la que muchos de los economistas españoles ya no tan jóvenes nos reconocemos discípulos, aportó una visión crítica fundamental acerca de los problemas económicos de España, defendiendo la apertura al exterior de nuestra economía frente al tradicional sistema proteccionista, e insistiendo con reiteración en la necesidad de una política de estabilidad de precios y del tipo de cambio unida a una reducción de los intervencionismos reguladores de los mercados de factores y productos, así como la modernización de nuestro sistema tributario y de nuestro sector público.

Dos aportaciones pueden tomarse como definitorias de la dirección y el sentido de ese vector que es el conjunto de la obra de Velarde: Sobre la decadencia económica de España, cuya primera edición data de 1961; y 1900-2000: Historia de un esfuerzo colectivo. Cómo España superó el pesimismo y la pobreza, obra en dos gruesos volúmenes publicada en 2000, dirigida y, en muy buena medida, por él escrita, pues asumió la redacción de ocho de sus veinticinco capítulos. Entre ambas aportaciones discurre el objetivo y riguroso discernir acerca de la realidad nacional contemporánea que Juan Velarde ha visto y vivido, desde la universidad y el servicio público, con singular independencia de criterio. Y aludo a su acendrada independencia intelectual, porque sólo una frontera se ha autoimpuesto este hombre de radicales convicciones morales, que no quiere decir extremas ni cerradas al sano diálogo, sino que se hunden en lo más profundo de su conciencia. Me refiero a la misma frontera que Alonso Quijano El Bueno señalaba a su fiel Sancho cuando le exhortaba: "...que nuestras obras no han de salir del límite que nos tiene puesto la religión cristiana que profesamos". ¡Qué ejemplar testimonio el suyo en tiempos de deserción y disimulo! ¡Cuán impagable su orientador magisterio en esa imprescindible dimensión antropológica de la ciencia que cultivamos!

No quiero concluir sin hacer sumaria mención de los cargos desempeñados por el profesor Velarde, así como de las distinciones de las que hasta ahora ha sido objeto, pues las mismas expresan su relevancia en el ámbito institucional y el reconocimiento que su labor ha merecido.

Fue Vicedecano de la Facultad de Ciencias Políticas y Económicas y Decano en funciones de la misma en el periodo de 1967 a 1973. De 1974 a 1977 fue Rector de la Universidad Hispanoamericana de Santa María de la Rábida, y de 1978 hasta ahora, Director de la Escuela de la Granda de Estudios Hispánicos, vinculada a la Universidad de Oviedo. Es Doctor Honoris Causa por las Universidades de Oviedo, Sevilla, Pontificia Comillas, Alicante y Valladolid, y Medalla de honor de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo. Ha sido, por designación del Congreso de los Diputados, miembro del Consejo de Universidades desde 1987 a 1991. Fue Consejero Científico del Fondo de Investigaciones Sanitarias de la Seguridad Social. Es representante de la Universidad Complutense en el Patronato del Real Colegio Universitario María Cristina, de El Escorial, y presidente del Instituto de Investigaciones Económicas y Sociales Francisco de Vitoria.

Fue, asimismo, Vicesecretario de Estudios del Ministerio de Trabajo desde 1957 a 1973; Secretario General Técnico de Planificación del Desarrollo de 1973 a 1974; Secretario General Técnico de Educación y Ciencia de 1974 a 1976 y Director del Instituto de Estudios Laborales y de la Seguridad Social de 1976 a 1982.

Desde 1977 es Miembro de Número de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, y, a partir de 1981, forma parte de la Mesa directiva de esta Corporación. Es Miembro también de la Academia Scientarium et Artium Europaea, Académico de Mérito de la Academia Portuguesa da Historia y correspondiente de la Academia de Ciencias Políticas y Sociales de Venezuela, de la Academia Nacional Argentina de Ciencias Morales y Políticas, de la Academia Chilena de Ciencias Sociales, de la Academia Boliviana de Ciencias Económicas y de la Academia Paraguaya de la Historia. Premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales en 1992, Rey Jaime I de Economía 1997, Premio de Economía de Castilla y León "Infanta Cristina" 1997 y Premio de Economía Rey Juan Carlos en 2002.

Ha sido Asesor para cuestiones de la Seguridad Social de la Organización Internacional de Trabajo. Es miembro del "European Institute of Social Security". A partir de diciembre de 1991 es Consejero del Tribunal de Cuentas.

Entre sus condecoraciones se encuentran las grandes cruces de las Órdenes de Cisneros, del Mérito Civil, del Mérito Agrícola, de Vasco Núñez de Balboa (Panamá) y de Gran Oficial de la Orden de África.

Cuando se le concedió el Premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales en 1992 -según antes recordaba- vino a reconocerse su "trayectoria dilatada y fecunda", su "magisterio tanto intelectual como moral", su "dimensión interdisciplinar" y su "responsabilidad en el servicio público". Pero lo que por encima de todo destaca en Juan Velarde -nos consta a quienes hemos tenido el privilegio de recibir su magisterio y de disfrutar su amistad- es su categoría humana, su talla de universitario y español ejemplar.

Muchas gracias.

Madrid, enero de 2007