LAUDATIO Hermann MoslerDoctor Honoris Causa por la UNED 1996 | ||
I- Quiere el uso académico que la laudatio, en un acto como el presente, tenga una doble dimensión. Una primera da cuenta y razón del buen fundamento de la petición que se formuló en su día a la Universidad para la concesión del Doctorado Honoris Causa. La segunda presenta al candidato en el círculo de colegas y doctores en el que se le acoge.
En la trayectoria vital de todos nosotros hay momentos estelares, generados por encuentros personales, que deciden de modo sustancial sobre nuestras vidas. Por tal diputo yo el que tuvo lugar un día venturoso en los primeros del mes de Octubre de 1957 en el despacho del entonces Director del Max-Planck-Institut für Ausl Off. und V61kerrecht de Heidelberg. Joven todavía, según averigüé después, el más joven de todos aquellos grandes maestros que allí trabajaban, había sido nombrado hacía pocos años, no obstante, Director de ese prestigioso Instituto.
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II- Debo encuadraros, en primer lugar, la figura del nuevo Doctor.
La acción de Hermann Mosler en la configuración del Instituto ha sido tan decisiva en los dos decenios largos en los que él fue Director, que hoy sigue siendo bien patente su impronta directa o indirecta. Los codirectores que la continúan, en su mayor parte, son discípulos suyos. De su buen hacer en este campo destacaré solamente dos rasgos: la dirección del Instituto, firme y flexible a la vez, fue compaginada con la colegialidad en el quehacer científico. En primer lugar, lejos de distanciar y alejar, supo siempre atraer e interesar en las tareas científicas de esta institución a un amplio grupo de colegas alemanes, de modo que el Instituto fuera lugar de encuentro y debate científico. En segundo término, maestro directo de algunos discípulos, con espíritu generoso aceptó siempre que otros colegas, miembros científicos del Instituto, hicieran su propio discipulado dentro de él.
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III- La biografía del doctorando no sería completa sin hacer mención a su actividad como juez internacional. Tengo para mi que la figura del padre magistrado fue aquí señera.
En la valoración de la primera, que hay que presumir en todo magistrado, los internacionalistas han juzgado de la imparcialidad que se le presume al juez internacional por el grado de coincidencia entre las tesis que éste sostiene con los intereses del Estado de su nacionalidad. No hay rastro en las decisiones judiciales en las que Hermann Mosler participó, algunas nada pacíficas, de comportamiento de juez ad tioc, ni siquiera en aquella en la que Mosler lo fue según su nombramiento. Fiel a su concepción de la Comunidad internacional como una comunidad regida por el Derecho, no tuvo empacho en sumar su voto al de la mayoría, allí donde entendió que el comportamiento del Estado de su nacionalidad no se ajustaba a la conducta marcada por la regla jurídica.
IV - Hay una tercera dimensión en el quehacer de nuestro doctorando como jurista de la teoría y de la acción, que se concreta en la alta función consiliar ejercida cerca del gobierno Federal Alemán. En la semblanza se menciona este dato: impartiendo un curso en calidad de profesor invitado en la Universidad de Georgetown, hubo de interrumplirlo abruptamente porque el Gobierno alemán lo reclamaba para incorporarlo, como asesor jurídico, a la Delegación que discutiría, en la Conferencia de Paris, el Plan Schuman y que elaboraría el Tratado de la Comunidad del Carbón y del Acero. Resultado de esta experiencia fue después su nombramiento como Jefe de la Asesoría Jurídica en el Ministerio de Asuntos Exteriores.
Termino ya, pero no sin antes hacer una breve referencia a Frau Mosler. Nuestras formalidades académicas encierran, necesariamente, un cierto grado de injusticia porque hasta ahí no hemos podido llevar la exigencia constitucional de la igualdad de sexos. El título de Doctor Honoris Causa, lo digo en clave de humor, debería decir "Hermann Mosler y esposa". Sería así más conforme a la verdad histórica, Especialista, Ana Mosler, en una materia tan ajena a las disciplinas que enseña nuestra Universidad, como es la egiptología, abandonó pronto su propia tarea para consagrarse por entero a las de su marido y a su familia. La discrección, perspicacia, claridad de juicio y benevolencia con la que ella ha ejercido el don de consejo acerca del Consejero, pertenecen al ámbito de la intimidad conyugal. Yo me limitaré a alabarla refugiándome un texto sagrado bien conocido: "La mujer fuerte, ¿quién la hallará? Vale mucho más que las perlas. En ella confía el corazón de su esposo ... Con sabiduría abre su boca, y en su lengua está la ley de la bondad" (Prov. 31, 10-11; Ibid. 26).
Madrid, junio de 1996 | ||