| De sobra sabemos que el pensamiento crítico tiende a menudo a ser sustraído del tejido social de los grandes centros dominantes, preludiando tal vez, como decía Chomsky, la arriesgada deriva hacia una sociedad despersonalizada, inoperante por sumisa, carente de asideros. El azaroso estado de cosas en el mundo actual autoriza a no perder de vista tan alarmante acechanza. Y el escritor debe intervenir por principio en esa situación, rechazándola con su palabra escrita o tal vez propiamente con su actitud pública. Me importa reiterar que el escritor debe ser -por definición- un vigilante del poder, de cualquier poder, un testigo de cargo de sus presuntos desvíos y abusos, no necesariamente a través de su obra sino por medio de sus reacciones personales, de su conducta cívica. Y es ahí, en ese vínculo entre el escritor, como generador crítico de conocimientos, y el lector, como receptor de esos conocimientos, donde se genera la fecunda gestión de la cultura en toda transformación justiciera de la sociedad.”
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