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Ruta Literatura y Mediterráneo: Max Aub, María Villangómez y Miguel Espinosa

Si en el mundo existe un mar literario, ése es, sin duda, el Mediterráneo: Basta con acercarse a sus aguas o a sus puertos para que el alma se empape de versos, viajes y mitología. Y con esa intención llegaron los 26 participantes a la primera ruta organizada por el Centro Asociado de la UNED en Dénia los días 15 y 16 de junio, dispuestos a establecer el mar como una digna vara de medir las capacidades expresivas y reflexivas de tres miradas en particular: la del 'rara avis' Miguel Espinosa, la del poeta ibicenco Mariá Villangómez y la vanguardista y revalorizada mirada de Max Aub.


Tras la acogedora bienvenida del Vicerrector de Estudiantes, Empleo y Cultura, Álvaro Jarillo, y la Directora del Centro Asociado de la UNED en Dénia, Raquel Martí, el grupo cedió ante la propuesta de Jaume Tortosa, coordinador de Enlaces Externos y encargado de las lecturas que se hicieron a lo largo del trayecto, de despertar a orillas del mar, como el protagonista de “Yo vivo” de Max Aub:

“Hiedra, lirón; descubrir, descansando, queda el alma, sin fuerza los músculos, que la ventana es una ventana, y que el sol tibio saluda sin trabas. Dulce cansancio del descanso. El techo es igual a ayer: aquel ligero desconchado, con su partícula a medio desprender, desde que la vio. Bienestar siempre blanco. El colodrillo en la almohada limpia; las sábanas limpias, las paredes limpias, el sol limpio. Todavía no han nacido las moscas. Serenidad. Ponerse el traje de baño, y al mar. Al mar, qué ahora oye, sordo. Las olillas de casi nada, lamiendo la arena fina; ocre por mojada; pajiza, dos pasos más arriba. Enrique descubre el Mediterráneo y echa una pierna fuera de la cama.”



Y echamos a andar. La concejala de Cultura y de Turismo del Ayuntamiento de Dénia, Pepa Font, nos aconsejó ir merodeando por las calles situadas en la colina sobre la que se alza el castillo y, después de conocer la historia dianense en el museo del Juguete y el museo etnológico, alcanzamos la parte más alta bajo el sol mediterráneo y el olor de los pinos, quizás con la esperanza de otear desde sus murallas alguna vela latina empujada por Eolo o escuchar en la brisa los versos preciosistas de las casidas andalusís como ocurría en Dénia cuando era capital de Taifa.


Museo del Juguete


Puerto de Dénia

Para completar tanta mediterraneidad fue conveniente acercarse al puerto para enfrentarnos a un arroz a banda y poder abordar las lecturas de “Escuela de Mandarines” con cierta racionalidad, con esa ambición de la paideia que propugnó el siglo de Platón y que a Miguel Espinosa le guió en todos sus escritos. “El saber y sus opiniones son obra de nuestro demiurgo o interioridad, que ve o sueña el universo; a una viva interioridad corresponde un profundo ensimismamiento, y, al mismo tiempo, una honda vocación de opinar, en suma, una insaciable avidez. El que no tiene interioridad, no siente avidez, y viceversa; quien no vive el ensimismamiento, no goza del conocimiento; aunque parezca contradicción, el absorto es un constante investigador.”

Se diría que Espinosa estaba sentado frente al mar cuando lo escribió. Y si es cierto, como Hume y Descartes dejaron escrito, que la filosofía nace del viaje, también es necesaria esa visión filosófica para emprenderlo. El Mediterráneo es, sin duda, al menos desde que Homero lo insinuó y Kavafis lo proclamó, la más prestigiosa metáfora del viaje. Y con el viejo grito nietzscheniano de “¡a los barcos, poetas!”, el grupo se hizo a la mar.


EIVISSA DAVANT ELS ULLS

“Alta en sòcols de roca groguinosos et miro encastellada sobre el mar -mar que guareix, per jove, tota nafra, i et somriu engrescat amb tots els vents- des d'un tossal de glauques oliveres i de púnica escorça cavernosa de tombes, oh ciutat edificada en vint-i-set centúries de fonaments, que aixeques les teves cases blanques, jardins, escales, torres, damunt una armadura molts de cops renovada, i a la talaia del teu cel t'eleves per esguardar un fragment d'aquest planeta: els teus puigs, el teu mar. Dreta i quieta, mentre llisquen ventades, ones, núvols.”

[IBIZA ANTE LOS OJOS / “Alta en zócalos de roca amarillentos / te miro encastillada sobre el mar / -mar que cura, por joven, toda llaga, / y te sonríe animado con todos sus vientos- / desde un cerro de glaucos olivos / y de púnica corteza cavernosa / de tumbas, oh ciudad edificada / sobre veintisiete siglos de cimientos, que levantas / tus blancas casas, jardines, torres, escaleras, / encima de una armadura muchas veces renovada, / y a la atalaya de tu cielo te elevas / para mirar un fragmento de este planeta: / tus cerros, tu mar. Erguida y quieta, / mientras se deslizan vientos, olas, nubes.” Traducción de Antonio Colinas]

Son estos versos la misma imagen que se presentó ante nuestros ojos mientras el barco se acercaba a la dársena. El paisaje de su isla y la de Formentera es, por no decir el principal, uno de los temas por excelencia de Marià Villangómez, un escritor que utiliza la poesía y una prosa casi poética para retratar la tierra que le rodea -como la de Machado: una poesía dentro del tiempo proyectada más allá de los límites espaciales, a pesar de las múltiples referencias paisajísticas- y que para este maestro de escuela no sólo era paisaje, sino también historia, cultura y lengua.


El Centro Asociado de la UNED en las Islas Baleares se encargó de darnos la bienvenida y, junto a la Vicerrectora Mercedes Boixareu, presentarnos la figura del poeta, que celebra este año y desde el 10 de enero el centenario de su nacimiento; por lo que se obsequió a todo el grupo con un ejemplar del libro “Marià Villangómez: des de l'illa” (Marià Villangómez: desde la isla), un conjunto de textos que ofrecen una visión integral y encantadora del escritor, tanto desde el punto de vista del poeta como en sus vertientes de dramaturgo y traductor de poesía, especialmente de sonetos franceses e ingleses.

El caer de la tarde desde Dalt Vila nos proporcionó algunas de las postales más alumbradoras de toda la ruta; pero también hipnóticas: ya se sabe que el mar, que nos reclama una atención permanente, es el mayor narcótico conocido. Con el ánima en calma, fuimos a encontrarnos con Morfeo.


El domingo, día marcado por la amenaza de llegar a Itaca, se hizo mucho más ameno gracias al Taller de Escritura “El mar y la creatividad literaria” que el escritor Enrique Valladares impartió a bordo del barco que nos traía de regreso. Enrique, acostumbrado al mar de Tarragona e involucrado en la escritura creativa desde hace más de diez años, ha sido alumno del Taller de Escritura de Madrid y ha publicado relatos en diversas antologías de nuevos escritores y en webs literarias españolas, siendo jurado también en distintos concursos literarios. Y, mientras los participantes ejercitaban la imaginación y componían escritos, nos percatamos de que el mar, como la propia realidad, se transfigura proteicamente como el viejo Proteus, es reino de la transmutación y del constante cambio; pero que sin lugar a dudas es, inevitablemente, el límite, el fin, el cadencioso recordatorio del absoluto. En nuestro caso, el puerto.

Aquí puedes leer los tres textos seleccionados en el Taller de Escritura "El mar y la creatividad literaria" de Enrique Valladares.

La despedida, entre promesas de reencuentros y sonrisas cómplices, se vio suavizada por los sabores de la comida y por las palabras de Raquel Martí, que confirmó la intención de llevar a cabo otra Ruta Literaria por la comarca de la Marina Alta en un futuro, que pueda relacionar la literatura con la gastronomía de la zona o algunos aspectos históricos tradicionales como la elaboración de la pasa. Al mar, siempre se vuelve, aunque sea a sus orillas.

COMUNICACIÓN UNED: galería de imágenes

Javier Sales

Gabinete de Prensa UNED Dénia