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Discurso Göran TherbornCon motivo de su investidura como Doctor Honoris Causa en Sociología por la UNED | ||
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No buscaban tendencias futuras, pero los tres apuntaron problemas del presente en términos de enfermedades y anormalidades, Durkheim en las “formas anormales” de la división del trabajo, Spencer en las “formas anormales” de heterogeneidad, como luchas de clase y guerras, y Weber en el capitalismo victorioso que creaba una “jaula de acero” [stahlhartes Gehäuse] a partir de nuestra preocupación por los bienes exteriores3. El capitalismo contra el socialismo, como modos de producción/modos de vida, y el desafío de la clase obrera fueron temas centrales en las ciencias sociales de hace un siglo. Para Durkheim -quien trató sobre la anomia, la desigualdad y la falta de organización industrial adecuada del capitalismo como ”formas anormales” de la división del trabajo4-, el socialismo parecía como algo ”implícito en la naturaleza misma de las sociedades superiores”5. Herbert Spencer subsumió el capitalismo bajo otro concepto, en su caso el de “sociedad industrial”, y fue enemigo implacable prácticamente de toda regulación pública. Weber, por su parte, tenía como muchos de sus compatriotas un interés apasionado en el concepto de capitalismo -“la fuerza más fatídica en nuestra vida moderna”6- y sentía una gran admiración por el empresario. Su texto más famoso fue el dedicado al capitalismo7. Hablaba a menudo del socialismo y del partido socialdemócrata con una mezcla de compasión y de desdén8 . Una economía y una sociedad socialistas aparecían como ilusiones, pero pensaba que las esperanzas socialistas eran inradicables del mundo9. El foco central de la sociología de Durkheim y de Weber era la religión. ”En principio [dans le principe] todo es religioso” -dijo Durkheim10-. Los ensayos más elaborados y más profundos en toda la obra de Max Weber son sus ensayos sobre la sociología de religión11. La temática religiosa para Durkheim y para Weber era vista como soluciones a problemas morales y motivacionales de integración social. Algo que Spencer constataba también, pero que trataba solamente en términos de ”adaptación” y de formación de ”costumbres”12 . En el futuro Weber veía dos grandes poderes con mayores posibilidades de dominar todos los otros: el burocratismo estatal y la Iglesia Católica13 . | ||
2. Una sociología del siglo XXI La experiencia sociológica de enero a agosto de 1914 presenta un contraste bastante cauto respecto a la ambición prediccional demesurada que existe en 2014. Sin embargo, ¿qué puede decirse de la Sociología del nuevo siglo en su amanecer? Ubiquemos estas breves reflexiones en un cuadro analítico más general referido a las dimensiones fundamentales de la evolución humana14. Esta evolución se desarrolla dentro de cinco campos de fuerza, por medio de dos procesos dinámicos, de interacciones entre la humanidad y la naturaleza, y de competencia e imposición/selección de patrones sociales entre y dentro de los diferentes campos. 2.1. Ecología de la población En cuanto a la ecología de la población humana podemos destacar dos tendencias contradictorias. En términos macro, por un lado se constata una perspectiva a medio plazo de estabilización de la población mundial y, por otro lado, una desestabilización del medioambiente natural. Ambas tendencias tienen un significado de época: son el fin de tres siglos de crecimiento rápido de la población y el fin de más o menos dos siglos del patrón de dominio del medio ambiente natural propio de la modernidad, permitiendo una salida tecnológica a la “trampa de Malthus” sobre los límites naturales de la sostenibilidad de la población. Actualmente el desarrollo de la contaminación humana está desestabilizando el clima y todo el ambiente del Planeta. Que nuestros descendientes van a reaccionar frente a esta situación lo sabemos. ¿Cómo? No lo sabemos. Lo que podemos decir ahora es que las prioridades de las sociedades humanas serán muy diferentes a las del siglo pasado. Por otro lado, la estabilización de la población, que probablemente ocurrirá a finales del siglo, implicará un cambio histórico en las relaciones intergeneracionales, fortaleciendo el poder de los adultos mayores y el peso de su herencia. En el plano micro, veremos una prolongación de la vida humana, gracias a los avances de la medicina, posiblemente de manera más acelerada para los sectores de población privilegiados, con una prolongación socio-biológica acompañada por un acortamiento de las perspectivas socioeconómicas de los jóvenes. Hemos visto ya ambos procesos, con expectativas más largas de vida de las clases superiores, y con el desempleo y el precariado prolongado de los jóvenes. Hemos visto también un descenso absoluto de la esperanza de vida entre los marginalizados o excluidos del mercado de trabajo, tanto en Finlandia como en los Estados Unidos. Algo que también vimos anteriormente con la restauración del capitalismo en Rusia y Ucrania15. Hoy en día no podemos decir si un acortamiento de la esperanza de vida de las personas más perjudicadas socialmente constituirá una tendencia persistente del nuevo siglo. A partir de lo que sabemos sobre las consecuencias del desempleo en las décadas recientes podemos decir que los banqueros y especuladores que han creado la crisis actual y sus diez millones y medio más de desempleados en la Unión Europea han causado una muerte prematura de miles de personas; más probablemente decenas de miles de muertos prematuros. Sobre todo en Europa es improbable que las cohortes de edad nacidas después de 1975 logren ingresos y niveles de vida similares a los de sus padres. Fuera de Europa la demografía es diferente, con más oportunidades para los jóvenes, aúnque el mundo árabe está reproduciendo otra generación de juventud perdida. | ||
2.2. Modo de producción/de vida Vivimos ya la paradoja de que la aceleración reciente de la innovación tecnológica no ha producido una aceleración de crecimiento económico. En NATOlandia el crecimiento se ha ralentizado, tanto con las nuevas tecnologías electrónicas como con la hegemonía del neoliberalismo. Quiero añadir que esta co-variación me parece más bien una coincidencia que una restricción de nuevas oportunidades económicas, neutralizadas por el neoliberalismo. Probablemente experimentaremos que economías ahora desarrolladas y maduras no tengan probabilidad de un crecimiento fuerte. Entonces podremos esperar una desaceleración económica del mundo en el siglo que tenemos por delante, coincidiendo con saltos en el avance de varios países que ahora son pobres individualmente. Tengo que predecir una reproducción del capitalismo, con ampliación del alcance y el número de sus variantes. A los tres tipos predominantes de variedades del capitalismo (el anglosajón, el europeo continental –a veces reconociendo una subvariante japonesa– y el nórdico) tendremos que añadir, y tener en cuenta, las variantes chinas y otras asiáticas, rusas, africanas y latinoamericanas. El neoliberalismo no será más que una corriente, entre otras, y muy probablemente minoritaria. En el siglo XXI ha comenzado a invertirse el largo proceso de desigualitarización mundial que se registró desde los inicios del siglo XIX, mientras la brecha entre las naciones más ricas y las más pobres sigue aumentando. La tendencia a la disminución de la desigualdad económica mundial continuará. Nuevamente, en el período moderno, el peso demográfico implica también peso económico, situándose China, India y Brasil entre las diez economías más grandes del mundo. Por otro lado, las desigualdades nacionales están aumentando, con dos excepciones: Latinoamérica y Asia Central. Ambas todavía muy desiguales. Para las naciones del mundo en su conjunto, una perspectiva realista tiene que ser pesimista desde un punto de vista igualitario. El poder del capital, y sobre todo del capital financiero, el debilitamiento de la clase obrera industrial, la extensión global de los mercados ”estrella” y la ralentización tanto demográfica como económica favorecerán desigualdades crecientes16. Por supuesto, todo esto dará lugar a controversias, generando movimientos y luchas en contra, cuyos resultados no se pueden predecir. | ||
2.3. Distribución de reconocimientos, rangos y respetos En el último tercio del siglo pasado hubo una serie de grandes victorias igualitarias. Es decir, victorias de igualdad existencial, sobre el racismo y sobre el patriarcado y la jefatura masculina de la familia, que han continuado la igualitarización existencial en este siglo con la difusión de derechos iguales de sexualidad, incluso matrimonio. Este proceso sigue siendo controvertido, pero me parece una tendencia básicamente irreversible, que va a continuar. Ni siquiera el poder teocrático fundamentalista de Irán ha logrado prevenir la fuerte presencia de mujeres en la educación superior, o el retraso de la edad de matrimonio17. La importancia existencial de la religión presenta otra imagen contradictoria. Por un lado, en las últimas décadas hemos visto una pérdida dramática de la credibilidad de la doctrina eclesiástica cristiana en Latinoamérica y la Europa Latina, con una disminución de los matrimonios religiosos y un aumento de la cohabitación informal y los nacimientos extramatrimoniales, así como un reconocimiento del matrimonio homosexual en la Península Ibérica y en Argentina. Por otro lado, se constata el aumento de la influencia y militancia de fundamentalismos religiosos de todo tipo. Quizás lo más sorprendente sea el surgimiento de un budismo violento en Sri Lanka y en Myanmar. Por otro lado, se constata el aumento de la influencia y militancia de fundamentalismos religiosos de todo tipo. Quizás lo más sorprendente sea el surgimiento de un budismo violento en Sri Lanka y en Myanmar. Por lo menos en las próximas décadas diversas guerras de religión, consideradas como propias de sociedades pre modernas, van a continuar, sin éxito de algún reino divino. | ||
2.4. Cultura del conocimiento y valores Estamos frente a una visualización radicalmente diferente de la cultura, a partir de una reorganización electrónica y mundializada de los sistemas de enseñanza de alcance histórico. Probablemente la UNED forma más bien parte de la enseñanza del futuro que la Universidad de Cambridge. La nueva geo economía y geopolítica del mundo producirán un gran fortalecimiento de culturas y valores extra occidentales. Probablemente debemos esperar una marginalización de la vocación cristiano-occidental de salvación mundial, del derecho a intervenir en sociedades ajenas. Probablemente también se desarrollarán nuevas relaciones entre concepciones de derechos individuales y de integración y reponsabilidad social y ambiental. En cuanto a metas de vida, podemos destacar tres grandes metas en conflicto. Primero, el consumismo-hedonismo, que se explota en los shopping-malls del mundo, que están llegando a ser los nuevos centros sociales de referencia, desplazando las ágoras de los ciudadanos, las avenidas de los flâneurs, y las plazas de los comprometidos. Como contrapunto se encuentra el ideal de una vida de obligación religiosa, un ideal que no ha desaparecido con la “modernización” secularizadora. En realidad, Europa occidental es actualmente la única parte del mundo no afectada por la revitalización religiosa. En tercer lugar, hay una alternativa de serenidad humanista reflexiva, preocupada por la seguridad –física y económica-, y por la calidad de vida; y consciente de los condicionantes globales de una buena vida. Los adultos mayores de Europa y Japón, junto con los pueblos indígenas de los países andinos, podrían conformar una fuerza importante en esta perspectiva. Los resultados de la competencia entre esas metas de vida y otras no son fáciles de predecir. Pero los puntos de ventaja (odds) favorecen el consumismo. | ||
2.5. Política, organización colectiva y poder El mundo del siglo XXI será poseuropeo. Un mundo en donde, después de quinientos años de hegemonía europea, el factor demográfico ha vuelto a pesar económica y políticamente. La Unión Europea fue construida como una solución a problemas continentales del siglo XX. Sus intentos de desarrollar una nueva agenda mundial han fracasado. Europa, con su peso demográfico en declive, y envejeciendo, tendrá que adaptarse a un papel mundial secundario. Lo cual no tendría por qué ser visto como un desastre, ya que Europa podría llegar a ser la Escandinavia futura del mundo, una entidad sin poder y sin ambiciones de poder, pero con una apreciable influencia social y cultural, con capacidad para ofrecer un modelo y un horizonte atractivo de aspiración mundial. El mundo de nuestro siglo será multipolar, mucho más complejo y menos gobernable que el mundo bipolar de la Guerra Fría. Pero también con dos superpotencias: China y EEUU. Este último país no será el líder hegemónico del mundo como ocurrió en la segunda mitad del siglo pasado. Pero tampoco estará en descenso tecnológico y cultural. Su capacidad de destrucción masiva y transcontinental es única, y seguirá siendo la gran superpotencia militar del mundo por lo menos en la primera mitad del siglo, y probablemente durante el resto del siglo. La capacidad y los recursos del Estado van a crecer en África, Asia y Latinoamérica. Los países ricos de la OCDE se mantendrán más o menos en su nivel actual, aunque algunos recortes fiscales no se pueden excluir. De todos modos, el Estado nacional seguirá siendo un actor principal de la política mundial. Los gobiernos con formas de democracia electoral se mantendrán y extenderán, en concordancia paralela con los procesos de igualitarización existencial. Pero no necesariamente con más influencia y control populares. Probablemente, estos serán menores, debido a los procesos actuales de drenaje de la democracia electoral por el Capital y la Administración. No hay razones para esperar una reducción de la violencia y de la represión en el mundo. Empero grandes guerras o grandes épocas de paz no pueden predecirse. En cuanto a fuerzas y movimientos sociales, el siglo XXI verá dos nuevos actores relevantes en las clases medias y los ancianos, sobrepasando, aunque no sustituyendo, el movimiento obrero y la juventud estudiantil del siglo anterior. La fuerza de los ancianos o adultos mayores se puede constatar tanto en las calles, defendiendo sus derechos de jubilación, sobre todo en la región de La Plata y en Latinoeuropa, como en la distribución intergeneracional de ingresos en Europa y América del Norte. El siglo XX fue el siglo de la clase obrera y del movimiento obrero, que alcanzaron su mayor influencia. Su desafío fue reconocido tanto por el conservadurismo católico, en la encíclica Rerum Novarum (1891), como por sus enemigos mortales, los fascistas. Actualmente, la atención social predominante, sobre todo fuera de Europa occidental, se dirige a las clases medias, definidas principalmente por su capacidad de consumo y su ubicación intermedia entre los ricos y los pobres. Los llamamientos a la clase media han tomado dos formas, una defensiva, en los Estados Unidos, lamentando su precaridad creciente, y otra ofensiva, en Asia, América Latina y África, señalando el surgimiento de una nueva masa de consumidores, un nuevo mercado para las grandes empresas transnacionales. A veces las clases medias se consideran dotadas de capacidades políticas también, en el apoyo a políticas económicas “sanas” y, en las variantes más ingenuas, en su consideración como una fuerza democrática intrínseca. En el siglo XXI las clases medias serán el eje central de las políticas sociales. Esos conglomerados heterogéneos en realidad no son portadores de algún modo de vida o de una tendencia política específica. Su orientación será el primer foco de atención en los discursos y las luchas ideológicas y sociopolíticas de nuestro siglo. Los polos de un continuo de opciones serán: o bien están con los ricos y con las fuerzas de represión contra los pobres -como en Santiago de Chile en 1973 y en Bangkok varias veces en los últimos años-; o bien están con las clases populares contra los privilegiados, sus políticas y sus fuerzas de represión, como en la caída de las dictaduras militares en Corea, Taiwán e Indonesia del siglo pasado, o como a comienzos de la ”primavera árabe” y en muchas manifestaciones en la orilla Norte del Mediterráneo y, más recientemente, en la elección de un nuevo gobierno en el Estado de Delhi en India. Victorias o derrotas no se pueden predecir hoy por hoy. Las apuestas [stakes] son elevadas y las luchas seguras. | ||
3. Al final Lo inesperado va ocurrir, como siempre. Sin embargo, si en las ciencias sociales hemos hecho bien nuestro trabajo, sabremos dónde se ubica lo inesperado, y dentro de qué cuadro se puede entender y manejar. Madrid, enero de 2014 | ||
(1) J. Radkau, Max Weber, München, Hanser, 2005, p. 700. (2) H. Spencer, Facts and Comments (l902) in Structure, Function and Evolution ed. S. Andreski, London, Nelson, l971 pp. 194ff, 207ff. (3) H. Spencer, First Principles (l900), en op. cit pp. 94-5; M . Weber, Die protestantische Ethik und der Geist des Kapitalismus (l905), en Gesammelte Aufsätze zur Religionssoziologie, Tübingen, Mohr, 1988, pp. 203-4. (4) Cf. S. Lukes, Emile Durkheim, London, Allen Lane, l973, p. 172 (5) E. Dutrkheim, Sur la definition du socialisme (l893) en E. Dutrkheim, La science sociale et l´action, Paris, PUF, 1987, p. 234 (6) M. Weber, M . Weber, Die protestantische Ethik ...op cit. , Introducción p. 4. (7) La ética del protestantismo y el espiritu del capitalismo (8) M. Weber, Diskussionsreden auf den Tagungen des Vereins für Sozialpolitik (l905, l907) en M. Wwber, Gesammelte Aufsätze zur Soziologie und Sozialpolitik, Tübingen, Mohr, 1988, pp. 404f, 408ff. (9) M. Weber, Der Sozialismus (l918), en ... Soziologie und Sozialpolitik op. cit. p. 517. (10) E. Durkheim, La conception matérialiste de l´histoire (1897) en Durkheim op. cit. p. 253> (11) M. Weber, Gesammelte Aufsätze zur Religionssoziologie I-III. Tübingen, Mohr, l988, publicación póstuma 1920. (12) H. Spencer, Social Statics (l897), en Spencer op cit. pp. 216ff. (13) Weber en varias cartas hasta 1918, Radkau op cit. p. 332. (14) G. Therborn, El Mundo Una guía para principiantes, Madrid, Alianza, 2012, parte II. (15) Véase G. Therborn, The Killing Fields of Inequality, Cambridge, Polity, 2013 pp. 7-11, 111 y passim (16) Cf. T. Piketty, Le Capital au XXIe siècle Paris, Seuil (2013. (17) G. Therborn, Between Sex and Power. Family in the World, l900-2000, London, Routledge, 2004, pp. 115, 176. | ||