Logo de la UNED

Madrid, 13 de noviembre de 2015




“La buena noticia es que en España hay madres y padres corresponsables, a pesar de las trabas culturales, políticas y sociales”

Teresa Jurado Guerrero, profesora de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la UNED, presenta los resultados de una investigación que analiza cómo influye la llegada del primer hijo en las relaciones de género

Teresa Jurado

Un equipo de investigadores encabezado por la profesora de la UNED Teresa Jurado Guerrero se planteó en 2009 analizar cómo influye la llegada del primer hijo en las relaciones de género. Lo hicieron en el marco de una investigación europea que permitiera después comparar los resultados entre los distintos países participantes y en la que han participado, además de la UNED, el Consejo Superior de Investigaciones Científicas, el Consejo Europeo de Investigación, La Universitat Pompeu Fabra, la UDIMA, la Universidad Pública de Navarra, la Universitat de Girona y la Universidad Pablo Olavide


Para ello, realizaron diversas entrevistas a lo largo de este tiempo –método cualitativo- con la novedad de que siguieron una metodología longitudinal –varias oleadas de entrevistas- gracias a un tesón que permitió acceder a 68 parejas que esperaban su primer hijo en dos momentos de este periodo: en el último trimestre del embarazo y entre 18 y 24 meses después del nacimiento del bebé. Las conclusiones, a primera vista, pueden parecer algo obvias, pues no hacen sino mostrar una realidad que no por conocida es menos problemática: la corresponsabilidad, a día de hoy, no es más que una utopía. Sin embargo, el título del libro en el que se han recogido los resultados del trabajo, Padres y madres corresponsables: una utopía real, arroja algo de esperanza sobre el tema. “En España hay madres y padres corresponsables… a pesar de las trabas culturales, políticas y sociales a las que se enfrentan”, señala la investigadora. Es decir, que si se eliminaran esas cuestiones, o al menos algunas de ellas, la utopía se volvería realidad porque así está en el ánimo y en la voluntad de muchas parejas actuales.


Esta paradoja entre lo utópico y lo real fue precisamente lo que inspiró el trabajo. Tanto Teresa Jurado como la coautora del libro, María José González, afirman en el prólogo del mismo que “los jóvenes se identifican cada día más con valores de género igualitarios –especialmente en el ámbito de las relaciones íntimas- y, en cambio, el número de parejas con un reparto igualitario de las tareas domésticas es realmente minoritario, sobre todo entre parejas con hijos”. Para analizar en qué momento los ideales de igualdad se tornan en desequilibrio real se seleccionaron 68 parejas –una elevada muestra, en opinión de la profesora- en función de diversos criterios, pero que, en cualquier caso, ambos tuvieran ingresos, bien porque tuvieran un trabajo o bien porque cobraran el subsidio de desempleo.



Jurado explica que “buscábamos parejas de clase trabajadora con bajo nivel educativo, parejas en las que las mujeres tuvieran un nivel económico más alto que el del hombre y parejas en las que el hombre tuviese un trabajo que, a priori, permitiera la corresponsabilidad”. Una muestra que, tal y como señala la experta, “no es representativa de la población en general, sólo del universo en el que se trabaja y con ciertos sesgos, pues no trabajamos por ejemplo con zonas rurales –las entrevistas se realizaron en Madrid, Barcelona, Sevilla y Pamplona- y encontramos una escasa representación del primer tipo de pareja, pues cuando el nivel educativo es bajo cuesta más acercar el discurso y salvar la distancia social”


Para generar el contenido necesario para la investigación se realizaron cinco entrevistas. Una individual a cada miembro de la pareja y otra conjunta durante el embarazo (primera ola), y una individual tras el nacimiento (segunda ola). En la primera ola se abordaron cuestiones sobre la trayectoria educativa y laboral, las condiciones de trabajo, las expectativas sobre el futuro laboral y las rutinas diarias en el reparto de las tareas en el hogar. Además, se les preguntó acerca de cómo pensaban que sería su vida con la llegada del bebé y cómo se planteaban la corresponsabilidad. Pasados entre 18 y 24 meses desde el nacimiento del niño se realizó la segunda ola, durante la cual se plantearon cuestiones relacionadas con los primeros meses con el bebé, la vuelta al trabajo, las nuevas rutinas en el reparto de las tareas domésticas y el cuidado y los planes de futuro. Cabe destacar que, como punto de partida, los investigadores establecieron que era suficiente que el hombre asumiera el 40 por ciento de la carga de las tareas para considerar el reparto igualitario". ¿Por qué no el 50 por ciento? “Porque es imposible cambiar tanto en tan poco tiempo”, afirma la profesora.


Conciliación


Tras analizar todo el material obtenido, Teresa Jurado hace una valoración inicial de los resultados: “El primer hijo es el desencadenante de algo que ya está ahí”, afirma, “en la mayoría de los casos ya se podía ver qué parejas iban a adoptar modelos más tradicionales de reparto de tareas domésticas y de cuidados del hijo. Una de las cosas que más nos ha llamado la atención es que ya existen muchas diferencias antes de la llegada del niño”. Es decir, “que es fundamental lo que ambos cónyuges traigan de casa” y lo que se establezca durante la convivencia sin hijos, en caso de que la hubiera. “Hemos visto”, continúa la profesora, “que lo que el hombre no hacía antes de la llegada del niño, no lo va a hacer después”. O dicho en otras palabras, que “si te has emparejado con un hombre tradicional, la llegada del niño sólo servirá para que todo eso explote”. En cuanto a los que sí asumen un reparto igualitario antes de la llegada del niño, existen dos posibilidades tras la misma: “pueden seguir haciéndolo o no. Entre ellos, es más fácil que se tradicionalicen los que tienen ayuda doméstica o los que asumen el reparto por imposición, sin convicción”.



Paseo por la calle

¿Dónde están, entonces, los resultados esperanzadores? A pesar de esta primera reflexión, Teresa Jurado afirma rotunda que “la conclusión principal es que sí hay padres corresponsables” y que los hay a pesar de que “es muy difícil serlo”. “Es un resultado estupendo”, continúa la experta. “Tenemos unas políticas totalmente en contra de la corresponsabilidad y trabas sociales y culturales. La primera es el permiso de paternidad/maternidad, que ya está indicando claramente a quién le toca cuidar: 16 semanas para la madre frente a 2 para el padre. Además, todas las medidas de conciliación están pensadas para las mujeres, por mucho que se intenten vender en género neutro”. Pero, por encima de estas políticas sociales, la profesora señala los estereotipos de género que todos tenemos asumidos: “las propias madres de tu entorno, cuando te quedas embarazada, te los refuerzan con afirmaciones del tipo ya verás como el niño va a ser tuyo, los niños son de las madres… etc”.


¿Qué habría que cambiar, entonces? Teresa Jurado lo tiene claro: “En primer lugar, cambiar el sistema de permisos por maternidad/paternidad, que deberían ser iguales, remunerados e intransferibles para los dos cónyuges. En segundo lugar, las jornadas laborales, que deberían fijarse en 35 horas semanales, pues las reducciones de jornada acaban marcando a las personas. Cuando una pareja debe elegir quién reduce su jornada y su sueldo suele decantarse por el miembro que gana menos, que en líneas generales es la mujer. En este sentido, habría que eliminar también los turnos rotatorios y hacerlos fijos y continuados. Finalmente, habría que universalizar la Educación Infantil de 0 a 3 años, aunque lo ideal sería establecer permisos de 6 meses para cada progenitor, de forma que el niño pudiese estar en casa el primer año de vida”.

Dime cómo corresponsabilizas y te diré qué clase de madre o padre eres

  1. Madres cuidadoras convencidas
    Son aquellas que, teniendo ideas igualitarias antes de la llegada del primer hijo, su discurso se vuelve naturalizante tras la maternidad, que definen como “cuestión de útero”. Se perciben a ellas mismas con mayor capacidad para cuidar que ellos.

  2. Madres cuidadoras conciliadoras
    Ven a los hombres capaces, pero al final en la práctica se encargan ellas. Suelen tener buenos trabajos, que ayudan a la conciliación, o ayuda familiar, reducen poco sus jornadas y están bastante orientadas al empleo.

  3. Madres cuidadoras corresponsables
    Dan por hecho la igualdad de capacidad. Su orientación al empleo es fuerte y su principal característica es que tienen una pareja concienciada.

Niñas corriendo

  1. Padres cuidadores ocasionales
    Centrados en su empleo, su vida está basada en su trabajo y en sus intereses individuales, tales como hacer deporte o tener una vida personal más allá del hijo. Se justifican como sustentadores económicos de la familia y defienden una especialización del trabajo por géneros.
  2. Padres cuidadores ayudantes
    Cuidan más que los ocasionales, su situación laboral es más favorable y finalmente lo hacen, pero es ella la que organiza y distribuye las tareas.
  3. Padres cuidadores comprometidos
    No son corresponsables del todo porque el estudio muestra que los padres corresponsables son aquellos que cuidan en solitario. Son los que más se acercan al ideal de igualdad pero, si hay un trabajo en paralelo, sigue siendo la mujer la que organiza.



Texto e imágenes: Itziar Romera

Edición web: Elena Lobato

Comunicación UNED