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Madrid, 15 de junio de 2016




En recuerdo de Jorge Semprún, el hombre “que asumió los riesgos de vivir”

El departamento de Historia Contemporánea de la UNED había convocado una jornada en recuerdo de Jorge Semprún, en el quinto aniversario de su muerte. En la mesa el rector, Alejandro Tiana; la decana de Geografía e Historia, María Jesús Peréx; el director del departamento, Hipólito de la Torre y los impulsores del evento, el catedrático Abdón Mateos y el profesor Felipe Nieto. Junto a la mesa, un atril, y sentados tras él, Antonio Elorza, Santos Juliá y Reyes Mate, tres amigos de Semprún dispuestos a ofrecer el retrato de un hombre “tan representativo como controvertido”, como le definió Peréx.


Entre el público, en primera fila, Enrique Múgica, compañero de equipo de gobierno, que fue ministro de Justicia en la misma legislatura en la que Semprún lo fue de Cultura, entre 1988 y 1991, y Tomás de la Quadra Salcedo Fernández del Castillo, ministro de Administración Territorial de diciembre de 1982 a julio de 1985.


El rector abría el acto pergeñando la personalidad polifacética del protagonista de la mañana: “Estamos aquí para rendir homenaje al escritor, intelectual, político y guionista cinematográfico Jorge Semprún”; y agradeciendo la colaboración y apoyo recibidos desde otras instituciones, como, “las universidades Rovira y Virgili, la de Barcelona y la Complutense de Madrid; el Centro de Investigaciones Históricas de la Democracia Española; la Casa Velázquez; el Grupo de Estudios del Exilio Literario y la Association des Amis de Jorge Semprún”.


Gobierno 1989-1990

La Moncloa: Gobierno de diciembre de 1989 a mayo de 1990



Felipe Nieto

El profesor tutor Felipe Nieto aportó las primeras pinceladas: ”No era fácil conocerlo. Era un hombre de personalidad compleja y difícil de esquematizar. La vida fue generosa con él, le dotó de unas cualidades excepcionales. Y él decidió ponerlas en juego en virtud de unos ideales: la lucha por la libertad. Defendió una Europa unida y diversa, gobernada por los principios de la razón democrática. ¿Qué diría hoy si viera esta Europa en quiebra?”.


Nieto planteó cómo querría ser recordado el intelectual homenajeado. Respondió el propio Semprún desde la pantalla gigante del salón de actos de Humanidades, gracias a una vieja entrevista rescatada de la televisión. Quería que le recordasen “quizá como alguien que arriesgó tanto en la escritura como en la vida. Alguien que asumió los riesgos de vivir”.

Enrique Mugica

Enrique Múgica con Tomás de la Quadra Salcedo


Federico Sánchez, entre la reconciliación y el conflicto

Antonio Elorza, historiador, ensayista y catedrático de Ciencias Políticas en la Universidad Complutense de Madrid, se hizo amigo de Jorge Semprún durante un debate en que el entonces ministro se enfrentaba a los intelectuales que habían firmado un manifiesto contra la primera guerra de Irak. “Fui su amigo, una amistad fugaz, mientras sufríamos las embestidas de Manuel Vázquez Montalván, una auténtica máquina de destrucción dialéctica”.


Cuando invistieron a Semprún doctor honoris causa por la Universidad de Rennes, en la Bretaña francesa, “me dedicó un ejemplar de la 'Autobiografía de Federico Sánchez' en recuerdo de tantas vivencias compartidas. Le llamé una vez, pero luego perdí su contacto. Por su vida clandestina había dado consignas severas a quien le conocía de no facilitar a nadie su dirección, así que no volvimos a coincidir. Años después, releyendo aquel libro, me di cuenta de que había apuntado en la página final sus señas exactas de París”.


Elorza recuerda la llegada a España de Federico Sánchez, seudónimo con el que firmaba en Mundo Obrero –periódico del Partido Comunista – y como se le conocía en los círculos clandestinos de la oposición franquista. “Tenía un sentido aristocrático de la vida, por sus orígenes familiares, pero se identificaba con el espíritu de sacrificio de los trabajadores y militantes comunistas. Santiago Carrillo, que entonces dirigía el PCE tampoco era obrero, era un intelectual, pero un intelectual perverso”.

Mesa de la jornada

Antonio Elorza



Las ideas de ambos chocaron. En las relaciones internacionales se planteaba la desestalinización del PCE y en el interior se esbozaban dos estrategias. Semprún abrazó la idea de “reconciliación nacional” alentada por la Pasionaria, “quería que todo el mundo participara en el frente antifranquista, se lanzó a una tarea novedosa: superar la barrera simbólica de la Guerra Civil, reunir a todo el mundo, a los comunistas con estudiantes, republicanos, monárquicos, grupos católicos y hasta círculos juveniles escindidos de la Falange. Veía aquella España como un sociedad en pleno cambio, pero ajena al régimen”.


“Carrillo trata de compensar la reconciliación nacional con una ruptura a corto plazo, convocando una huelga pacífica, un reto para desgastar el régimen. Califica las posiciones de Semprún como socialdemócratas y reformistas. Semprún cree que Carrillo renuncia a ver la realidad, que una huelga organizada por los comunistas no va hacer caer el régimen”.

La huelga no triunfa y Semprún, o Federico Sánchez, es expulsado del PCE. ”Aquel domingo llega la ruptura definitiva. El marxismo, como teoría de la revolución universal había sido su razón de vivir. Se queda sin la intensidad del compromiso que había vivido hasta ahora. A partir de ese momento la obra de Semprún será una forma grandiosa de poner en práctica sus ideas para transformar las conciencias”.



Clandestinidad, amistad, fraternidad


El historiador, sociólogo y catedrático de Historia Social y del Pensamiento Político de la UNED, Santos Juliá, compartió otra etapa de la vida de Semprún, junto a otros camaradas y amigos como Fernando Claudín y Javier Pradera. “Coincidí con él un mes en el Ministerio de Cultura. Me llamó para ofrecerme la Dirección General del Libro y las Bibliotecas, tras la destitución del anterior director, durante la primera Guerra de Irak. Yo sabía que estaba pendiente una crisis de gobierno y que Felipe González iba a prescindir de él. Acudí a la llamada de alguien con quien tenía un vínculo especial. Alguien a quien no le podía decir que no”.


Juliá centra en dos hechos el cese de Semprún como Ministro. “En unas declaraciones a El País, durante una entrevista con el director, Semprún, dijo que en las reuniones de gobierno no se hablaba de política. Ciertamente él se ocupaba de asuntos corrientes de las parcelas que claramente tenía asignadas”.

La otra razón fue un intercambio de opiniones “sobre la conveniencia o no de quitar determinadas asignaciones reservadas para Amedo” y su equipo de Interior. Una conversación que Felipe González zanjó con un “¡Tú veras lo que haces!, que en lenguaje andaluz significa que ¡de eso nada!”, señala Juliá. “Pero Semprún entendió que le daba autonomía. Efectivamente, salió del Ministerio. Yo volví aquí, a la UNED, y aquí estuve”.


“Del sistema comunista, de todo lo que habían montado cuando llegaron al poder, nada quedaba ya de la estructura de Estado, la cultura, la manera de vida, o la organización social. Pero quedaba la fraternidad. Una experiencia singular que es lo que seguramente vive todavía, una gran ilusión, una gran amistad fraternal que ha dado sentido a muchas vidas. En el caso de Semprún esta experiencia es fruto de la violencia del campo de concentración”.


“Cuando el joven Semprún llega al campo de concentración de Buchenwald, terriblemente torturado por los nazis, el grupo de comunistas que estaba presos allí saben que no ha hablado. No ha delatado a sus compañeros. En su mirada ve la fraternidad. Allí vive experiencias conmovedoras que reconstruye en sus obras. Cómo un compañero, antropólogo francés, que muere en sus brazos. Durante semanas comparten la certidumbre de la muerte que avanzaba en sus ojos; comparten el pan y Jorge le habla de la primavera que termina y de las buenas noticias de la guerra. Y su amigo sonríe mientras se va muriendo. Ese es el relato de la fraternidad compartida con el camarada en la comunidad del partido”.

Santos Juliá

“Cuando la guerra termina y el campo es liberado, llega el riesgo de la clandestinidad, el peligro a que te cojan, que seas de nuevo detenido y torturado. En ese momento llega a su vida Fernando Claudín, un comunista de 40 años que observa a un joven comunista de 30 con un lenguaje que se sale de la terminología habitual”. Entablan una discusión política que se mantuvo para siempre, igual que su inquebrantable amistad.


“Claudín era de un temperamento analítico, dotado de las características del historiador, con una pasión austera por el hecho, para conocerlo, para desentrañarlo, pero nunca para ponerlo al servicio de algo que pudiera distorsionarlo”.


Imagen de los ponentes

“Cuando los comunistas españoles salieron a la calle el día de la huelga pacífica convocada por Carrillo y vieron que los autobuses circulaban, que las tiendas tenían las puertas abiertas, que al centro de reunión clandestino no acudía nadie, supieron que aquello había sido un fracaso”. Sin embargo Carrillo enviaba mensajes triunfalistas a los tres amigos: “hemos podido movilizar grandes sectores de las clases medias, nunca se vivió en España tanta movilización”. Las divergencias de criterio se hicieron palpables. Tras el fracaso de la huelga, “aparece el tercer amigo, Javier Pradera, con experiencia universitaria y que había estudiado sobre el pensamiento fascista español. Su tesis era que si había disonancia entre teoría y táctica y si la táctica falla, la teoría es mala”.


La huelga no triunfa y Semprún, o Federico Sánchez, es expulsado del PCE. ”Aquel domingo llega la ruptura definitiva. El marxismo, como teoría de la revolución universal había sido su razón de vivir. Se queda sin la intensidad del compromiso que había vivido hasta ahora. A partir de ese momento la obra de Semprún será una forma grandiosa de poner en práctica sus ideas para transformar las conciencias”.

Santos Juliá rememoró las largas sobremesas compartidas con los tres amigos en casa, “porque no había dinero para ir a los restaurantes”, y la capacidad de seducción de Semprún, la pasión por los hechos de Claudín y la capacidad analítica de Pradera. Tres características que, unidas, los llevaron a los tres a la expulsión del partido al que dedicaban su vida. Sin embargo “ninguno dejaría de ser lo que era”. Había algo que los mantenía: “sales a la calle y ves la España apagada y triste de Franco. Eso es lo que mantuvo la fraternidad comunista.”

Europa, la memoria o la vida


“Cuando alguien le preguntaba ¿Y usted quién es? Respondía: Soy un deportado de Buchenwald”. Así retrataba a Semprún el filósofo, historiador y profesor del Instituto de Filosofía del CSIC Reyes Mate. “Tuvo que elegir entre la memoria y la vida y eligió la vida. Eso se tradujo en un activismo político desaforado y cuando tuvo que abandonar el proyecto que desde la infancia había estructurado su auténtica identidad, lo ocupó con la expresión artística, la escritura”.

Reyes Mate



Mate cuenta cómo Semprún se sabía testigo de la historia de una Europa herida por la Guerra. “Al salir del campo de concentración o de extermino cada uno reaccionó de forma diferente. Algunos no paraban de hablar del tema, hasta que se dieron cuenta de que nadie los escuchaba porque contaban cosas muy tristes. Hace poco estuvo en España un superviviente de Auswitch que confesó que había tardado cuarenta y siete años en poder hablar. Jorge Semprún conocía el papel de la memoria en la construcción de Europa, se entusiasmó con la idea de provocar ese debate y asumió la tarea de testigo”.


La literatura y los guiones cinematográficos son testimonio de los riesgos de la reconstrucción de aquel tiempo. “Europa quería olvidar. Alemania, por razones obvias, hasta años después no adoptó una mirada crítica hacia el pasado. Los alemanes, decía Habermas, no podían estar orgullosos de su pasado. Lo único que les quedaba era sacar pecho por la reconstrucción democrática, que les había sido impuesta. Tampoco Francia, ni los aliados, que ya estaban inmersos en la Guerra Fría”.


En esos momentos, en España, Mate recuerda a través de varios autores como, en pro de la reconciliación nacional, se hizo callar a los retornados, a los exiliados, “no era momento de cuestionar el restablecimiento de la república y la oposición política española da a entender que el pasado ya no cuenta. Una actitud que le venía de perlas al franquismo”.

Pero Semprún seguía escribiendo y publicando en francés y ejerciendo su papel de testigo. “María Zambrano dejó escrito: si la memoria del pasado no está presente, toda paz que se consiga será sólo una tregua entre dos guerras. Como ella, Jorge desprecia la forma amnésica de hacer política. Alemania no es la única que tiene problemas con la incorporación de la memoria colectiva, igual le ocurre a Francia. Y también España han optado por la amnesia colectiva a fin de lograr la Transición hacia la democracia”.



COMUNICACIÓN UNED: Galería de imágenes


Flickr Semprún

Organizadores y anfitriones del acto en recuerdo de Jorge Semprún:
Abdón Mateos, catedrático del departamento de Historia Contemporánea ; Reyes Mate (CSIC) ; Antonio Elorza, (UCM); María Jesús Peréx, decana de la Facultad de Geografía e Historia (UNED): el rector de la UNED, Alejandro Tiana, que presidió el acto; Hipólito de la Torre, director del departamento de Historia Contemporánea de la UNED: y Felipe Nieto, profesor tutor del Centro Asociado de la UNED en Madrid



Aida Fernández Vázquez

Fotografías: José Rodríguez Rodríguez

Edición web: Elena Lobato Toledano

Comunicación UNED