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Madrid, 22 de diciembre de 2016




Un libro de 45.000 años



Imagínense un libro que en 17 páginas cuente una historia de 45.000 años. Páginas perfectamente diseñadas, casi visibles al ojo experto, que atesoran información desde el amanecer de la humanidad hasta hace unos pocos milenios: desde los inmediatos precursores de nuestra especie, los neandertales, hasta los hombres y mujeres de los momentos anteriores al Neolítico. Ese libro abierto y fascinante es la cueva de El Cierro, situada en Ribadesella (Asturias), habitada intermitentemente por neandertales primero y sapiens después. Sus páginas, los estratos que han sido perfilados a golpe de datación de carbono 14. Sus autores, equipos de prehistoriadores entre los que se encuentran un padre y un hijo, ambos profesores universitarios: Francisco Jordá que estudió por primera vez las páginas de ese libro; y su hijo, Jesús Jordá que acaba de realizar una lectura más detallada de las mismas.


El Cierro fue excavado en los años 50 y 70 por Francisco Jordá, quien fuera profesor de la Universidad de Salamanca, que sacó a la luz la estratificación de los depósitos arqueológicos, las páginas de ese libro que hasta entonces había permanecido oculto. Su trabajo preparó los estratos y el conchero que alberga para posteriores investigadores. Ahora, 50 años después, su hijo, Jesús Jordá, profesor de la UNED, inserto como geoarqueólogo en un equipo de prehistoriadores liderado por Esteban Álvarez, de la Universidad de Salamanca, ha retomado el trabajo, documentado y datado con carbono 14, nuevas capas, más profundas, más antiguas. Las primeras conclusiones de la nueva investigación sobre los estratos A a N de esta maravilla arqueológica acaban de ser publicadas en la revista científica L´Anthropologie.

Foto 16

Esquema estratigráfico de las nuevas capas investigadas en la campaña 2014, Cierro N hasta Cierro H1

Portada de L’Anthropologie

Portada de L’Anthropologie


“En principio, en esta segunda oleada de campañas, lo más importante era determinar la extensión temporal de El Cierro, la duración de la presencia humana en la cueva”, cuenta Jesús Jordá. “Como especialista geoarqueólogo estudio los sedimentos donde están insertos los objetos, codo con codo con el resto de mis colegas, como el especialista en Arqueometría, que analiza las materias primas. La primera conclusión del equipo fue que había materiales llegados de fuera de Asturias, del País Vasco. Por tanto, había movilidad entre los grupos humanos que poblaban la Cornisa Cantábrica y ya existían hábitos de intercambio”.


El trabajo se fue sistematizando definiendo las capas más profundas, a partir de las ya secuenciadas por los investigadores de los años 50 y 70, hasta llegar a la roca del fondo, o bien a una gran losa. “Estudiamos las características de cada estrato, la granulometría, es decir, el tamaño y la forma de los clastos. Eso nos permite saber cómo se produjo el sedimento, si fue depositado en charcas; o por escorrentías superficiales y corrientes fluviales; o si se acumuló por caída de pequeños bloques del techo de la cavidad por acción del hielo y el deshielo. Con eso podemos saber si el estrato corresponde a un momento de clima frío, más templado, más húmedo… Una vez conocemos las características climáticas de cada uno de esos momentos, pasamos a su datación radiocarbónica”.


Lógicamente los estratos no permanecen invariables en el tiempo ni siquiera dentro de las cuevas, sinó que sufren numerosas distorsiones a través de los milenios: “encontramos sedimentos que no están en su posición original; bloques desprendidos del techo que los chafan y adelgazan por un lado y los engrosan por otro; estratos que se empaparon por el agua y se helaron posteriormente y el agua convertida en hielo, al aumentar su volumen, hizo que los sedimentos invadieran otros estratos… En total, en estas últimas campañas hemos logrado documentar 17 capas, la más profunda de las cuales corresponde al Paleolítico Medio. Es decir, estamos hablando de neandertales”.


La datación por carbono 14 de esos niveles profundos ofrece una fecha en torno a los 45.000 años. Los objetos hallados hablan de una cueva no habitada en ese momento pero con numerosas huellas de Homo: “hallamos huesos con marcas de mordeduras de carnívoros y otros huesos con marcas de corte por instrumentos de sílex, pero no esos objetos de sílex. La presencia de huesos de grandes carnívoros y de herbívoros inequívocamente manipulados por neandertales nos indica que en ese primer momento los humanos y los carnívoros y carroñeros compitieron por habitar El Cierro, y, como en tantas cavidades en esa época, ganaron los humanos”.

Foto 17

A) Cierro G1, industrias líticas y óseas magdalenienses. B) Cierro H1, industria lítica solutrense. C) Cierro L y Cierro M, industrias óseas auriñacienses (tomado de Álvarez-Fernández et al., 2014)


Objetos preciosos

Foto 2


Escuela El Carmen

Casi 50 años separan estas fotografías que muestran a Jordá padre y a Jordá hijo en plena campaña de excavación, la de 1956 y la de 2014. Izquierda: Antonio Álvarez Alonso “Antón”, Francisco Jordá Cerdá y Manuel Mallo Viesca. Campaña de excavación en 1956 (fotografía de MMV). Derecha: El equipo de investigadores del 2014 en las escuelas de El Carmen, cedidas como laboratorio de campo.




Ubicada la capa más profunda de la cueva, con una ocupación neandertal aún no bien definida, el equipo procede a investigar toda la secuencia del Paleolítico superior. Y como en un libro abierto, los estratos van ilustrando las sucesivas etapas de habitación de El Cierro. Auriñiaciense y Gravetiense, de 40.000 a 30.000 años antes de la actualidad; Solutrense, hacia los 22.000; Magdaleniense inferior, 18.000; Asturiense, 8.000…


Cada época reglaba una nueva página al libro de El Cierro, en forma de hallazgo. “Además del objeto estrella, encontrado en los 70, un omóplato de ciervo con figuras de animales grabadas, entre las que se reconoce una cierva, que está en el Museo de Arqueología de Oviedo, donde irá todo lo que vamos encontrando, nosotros hemos tenido suerte con los hallazgos. En el Solutrense, encontramos fragmentos de puntas de flecha en cuarcita, con forma de hoja de laurel, muy bonitas; en el Magdaleniense inferior industria lítica, ósea, huesos trabajados como puntas de jabalinas, agujas idénticas a las actuales…; en el Asturiense varios picos característicos de este periodo, hechos sobre cantos rodados muy toscos, con una función relacionada básicamente con la recolección de marisco y despiece de mamíferos marinos. Ese es el momento en que se diversificaba la dieta humana, se enriquecía con el consumo de animales marinos. Y por tanto cuando se generaron los concheros, el almacén de desechos que nos permite conocer más y mejor las costumbres alimentarias de los habitantes de las cuevas”.


Jordá puntualiza que allí “lapas, bígaros, erizos de mar, cangrejos, peces, etcétera, pasaron a formar parte de la dieta de esos cazadores- recolectores que, a partir de ese momento, se hicieron también mariscadores y pescadores”.

Omóplatolivia


Figura 10

Omóplatolivia y su detalle (cedida por JFJP)


Cómo se escribe el libro


El suelo y las paredes de El Cierro contienen la información, pero ¿cómo se extrae y se organiza para escribir el libro? “La investigación en Prehistoria exige gran colaboración entre equipos. Tú no puedes financiarlo todo, salvo que seas rico por su casa o dispongas de un mecenas que te ayude. Entre todos construimos la ciencia”, explica Jordá. “En nuestro caso, somos más de 20 personas. Cada uno lleva su proyecto, pero además trabajamos un poco en los de los demás, con equipos amplios y multidisciplinares. Tenemos claro que importa tanto la excavación en sí, como el estudio posterior, como la difusión del conocimiento adquirido. Sólo así se cumple el compromiso de que la inversión en la investigación revierta a la sociedad, tanto de manera científica como divulgativa”.



Foto 11

El corte estratigráfico antes de la intervención de 2014 (foto JFJP). En la parte superior, los concheros de las capas Cierro D a Cierro B

Los apoyos al equipo de El Cierro son de lo más heterogéneos, desde un proyecto de la Universidad de Cantabria liderado por el catedrático Pablo Arias, o la Consejería de Educación, Cultura y Deporte del Principado de Asturias “que hace lo que puede con sus presupuestos”; hasta el hotel del pueblo de El Carmen, que ajusta un precio especial para los arqueólogos; pasando por el Ayuntamiento de Ribadesella, que les cedió las antiguas escuelas de El Carmen como laboratorio y archivo de sus hallazgos, mientras dura el trabajo de campo. “La sensibilidad de la gente de esta comarca hacia la Arqueología es muy alta y los equipos de investigadores son muy bien recibidos, cuando llegamos nos abren sus puertas. Quizá lo valoran porque lo conocen bien, allí en la zona hay yacimientos muy importantes, como las cuevas de Tito Bustillo, Les Pedroses, La Cuevona, o la cueva del Río”.


Si consta tanto interés entre la población local, ¿por qué la cueva estuvo cerrada a la investigación desde los años 70? “Cuando alguien excava un yacimiento los demás respetan al autor de las primeras investigaciones. Pasado determinado tiempo cualquier equipo hubiera podido pedir permiso y se lo habrían dado. Cuando yo tenía 17 años estuve en El Cierro con mi padre y sabía que todo lo hallado estaba en depósito en la Universidad de Salamanca. Cuando un antiguo alumnos mío, Esteban Álvarez, líder del proyecto por la Universidad de Salamanca, me dijo que se retomaba el estudio de los materiales allí depositados y que se volvería a la cueva para continuar y finalizar el trabajo de mi padre, ya fallecido, no dudé en incorporarme. Sentí una gran alegría al volver a entrar y al saber que todo lo recuperado por mi padre junto con los nuevos hallazgos, una vez estudiado se entregará al Museo Arqueológico de Oviedo bajo compromiso de que quede a disposición de los nuevos investigadores. ¡Quién sabe lo que aún tiene que contarnos la cueva de El Cierro!”



Aliados de Oxford


Tanto en la época de Francisco Jordá, como en la actualidad, la de su hijo Jesús Jordá, las investigaciones arqueológicas son muy colaborativas y se financian mayoritariamente con dinero público. Pero investigar en la segunda década del s XXI, no es lo mismo que hacerlo a mitad del XX. Entonces había menos especialistas y menos especialidades de detalle; los equipos eran más pequeños, de dos o tres personas o incluso proyectos individuales. Pero lo que más ha cambiado es la tecnología y los métodos de estudio· “En esencia el trabajo es el mismo, pero ayudado de nuevas herramientas. En la actualidad se acostumbra a forjar alianzas entre instituciones que palían la escasez de recursos económicos. El carbono 14 sólo llega a los 50.000 años, para más allá, hay otros métodos, igual de buenos y precisos. Pero ambos son muy caros. ¿Que tienes dinero de sobra o mucha prisa por obtener una nueva fecha? Llamas a un laboratorio comercial, no universitario, le envías la muestra, pagas y ya está. Datado y con todas las garantías. Pero eso casi nunca ocurre”.


Cuenta Jesús Jordá que “lo normal es que cuando tienes algo importante se establezca una relación de interés mutuo con equipos científicos de otras universidades o centros de investigación. En nuestro caso, fue la Unidad de Radiocarbono de la Universidad de Oxford la que se interesó por los materiales que estábamos encontrando en El Cierro. A ellos les interesa datarlos para que los resultados se integren en sus tesis doctorales y proyectos de investigación; y nosotros nos beneficiamos de su datación. Ambos equipos firman la investigación, sea cual sea la fase en que han intervenido. Un ejercicio de diplomacia con el que todos ganamos: ellos, nosotros, la comunidad arqueológica que dispondrá de nuevos datos para el estudio y la sociedad en general a la que revierten los conocimientos adquiridos”.


Esteban Álvarez

El Cierro, Cata interior, Esteban Alvarez excavando

Esos conocimientos revertidos son el contenido del artículo publicado por la prestigiosa revista científica francesa L´Anthropologie, calcado del libro de piedra encajado en las paredes de la Cueva de El Cierro y escrito por dos generaciones de pehistoriadores, los Jordá.



Época

Años antes de la actualidad

Paleoclimatología

Edad de Hierro

2.500

-

Asturiense (Azilense Mesolítico propio de Asturias)

6.500-10.000

Templado cálido

Azilense

12.000-14.000

Templado

Magdaleniense indeterminado

¿18.000-14.000?

Último máximo glacial

Magdaleniense inferior

20.000-18.500

Último máximo glacial

Solutrense

22.000

Último máximo glacial

Gravetiense

¿30.000-28.000?

Fase templada en el máximo glacial

Auriñaciense

40.000-36.000

Transicional

Paleolítico medio (Neanderthales)

45.000

Templado


Foto 14

Dibujo del corte estratigráfico durante la campaña 2014 (plano realizado por LT)


Otros trabajos de Jesús Jordá:


Geoarqueología
UNED
ResearchGate


Aida Fernández Vázquez

Edición web: Elena Lobato Toledano

Comunicación UNED