Pero además, retrató con ternura sus primeros recuerdos de un García Madruga joven, junto a un Tiana, también joven, que empezaban a preparar sus tesis doctorales en sus respectivas facultades, “junto a Marisa García de Cortázar y Santos Juliá, entre otros, que empezábamos a integrarnos en la universidad y luego tuvimos carreras paralelas. Recuerdo también el primer viaje exótico que hicimos ambos, a Guinea Ecuatorial, un país entonces convulso y complejo. Aquellos días estrecharon más nuestros lazos de amistad. Después hemos tenido distintos compromisos en épocas duras, no idénticos pero si cercanos, y trabajos conjuntos en la universidad, pero aquellos primeros lazos no han hecho más que intensificarse. Muchas gracias por invitarme a este acto en honor de esta gran persona”.
En su discurso de agradecimiento, García Madruga hizo un recorrido por todos aquellos investigadores con los que ha colaborado, desde su primer maestro, Juan Delval, a los antiguos alumnos que hoy comparten plaza de profesores en su departamento de Psicología Evolutiva y de la Educación de la UNED u ocupan cátedras en otras universidades, hasta sus colegas de universidades extranjeras como Phil Johnson-Laird y Ruth Byrne, de Cambridge, o Cristina Quelhas, de Lisboa . “Soy una persona afortunada”, aseguró, “por haber tenido la oportunidad de vivir estos contextos y conocer a las personas que he mencionado, y otras a las que no lo hecho. Si quisiera escoger una razón que justificara el porqué de este homenaje elegiría mis estancias en el extranjero. Sabemos que visitar centros de investigación internacionales es algo muy relevante, necesario hoy en día, pero también es algo duro y costoso desde el punto de vista personal. Si hay algo por lo que merezco algún reconocimiento es por el esfuerzo y ánimo que invertí en esta tarea, abandonando eso que ahora se llama el espacio de confort.