“Contra apocalípticos…”, disfruta de las primeras páginas
“Lo que me motivó principalmente para escribir el libro es que el discurso más habitual acerca del futuro es exageradamente derrotista y está demasiado cargado de reproches morales. Sin negar la gravedad de algunos de los problemas que pueden traer el cambio climático y el desarrollo del capitalismo y las nuevas tecnologías, la sociedad ha sobrevivido a situaciones mucho más graves, e incluso las ha tomado como un estímulo para seguir progresando. Creo que conviene tomarnos el futuro con optimismo”, explica el filósofo de la UNED.
En el libro, Zamora Bonilla observa y describe las que considera principales corrientes de pensamiento “taciturnas y derrotistas” y propone para cada una contracorriente adecuada. En la actualidad, millones de personas están convencidas de que nuestra civilización está condenada a desaparecer a muy corto plazo, reseña el autor. Los ecologistas más radicales piensan que esa condena la hemos dictado nosotros mismos por haber alterado el equilibrio medioambiental con la tecnología capitalista. Que el calentamiento global nos pone ante el dilema de elegir entre un colapso planetario o una renuncia drástica al bienestar económico que esa tecnología nos ha proporcionado hasta ahora.
Frente al presunto apocalipsis climático, la obra, sin negar la gravedad que pueden tener localmente algunas consecuencias del calentamiento global, muestra cómo las previsiones científicas más probables no apuntan a un verdadero colapso de la civilización, y también reflexiona sobre las ideas filosóficas que están detrás del pesimismo antropológico de estos apocalípticos, tales como la calificada “fábula del Antropoceno”.
“La idea que subyace al concepto de Antropoceno es que el ser humano está empezando a dejar huella en el registro geológico; que los científicos de dentro de millones de años podrán señalar a unos estratos y decir “aquí quedan los restos de una civilización que transformó radicalmente la superficie de la tierra”. Lo más seguro es que eso será verdad, y de hecho ya llevamos modificándola muy intensamente desde el origen de la agricultura. Pero que esa marca geológica tenga que ser necesariamente la de una “megacatástrofe”, como la del meteorito que acabó con los dinosaurios, es algo mucho más dudoso”, indica el autor.