En 2009, Luis Alonso Andrés y su hijo Luis Alonso Santiago, colaboradores de la Sala de las Tortugas de la Universidad de Salamanca, publicaron la definición del cocodrilo Duerosuchus piscator a partir de algunos fósiles del Eoceno Medio (hace unos 42 millones de años) encontrados en Corrales del Vino (Zamora). Los restos estaban compuestos por fragmentos de un cráneo y una mandíbula, algunas vértebras y varios osteodermos. En la descripción original los autores reconocieron que se trataba de una especie desconocida hasta el momento, pero, quizás por sus peculiaridades, no consiguieron relacionarlo con ninguno de los grupos de cocodrilos modernos conocidos.
El trabajo publicado en Journal of Vertebrate Paleontology supone cerrar el círculo iniciado por los investigadores de Salamanca en 2009.
“El hallazgo nos aporta información de un momento de la historia de la Tierra, hace unos 40 millones de años, en el que un clima cálido bastante generalizado había transformado la Península Ibérica en un entorno subtropical. En este contexto se desarrolló una fauna particular que había ocupado el espacio dejado por la extinción de los dinosaurios, pero en la que aún no se habían instalado las formas de vertebrados modernos que caracterizaran los últimos 20 millones de años. En este momento, distintos grupos de cocodrilos habitaban la península. Algunos tienen una estrecha relación con las especies que han llegado hasta la actualidad en otras zonas del planeta, pero además se identifican otros grupos de cocodrilos con hábitos más terrestres”, explica el profesor Francisco Ortega, profesor de Ciencias Biológicas de la UNED.