El profeso Cano encontró en su investigación que las emociones que los padres exhiben en casa, ya sean positivas, como el cariño, o negativas, como la ira, determinan el desarrollo de ciertas capacidades y dificultades que tendrán sus hijos. Entre ellas, la autoestima, la hiperactividad, los miedos excesivos, o los dolores repetidos de cabeza o estómago. “Que los padres sean cariñosos con sus hijos impacta muy positivamente en el desarrollo emocional de los pequeños, pero cuando los padres exhiben emociones violentas en casa, el efecto negativo sobre el bienestar psicológico de sus hijos es aún mayor que cuando las emociones son positivas. Una cuestión que encuentro interesante es que, a pesar de que estas dimensiones más emocionales de la crianza son claves para el bienestar psicológico de los hijos, no afectan tanto al desarrollo cognitivo. Por ejemplo, no afectan la memoria, la lectura o el razonamiento”.
En la segunda parte del trabajo, se analiza si existen diferencias entre clases sociales en esas dimensiones de la crianza analizadas. “Apenas las hay”, dice el profesor, y añade: “Por ejemplo, a nivel emocional no hay ninguna diferencia significativa entre los padres de clases medias altas y los de clase trabajadora. Sí que hay algunas diferencias en dimensiones de la crianza menos relacionadas con las emociones, como el razonamiento inductivo, un tipo de práctica a la que los padres de clases medias y altas se adhieren más que los de clases más bajas. Sin embargo, estas diferencias eran sustancialmente muy pequeñas”, dice Cano.