En estos últimos días he recibido y leído con atención diversas cartas y mensajes en relación con la próxima presencia del presidente de Guinea Ecuatorial en el centro asociado de la UNED en Bruselas. Habiéndolas recibido en calidad de rector, no considero oportuno responder a título personal, aunque obviamente tenga mi propia opinión acerca de los comentarios que he recibido, muchos de los cuales comparto. Dejo de lado los insultos y las agresiones, impropios de un medio universitario, pero desgraciadamente presentes en ocasiones.
Así pues, me dirijo a toda la comunidad universitaria como rector de esta universidad que lleva más de treinta años contribuyendo a formar universitarios en Guinea Ecuatorial. Creo que no hará falta que recuerde las aportaciones que la UNED ha realizado en este dilatado tiempo a la sociedad y a los ciudadanos y ciudadanas ecuatoguineanos, un buen número de los cuales se ha formado gracias a nuestra actividad en aquel país, con el que tenemos lazos históricos, lingüísticos y culturales que no debemos olvidar. Nuestra presencia ha sido ampliamente reconocida por una pluralidad de personas y organizaciones como un factor de desarrollo social e igualdad de género y ha servido para la creación de un espacio plural y de rigor intelectual en un entorno que lo necesitaba y lo sigue necesitando.
Desde hace más de un año, como efecto de los recortes que ha experimentado la cooperación española y también la propia UNED, nuestra presencia en el centro asociado de Bata y Malabo se encuentra reducida a la celebración de un número limitado de pruebas presenciales a los estudiantes de años anteriores. No obstante, la convicción de que prestamos un servicio estimable al pueblo guineano nos ha decidido a buscar los medios para no cerrarlo definitivamente. Por otra parte, nuestra presencia obliga a la UNED a mantener unas relaciones correctas con las autoridades del país, más allá de las valoraciones personales. Al menos, creo que esa es mi obligación como rector y por tanto debo actuar en consecuencia.