Premio Nacional de Historia, publica recientemente ‘República y Guerra en España’, repaso de episodios de nuestra historia. Sin embargo está en la Facultad de Sociología de la UNED, no en la de Historia.
Bueno porque en las facultades de Sociología y de Políticas hay un área y un departamento de Historia del Pensamiento Político y de los movimientos sociales, y que es tan historia como la que se pueda impartir en las Facultades de Historia.
Este libro es un libro de historia, no de ensayo, y el jurado del Premio Nacional de Historia lo consideró como un libro de historia.
Es un libro de historia de intelectuales y de una idea o un pensamiento, de una representación del pasado que está precisamente elaborada por intelectuales: la de la escisión interna cultural de España desde la revolución liberal casi hasta nuestros días.
Dice usted que ya no hay un relato intelectual de la historia ¿Puede abundar en la idea?
El gran relato es aquél que convierte en materia de la narración histórica a un sujeto trascendente: historia de la nación, o del pueblo, o de la clase o de la libertad... uno construye toda su narración en función de ese sujeto, que es trascendental en el sentido filosófico del término, está por encima del tiempo, es una especie de metahistoria, a partir de la cual tiene sentido la historia pequeña que se va contando. En ese sentido es un gran relato, no en el sentido de que sea grande por otras características, sino porque realmente está contando la historia de un sujeto de razón, como es la nación. Como es la idea de España: como si España existiera desde toda la eternidad, como hoy pretenden que existe Cataluña, desde antes de que la gente tuviera la menor idea de que vivían en una nación determinada. Eso es constituir la historia en torno a un sujeto trascendente, y en ese sentido son grandes relatos.
Creo que ese tipo de gran relato con la historia positiva, la de hechos, la de acontecimientos reales, ha perdido su sentido. Hoy, por ejemplo, nadie escribiría el prólogo que escribió Menéndez Pidal a la gran historia de España hablando de que los españoles, desde tiempo inmemorial, se caracterizaban por unas notas que han persistido a través del tiempo y que permiten afirmar que hay un carácter español que viene desde los tiempos prehistóricos... ese es el tipo de gran relato al que me refiero cuando digo que en los tiempos actuales eso ha caducado.
Pero cuando uno lee el preámbulo al proyecto de estatuto de autonomía de Cataluña que llegó a las Cortes piensa: he dado por demasiado pronto periclitados los grandes relatos. Ese es un gran relato en el mismo sentido en que los fueron los que hablaban de una España eterna: Cataluña, que existe desde siempre, que crea un paisaje, que crea una sociedad acogedora... eso no tiene nada que ver con la realidad, eso tiene que ver con una construcción que uno hace y que proyecta sobre el pasado. Pero no tiene nada que ver con la realidad.
¿Cómo se le explica a una generación nueva, joven, lo de las dos Españas?
La idea de dos Españas, como de dos Francias o dos Italias -no es idea propia de España-, tiene que ver con las revoluciones liberales y el comienzo del pensamiento liberal. Dickens habló de las dos ciudades en el sentido de que había una Inglaterra aristocrática, rica y burguesa y una Inglaterra pobre, miserable, en los suburbios de las ciudades: Inglaterra no era verdaderamente una nación sino que eran dos. Pero hay otro significado de la expresión dos Españas que tiene una vigencia muy larga. Se refiere al enfrentamiento del pensamiento tradicional que viene del siglo XVI y XVII con las nuevas ideas liberales, democráticas, diciendo que eso, el liberalismo, va contra la esencia de la nación, que no pertenece a ella, que es algo que viene de fuera y por tanto no representan a la verdadera España.
Los liberales por su parte piensan que ellos si son verdadera España, que recogen una tradición mucho más antigua que viene de las antiguas cortes con limitación del poder del rey, etc. Y entonces hay una pugna intelectual, también política, en torno a cual es la verdadera España. La guerra civil agudiza esa percepción: los que están con Franco, el discurso de los católicos, es que los otros son la anti España. La representación de las dos Españas pasa a ser la de una España verdadera contra otra falsa España, que lo que pretende es liquidar a la auténtica. Eso ha resucitado en algunos discursos recientes. Aznar lo ha resucitado diciendo que ellos son los que representa la verdadera nación española y todo lo demás es contrario.
Durante la guerra del 14, la participación en la guerra de la clase obrera, de los intelectuales... acabó con el discurso de las dos Italias o las dos Francias. En España ha tenido una virulencia que legitimaba el considerar extranjero el pensamiento no tradicional, no propio de la tradición católica, monárquica española.
¿Están los intelectuales en los medios de comunicación o en las universidades?
En los medios de comunicación están más que nunca. El cambio más significativo que se ha producido entre los intelectuales es que hablan a un público no sólo alfabetizado, sino con una formación en muchos campos superior a la de ellos. Ya no pueden hablar en nombre de una conciencia universal. Se ha producido una multiplicación de intelectuales y por tanto la imposibilidad de que surja el gran maestro que lo sabe todo, el intelectual profeta, el intelectual sacerdote. El tipo de intelectual omnisciente es lo que ha caducado. Pero eso no quiere decir que los intelectuales hayan desaparecido, los periódicos dedican más espacio que nunca a que expresen su opinión sobre distintos problemas.
El intelectual es el artista, o el profesional y el docente... pero lo que le caracteriza, es que a partir de una autoridad que ha alcanzado por el desarrollo de una actividad artística o científica, literaria... interviene en el debate público. Así el intelectual está en la universidad, aunque no todos los universitarios son intelectuales.
¿Qué personaje le ha provocado más admiración de todos los que ha estudiado?
Los intelectuales vienen por oleadas y toman posiciones políticas; ayudan a consolidar actitudes que en algunas ocasiones provocan desastres políticos... Ha habido intelectuales de todo tipo: los fascinados por el poder; los que desde su posición, guardando una dependencia, hablan de política. Me han interesado sobre todo los de la generación del 14, Ortega, que tiene una gran autoridad como intelectual, Azaña que ejemplifica al intelectual que asume responsabilidades políticas. Pero también la generación del medio siglo, la de Sánchez-Ferlosio, Ignacio Aldecoa, la gente que empezó a publicar en torno a 1950/6, que rompen con la herencia que recibieron como hijos de vencedores: gente con un gran coraje moral. Depende mucho de la circunstancia que uno examine, pero no me suscitan un sentimiento de admiración: cuando los conviertes en objeto de investigación y de estudio hay que mantener cierta distancia, no te puedes identificar con el objeto de tu estudio. Lo que tienes que ofrecer es una interpretación de lo que representaron, de lo que hicieron, de lo que fueron, de lo que hablaron... y eso no es compatible ni con estar pidiéndoles cuentas permanentemente ni con la contemplación beata.
¿Esta idea puede suscitar lo que sus críticos argumentan sobre su no defensa la memoria histórica?