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RECURSOS GEOLÓGICOS

Curso 2018/2019 Subject code61013092

RECURSOS GEOLÓGICOS

SUBJECT NAME
RECURSOS GEOLÓGICOS
CODE
61013092
SESSION
2018/2019
DEPARTMENT
CIENCIAS ANALÍTICAS
 
GRADO EN CIENCIAS AMBIENTALES
COURSE
 
TERCER CURSO
SEMESTRE  1
OBLIGATORIAS
 
ECTS
5
HOURS
125.0
LANGUAGES AVAILALBLE
CASTELLANO

PRESENTACIÓN Y CONTEXTUALIZACIÓN

El objetivo general de esta asignatura es formar a los estudiantes de Ciencias Ambientales en el origen, la extracción, la explotación y el impacto ambiental de los recursos geológicos de la Tierra.

El desarrollo y el progreso de la humanidad han estado unidos a su capacidad para utilizar los recursos y materias primas de la Tierra. La civilización actual depende cada vez más de la extracción de recursos de la Tierra tales como minerales, agua, combustibles fósiles, metales, etc. Los alimentos y el agua, los vestidos y las viviendas, los automóviles, los aviones, las televisiones y los ordenadores, todos contienen materiales que se obtienen de la Tierra. Además, la utilización de casi todos los materiales genera la necesidad de otros muchos, así como de fuentes de energía que permitan que puedan obtenerse, refinarse, transformarse y utilizarse.

Ahora, en la primera parte del siglo XXI, sabemos claramente que casi cualquier actividad humana causa un impacto en el mundo que nos rodea. En las últimas décadas hemos tomado conciencia de los muchos impactos causados sobre la calidad del aire, del agua y del espacio vital, que son consecuencia de la extracción y el uso de los recursos. El conocimiento de los mismos y de sus implicaciones medioambientales debe permitirnos un uso más racional de los recursos.

La gran celeridad con la que se suceden los cambios en la actualidad hace difícil predecir las necesidades futuras en términos de cantidad y naturaleza de los recursos. Aunque en principio el análisis del crecimiento de la población mundial durante el siglo XXI, que puede alcanzar los 12.000 millones de habitantes, obliga a pensar en un aumento de la necesidad de recursos, lo cual puede ser verdad para muchos productos, también es verdad que los avances tecnológicos y el reconocimiento del daño que se está causando a la salud humana y al medio ambiente, han generado una reducción de la demanda en materias tales como asbesto, plomo, arsénico y mercurio.

 

- Contextualización en el Plan de Estudios

  La Geología en el Grado en Ciencias Ambientales

Dentro de las características básicas y generales de la formación perseguida en el Grado de Ciencias Ambiéntales se encuentra que el perfil general del Grado en Ciencias Ambientales debe estar orientado hacia la formación de profesionales con una visión multidisciplinar y global de la problemática ambiental, enfocada desde diversos sectores del conocimiento. Así el graduado en Ciencias Ambientales será capaz, desde esta visión amplia, de coordinar y completar los trabajos de especialistas en distintas áreas.

Desde este punto de vista, las enseñanzas conducentes a la obtención del título de Grado en Ciencias Ambientales deberán proporcionar una formación adecuada en los aspectos científicos, técnicos, sociales, económicos y jurídicos del medio ambiente. Esto es así porque un buen profesional del medio ambiente debe ser capaz de tratar la problemática ambiental con rigor y de forma interdisciplinar, de acuerdo con la complejidad de su ámbito de trabajo, teniendo en cuenta el resto de las problemáticas sociales y económicas de nuestra sociedad.

Dentro de las bases científicas generales necesarias para el conocimiento básico del medio ambiente se encuentran las bases matemáticas, físicas, químicas, biológicas y geológicas fundamentales aplicadas al medio ambiente. Como bases científicas del medio natural, el estudiante de este Grado abordará el estudio del medio físico, sistemas hidrológicos, suelos, sistemas atmosféricos y climáticos, componentes microbianos, flora y vegetación, fauna y sistemas ecológicos.

Más adelante, a través de las sucesivas asignaturas, el Grado en Ciencias Ambientales formará profesionales con una orientación específica, teniendo en cuenta todos los aspectos de conservación y gestión del medio y los recursos naturales, la planificación territorial, la gestión y calidad ambiental en las empresas y administraciones, la calidad ambiental en relación con la salud así como la comunicación y educación ambiental, bajo la perspectiva de la sostenibilidad.

Estas enseñanzas dotarán a los profesionales de los conocimientos, técnicas y herramientas necesarias para la consecución de los objetivos propuestos y para permitirles mantener una actitud abierta y autodidacta frente a las nuevas problemáticas y realidades ambientales, la nueva legislación y tecnologías, así como las nuevas preocupaciones y percepciones socioambientales.

Relación con otras asignaturas del Grado

A través del contenido impartido bajo las diferentes asignaturas del Grado en Ciencias Ambientales agrupadas bajo la materia Geología (Geología I, Geología II, Riesgos Geológicos y Recursos Geológicos) se intenta que el futuro graduado en Ciencias Ambientales conozca los fundamentos de la Ciencia Geológica y pueda analizar, aunque sea de una manera básica, el medio físico, que constituye el escenario donde se desarrollan los problemas ambientales. El estudiante, tras la fase básica de aprendizaje (asignaturas: Geología I y Geología II), deberá ser capaz de:

  • Conocer y comprender los conceptos, principios, procesos y teorías geológicas generales.
  • Conocer la estructura interna de la Tierra y los procesos que en su interior se generan.
  • Identificar y diferenciar los principales tipos de rocas y minerales y los procesos que las generan.
  • Conocer y comprender los procesos que se producen en la superficie terrestre, tanto de deformación de los materiales geológicos, como los generadores de las formas del relieve.
  • Identificar las grandes unidades del relieve y los procesos que las han generado.
  • Identificar y valorar las características geológicas del medio físico.
  • Evaluar, interpretar y sintetizar información geológica y geomorfológica obtenida sobre el terreno y sobre mapas geológicos.

Después de la fase de aprendizaje posterior (asignaturas: Riesgos Geológicos y Recursos Geológicos), el estudiante deberá ser capaz de:

  • Identificar el papel de la Geología en la determinación de la distribución global y la disponibilidad de los recursos, así como en la prospección y extracción de los mismos.
  • Analizar los aspectos medioambientales y tecnológicos de la extracción y el uso de los recursos, así como la rentabilidad económica de su explotación y las implicaciones del mercado.
  • Desarrollar una visión sostenible del uso futuro de los recursos de manera que pueda garantizarse su suministro y su utilización.
  • Comprender las principales diferencias entre un proceso natural, un riesgo y una catástrofe, así como sus implicaciones para la sociedad.
  • Identificar, comprender y relacionar los principales procesos geológicos generadores de riesgos.

- Contextualización general de la asignatura:

 El consumo de recursos naturales y el abuso ambiental

La percepción pública del abuso ambiental y del rápido aumento de la explotación de los recursos ha dado lugar al desarrollo de ingente investigación sobre los problemas ambientales, a la enseñanza de cursos sobre ciencias ambientales en escuelas y universidades y al nacimiento de grupos, o incluso partidos políticos, vinculados por criterios ambientales, y, en último término, a legislación que ayuda a evitar el deterioro ambiental por las actividades humanas.

Esto conlleva el reconocimiento de actividades humanas perjudiciales en el pasado y en el presente y conciencia de la necesidad de mantener un ambiente sano para nuestra propia supervivencia. Las causas subyacentes de la sobreexplotación del planeta son el crecimiento de la población y el rápido aumento de la tasa de consumo de materiales. El consumo de recursos naturales entre los países industriales ha producido con mucho el mayor impacto sobre los problemas ambientales globales, como los cambios en la atmósfera de la Tierra; y la pobreza y la incapacidad para solucionar las necesidades básicas a menudo empujan a utilizar los recursos naturales de tal forma que conduce a su degradación, revelando la íntima conexión entre la degradación de los recursos, la pobreza y el crecimiento de la población.

El efecto de la población sobre el medio ambiente es un asunto de capital importancia tanto para el mundo industrializado como para los países en desarrollo. En los países industrializados la relación entre sus habitantes y el medio ambiente puede verse potenciada a causa del bienestar económico y de un elevado consumo per capita. En los que aún están en desarrollo el impacto por persona es menor que el producido por el crecimiento vertiginoso y por las migraciones a gran escala. La creación de puestos de trabajo es fundamental, especialmente en las zonas rurales con enormes tasas de pobreza y desempleo. La pobreza minimiza los incentivos necesarios para toda planificación de recursos a largo plazo y acelera los procesos de degradación de las masas forestales y del suelo en general. La degradación ambiental, a su vez, reduce la productividad de una mano de obra casi indigente y la de los escasos recursos que esa mano de obra maneja.

El uso y producción de todos y cada uno de los recursos naturales, desde la explotación maderera de los bosques al cultivo de los campos, desde la minería del cobre a la combustión del carbón, produce cambios en los ciclos geoquímicos del planeta. Estos cambios pueden ser grandes o pequeños, beneficiosos o nocivos, y reciben nombres tales como “contaminación” o “degradación ambiental”; incluso pueden llamarse “desastres”, pero todos son consecuencia de la explotación de los recursos naturales.

Las consecuencias medioambientales del consumo de recursos las sufren a menudo gentes distintas de las que se benefician de su consumo. El Norte ha producido un mayor impacto en los comunales (recursos comunes y compartidos, como los mares o la atmósfera) que el Sur, explotando, por una parte, los bancos de pesca en los océanos abiertos, muchos de los cuales se hallan ahora en peligro, y, por otra, incrementando el número de industrias químicas que degradan la capa de ozono de la Tierra. El consumo por parte del Norte de combustibles fósiles ha contribuido desproporcionadamente al aumento de la concentración de dióxido de carbono en la atmósfera, a la amenaza de un cambio climático global.

Actualmente en todas las naciones, tanto ricas como pobres, la población sufre de una forma u otra los efectos del deterioro de la base de los recursos naturales: escasez de agua, erosión del suelo, mortandad de peces, desprendimiento de tierra en laderas deforestadas, incendios en bosques alterados, etc. Los pobres, quienes por lo general dependen de los ecosistemas para su sustento, son los que más sufren cuando éstos se degradan.

El consumo de metales, fibras y alimentos producidos por el mercado mundial (dominado por el Norte) degrada, en primer lugar, el medio ambiente local, no global. En cuanto grupo, los países industrializados son los principales productores y consumidores de la mayor parte de esos materiales y, por tanto, se enfrentan a un mayor impacto ambiental potencial. Sin embargo, debido a la utilización de métodos, tecnologías y controles menos eficientes en el Sur, a menudo la degradación es aquí relativamente más grave. La industrialización de los países del Sur supone un agravamiento de los problemas ambientales. De hecho, en las últimas décadas el consumo de la mayoría de los recursos ha crecido más deprisa en el Sur que en el Norte, aunque los niveles de consumo per capita están aún muy por debajo de los del Norte. No obstante, las pautas de consumo en el norte no son, incluso hoy, sostenibles, ni para la propia región, ni como modelo para el resto del mundo. Mantener los niveles actuales de emisión, incluso sin crecer, significa a la larga duplicar y luego cuadruplicar el nivel atmosférico de gases de invernadero, con el peligro potencial de someter al mundo a siglos de calentamiento, a cambios sustanciales en las precipitaciones y a subidas significativas del nivel del mar.

Los procesos industriales alteran de modo evidente el flujo natural de los recursos. El movimiento industrial hoy en día es enorme y con frecuencia perjudicial para el entorno. La degradación ambiental puede tener lugar cuando se extraen o cuando se procesan los recursos naturales, o bien cuando se utilizan o desechan los productos finalmente obtenidos.

Los cambios que los objetivos de sostenibilidad demandan en el mundo comercial e industrial se van produciendo lentamente. El enfoque conocido como ecología industrial persigue la estructuración de la base industrial en todo el planeta siguiendo las directrices marcadas por los sistemas naturales, cuyos flujos cíclicos de materias y energía sean a un tiempo eficientes y sostenibles.

También el Sur tiene algunos comportamientos insostenibles que amenazan directamente el sustento de las poblaciones que dependen de los recursos naturales y que potencialmente privan de su disponibilidad a las generaciones futuras. En algunas zonas concretas, los recursos de agua dulce, los suelos, los bosques y los hábitats que mantienen la biodiversidad se están agotando o degradando gravemente. A menudo, las pérdidas son el resultado directo de la lucha de pueblos empobrecidos por conseguir, sin una planificación concreta, un sustento vital que complemente, con recursos naturales disponibles en la zona, unos ingresos insuficientes. Lograr unos comportamientos de consumo de recursos más sostenibles requerirá, por tanto, un desarrollo que alivie la pobreza.

El modelo de consumo de recursos naturales y sus consecuencias ambientales está íntimamente asociado al modelo de relaciones económicas entre el Norte y el Sur. A lo largo de las últimas décadas, los precios de los recursos naturales (ajustados a la inflación) han decrecido en términos reales, intensificando la presión sobre los países del Sur, para quienes esos productos son su principal exportación. Al mismo tiempo, las materias primas se han hecho menos importantes para las economías de la mayor parte de los países del Norte cuyas principales exportaciones son servicios y productos manufacturados de alto valor añadido. El porcentaje de recursos minerales que se obtienen de fuentes locales, en los países industrializados, ha disminuido; por el contrario, ha aumentado el porcentaje de recursos importados. Aunque los Estados Unidos es el país que más recursos minerales importa, casi todas las naciones industrializadas tienen dependencias en la importación similares. Esto demuestra la vastedad y complejidad de esta red de interdependencia. Los diversos hilos de la red son vías de dos direcciones, en las que los recursos se mueven en un sentido, y el dinero y la tecnología, en sentido contrario. El resultado es una distribución desigual de los beneficios derivados de los recursos naturales de la Tierra.

Un examen cuidadoso, realizado por el Instituto de Recursos Mundiales (WRI) a finales del siglo XX, de las pautas en el consumo de recursos revela algunas diferencias sorprendentes con respecto a lo que tradicionalmente se cree: son los recursos renovables los que están más en peligro de agotamiento, no los no renovables; los países industriales, en cuanto grupo, son los productores de la mayoría de los recursos que consumen (el petróleo y otros pocos productos son las excepciones más importantes); y la exportación de bienes manufacturados de los países en desarrollo a los países industriales está creciendo más rápidamente que la exportación de materias primas.

Nuestro dominio de los sistemas productivos del planeta nos impone enormes responsabilidades, pero también nos ofrece excelentes oportunidades. La demanda de bienes y servicios provenientes de los ecosistemas nunca había sido tan elevada y se espera que siga aumentando de forma drástica, especialmente en los países en desarrollo como consecuencia del incremento de la población y por ende, de la cantidad de individuos que buscan mejores niveles de vida. De la misma manera, el conocimiento humano sobre los ecosistemas nunca había sido mayor que ahora. Sin embargo, aun en medio de la enorme abundancia de información, con frecuencia confrontamos nuestra propia ignorancia sobre el mundo que nos rodea. Más aún, la intervención del ser humano en los ecosistemas es cada vez más evidente en todas partes, pero poco se ha hecho para protegerlos.

El desafío del siglo XXI es, pues, conciliar las demandas del desarrollo humano y la tolerancia que tiene la naturaleza.

El agotamiento de los recursos

Los recursos no renovables son, por definición, limitados. De ahí la preocupación frecuentemente expresada de que los altos niveles de consumo conducirán a un agotamiento o escasez de los recursos que podría limitar la posibilidad de crecimiento y el desarrollo. Las pruebas indican, sin embargo, que el mundo no está agotando todavía la mayor parte de los recursos no renovables y no parece probable que suceda tampoco, al menos, en las próximas décadas. Debido al aumento del nivel de vida, y a la expansión de la industria que se sustenta en las materias primas minerales, las reservas de energía y minerales del subsuelo son más abundantes (la tasa de crecimiento de recursos minerales ha crecido, por lo general, más rápidamente que la tasa de crecimiento de la población)y los precios mundiales reales de tales artículos son, en general, más bajos que hace 20 años, a pesar del aumento del consumo global. Además, las nuevas tecnologías están posibilitando de manera creciente la aparición de sustitutos de muchos materiales basados en recursos naturales tradicionales. El desarrollo tecnológico está también avanzando hacia medios más eficientes de proporcionar luz, fuerza motriz y otros servicios energéticos. Estos cambios están allanando el camino a economías menos dependientes de los recursos naturales. Cuando llega la escasez, la experiencia y la teoría económica nos dicen que los precios suben, acelerando los cambios tecnológicos y la sustitución.

Por el contrario, a veces se piensa que los recursos renovables van a serlo indefinidamente. Sin embargo, algunos tienen una ubicación concreta y dependen de recursos limitados. Como a los sistemas naturales se les exige cada vez más y que absorban más residuos y contaminación, no puede descartarse la degradación de su capacidad productiva e incluso la posibilidad de colapsar el ecosistema. En muchas zonas, la explotación de los recursos excede ya la capacidad regenerativa de los sistemas naturales. Así, no sólo muchos recursos renovables son cada vez más escasos, sino que el daño ocasionado a los sistemas básicos que los sostienen o los renuevan amenaza el desarrollo económico y humano de muchas naciones a corto plazo.

El mundo se enfrenta a un conjunto único de desafíos relacionado con el uso sostenible de recursos. Por un lado, debe encontrar los medios para promover el desarrollo que interrumpa el círculo vicioso de pobreza, aumento de población y degradación de recursos renovables apreciado en muchos países en vías de desarrollo. Por otro, debe también aunar voluntades para adoptar políticas que alteren los modelos de consumo insostenibles y perjudiciales para el medio ambiente en todos los países, pero especialmente en los industrializados, que colectivamente producen un enorme impacto en el medio ambiente global. Existen medios políticos para reducir la contaminación, para prevenir el agotamiento de los recursos y para cambiar el consumo de recursos hacia modelos más sostenibles. Conseguir que tales políticas sean aceptadas y aplicadas no será fácil, pero son acciones esenciales para conseguir un futuro sostenible.

Recursos no renovables

La mayor parte de los recursos no renovables son también recursos minerales, denominación que significa que son sustancias no vivas, de origen natural, útiles para el hombre, sean éstas de origen orgánico o inorgánico. Bajo esta amplia definición se incluye todos los sólidos naturales, los líquidos tales como petróleo y agua, y los gases como el gas natural y los gases de la atmósfera. Se plantea una posible confusión de términos cuando se considera un recurso como el agua. El agua de una corriente superficial es renovable porque su reposición se hace en una escala corta de tiempo a partir de la lluvia; por el contrario, el agua de un acuífero profundo en una región desértica, como en Israel, en Australia Central o en las mesetas del Oeste de los Estados Unidos, es un recurso no renovable porque sólo se repone en periodos de miles o decenas de miles de años.

Una manera tradicional de medir la abundancia de recursos no renovables es la relación reserva / producción o la duración estimada de la reserva, que expresa el número de años que podrán durar las reservas al ritmo de producción actual. Una comparación de la relación reserva / producción en nueve metales de primera importancia y de tres combustibles fósiles de primer orden muestra que la relación varía desde una o dos décadas (en cinc, plomo y mercurio), a más de 100 años (en hierro, aluminio y carbón). Las reservas de petróleo garantizan un suministro para la primera mitad de este siglo al ritmo actual de extracción. En la mayoría de los materiales la relación generalmente se ha incrementado en las tres últimas décadas, a pesar del aumento del consumo. Con los incentivos adecuados para emprender las perforaciones necesarias para buscar reservas adicionales, la cantidad de reservas aumentaría.

Un factor adicional a considerar para muchos recursos es la posibilidad de sustitución. En los sistemas de comunicación a larga distancia, el cobre está siendo sustituido por fibras ópticas de vidrio. Los plásticos avanzados y los nuevos materiales están reduciendo la cantidad de hierro y acero utilizada en los automóviles y la de aluminio utilizado en los aviones. La creciente sofisticación en el diseño de materiales a nivel molecular implica la capacidad de desarrollar nuevos métodos para enfrentarse a las necesidades humanas y para solventar la escasez de muchos minerales. En general, esta tendencia puede suponer que el valor añadido del producto final dependerá cada vez menos de las materias primas. Métodos más eficaces de transformar el combustible en electricidad permiten reducir la energía necesaria para satisfacer la demanda energética. Durante el presente siglo las tecnologías alternativas como la biomasa, la energía solar, la eólica y la nuclear pueden ser capaces de cubrir una porción significativa de las necesidades energéticas, reduciendo la demanda de los recursos de combustibles fósiles.

Una política más decidida podría restringir aún más la demanda o crear fuentes más sostenibles de suministro. El reciclaje, por ejemplo, ha reducido ya sustancialmente el consumo primario de hierro y aluminio. El uso de técnicas de «gestión de la demanda», incluidas las regulaciones que premian a las empresas por invertir en la eficiencia energética de sus clientes, está reduciendo considerablemente la demanda de electricidad, sobre todo en Estados Unidos. La política de impuestos sobre la energía ha tenido éxito en reducir la demanda de gasolina en Europa.

Sin embargo, incluso sin aplicar políticas de un mayor control de los recursos, el efecto acumulativo de crecientes reservas, una mayor competencia entre los suministradores y las tendencias tecnológicas para crear sustitutos indican que la escasez de la mayoría de los recursos no renovables es poco probable que sufra modificación en las primeras décadas del próximo siglo. Sin embargo, puede haber déficit locales, y la tecnología avanzada que crea alternativas se encuentra en gran medida bajo el control del Norte. Es evidente que el uso actual de la mayoría de los recursos no renovables no es sostenible de manera indefinida. El agotamiento de estos recursos hoy puede limitar las oportunidades de generaciones futuras.

Recursos renovables

Recursos renovables son aquellos materiales que se reponen en escalas cortas de tiempo (meses o años), tales como la materia orgánica que procede de plantas y animales. Sin embargo, además de éstos, debemos incluir en este grupo la energía que se obtiene del viento, de las aguas circulantes y del calor del Sol. El uso de los recursos renovables plantea cuestiones sobre las tasas de utilización, más que sobre la cantidad total de un recurso dado disponible a largo plazo. Dado un periodo de tiempo infinitamente largo, sería posible obtener cantidades infinitas de alimentos o sacar una cantidad infinita de agua de un determinado cauce. Sin embargo, no podemos consumir alimentos a ritmo mayor que el de su producción, ni podemos sacar más agua de un cauce que la que suministra su caudal.

Los recursos naturales renovables incluyen los sistemas biológicos y físicos, y los recursos que se extraen de la explotación de éstos. Algunos recursos naturales renovables tienen un valor económico innegable, pero la mayoría de los sistemas biológicos y físicos que los sostienen están al margen del sistema económico. Así, los economistas asignan un valor a una plantación maderera o a la captura de pesca anual o incluso a una cantidad de agua, pero no a los ecosistemas o a los sistemas hidrológicos que producen y renuevan estos recursos.

Se da por sentado que algunos de estos recursos naturales como la luz del Sol, el aire y una gran diversidad de plantas ya animales son «bienes gratuitos» de la naturaleza, lo que crea una falta de concienciación sobre su inminente escasez. Sin embargo, son los recursos renovables, y la base de donde proceden, los que están en mayor peligro de degradación y de desaparición en algunas regiones.

El aire puro y el agua limpia pueden llegar a convertirse en recursos cada vez más escasos para gran parte de la población mundial. Además, aunque existen incertidumbres sobre como funcionará a corto plazo el calentamiento global, las dimensiones a largo plazo del efecto invernadero están bastante claras. Los científicos siguen insistiendo en lo más importante: que aparte de los mecanismos de realimentación del clima o de los agentes contaminantes que pueden ralentizar temporalmente el proceso de calentamiento, éste se producirá por el continuo incremento de los gases de invernadero en la atmósfera de la Tierra.

De acuerdo con los últimos números del World Development Report, la contaminación del agua es el problema más grave con el que se enfrentan los países en vías de desarrollo, a causa de su efecto directo sobre el bienestar humano y sobre el crecimiento económico. Según UNICEF más del 28 por ciento de la población en el mundo carece de acceso a agua potable limpia. Además, la capacidad de los ríos para mantener la vida acuática y los caladeros de la costa para mantener su productividad está amenazada por la contaminación, la pérdida de oxígeno, asociada con la descomposición de productos contaminantes, y la floración de algas, potenciada por las escorrentías procedentes de áreas de aplicación intensiva de fertilizantes. Con las aguas superficiales cada vez más contaminadas, mucha gente ha recurrido a las aguas subterráneas, de manera que en algunos lugares se están secando los acuíferos más deprisa de lo que se reponen.

El estudio «Evaluación global de la degradación del suelo», dirigido por el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), descubrió que, en las últimas décadas, casi el 11 por ciento del suelo fértil del planeta ha sido erosionado, tan alterado químicamente o tan compactado físicamente que su función biótica original (su capacidad para procesar nutrientes de forma que puedan ser utilizados por las plantas) ha resultado dañada; cerca del 3 por ciento del suelo ha sido degradado prácticamente hasta el punto de no poder seguir cumpliendo esta función. En algunas regiones, la degradación del suelo se ha extendido de manera significativa, en Centroamérica y en México, por ejemplo, hasta afectar al 25 por ciento de la superficie con cubierta vegetal. En algunos casos, la pérdida de productividad ha sido subsanada mediante el incremento de suministro de fertilizantes, pero las cosechas son más bajas de lo que hubieran sido si la degradación del suelo no se hubiera producido. Además, parece ser que los beneficios atribuidos al uso de pesticidas no son tan extraordinarios como parecían y que, tal como se utilizan en la actualidad, pueden representar un daño considerable al medio ambiente y un como a la propia salud del ser humano.

La pérdida continuada de fertilidad del suelo, combinada con el rápido crecimiento de la población en la mayor parte del mundo en vías de desarrollo, plantea la amenaza de la escasez de alimentos, fibras y abastecimiento de leña en el futuro. Cultivos más intensivos, variedades de cosechas de mejores rendimientos y fuentes nuevas (incluso sintéticas) de alimentación apoyadas en la biotecnología, pueden en último término sustituir las pérdidas de fertilidad del suelo y la escasez de tierra cultivable. Pero las sustituciones podrían conllevar un alto coste social, reduciendo, por ejemplo, el empleo agrícola y la seguridad de alimentar a los segmentos más pobres de las sociedades en vías de desarrollo. Además, mientras que el mundo en vías de desarrollo precisa más que nunca innovaciones biotecnológicas, la investigación actual sigue centrándose en las cosechas de elevado rendimiento económico dentro del mundo industrializado.

Los bosques han proporcionado abrigo, alimentos, combustible, medicamentos, materiales de construcción y agua limpia a los seres humanos desde los albores de la humanidad. En décadas recientes producen, además, productos farmacéuticos, materia prima industrial, ocio, turismo, etc. Los bosques regulan la calidad del agua dulce mitigando la erosión y filtrando contaminantes, así como la cantidad de la descarga de agua y el momento en que ocurre. Los bosques también albergan una gran parte de la biodiversidad del planeta. Aunque los científicos saben que la mayoría de las especies no han sido identificadas todavía, piensan que posiblemente más de las dos terceras partes de las especies terrestres se encuentran en los ecosistemas de bosque, particularmente tropicales y subtropicales. Estadísticas recientes de la FAO sobre deforestación estiman que los seres humanos han reducido la cubierta boscosa original en un veinte por ciento. Sin embargo, es posible que la pérdida sea mucho más elevada. En estudios realizado por el WRI (Instituto de recursos mundiales) se estima que la cubierta original se ha reducido en casi un cincuenta por ciento.

Por otra parte, la vida depende de un cierto número de «servicios» del ecosistema que, en general, se dan por supuestos. Estas prestaciones incluyen el reciclaje microbiano de los nutrientes del suelo, la prevención de inundaciones y el control de la erosión en las cuencas hidrográficas, la conservación de la biodiversidad y la reposición de oxígeno atmosférico. No obstante, a medida que los ecosistemas se van degradando y adaptando al uso humano, su capacidad para proporcionar servicios o sustentar comunidades de plantas y animales sanos y diversos se va poniendo cada vez más en peligro. En concreto, la pérdida de la biodiversidad sufre un proceso de aceleración, y a pesar de los elevados esfuerzos para crear reservas naturales y de vida salvaje, bancos de germoplasma y poblaciones animales en extinción en las zonas, el acoso a los hábitats es una seria amenaza a la herencia genética de la Tierra y a los ecosistemas en los que florece la diversidad.

Tanto los recursos renovables como los no renovables son fundamentales para el desarrollo. Pero mientras la escasez local de algunos recursos no renovables, y algunos renovables como la pesca o la madera, puede ser compensada con importaciones, la escasez de aire puro, de agua dulce y de ecosistemas viables, en general, no. La escasez de recursos renovables y la reducción del recurso base que los sustenta pueden impedir tanto el desarrollo a corto plazo, como la sostenibilidad a largo plazo. Esta escasez y su impacto sobre el desarrollo se concentran de una manera especial, aunque no exclusiva, en los países en desarrollo.

La evaluación global del efecto del uso de los sistemas naturales en su propio funcionamiento y productividad (enfoque ecosistémico) tiene en cuenta la gama completa de bienes y servicios utilizables de un ecosistema e intenta optimizar la mezcla de beneficios, adoptando una visión a largo plazo, integrando la información social y económica con la ambiental y manteniendo el potencial productivo del sistema.

La adopción de un «enfoque ecosistémico» implica la evaluación de las decisiones sobre el uso del suelo y los recursos en términos de cómo afecta éste la capacidad de los ecosistemas para mantener la vida, pero no solamente el bienestar humano sino también la salud y el potencial productivo de plantas, animales y sistemas naturales. Mantener esta capacidad se convierte en la llave maestra para el desarrollo nacional y humano, en la esperanza para acabar con la pobreza, en salvaguardia de la biodiversidad y en nuestro pasaporte hacia un fututo sostenible.