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RAÍCES CLÁSICAS DEL PENSAMIENTO MODERNO

Curso 2016/2017 / Cod.2440017-

RAÍCES CLÁSICAS DEL PENSAMIENTO MODERNO

CONTENIDOS DE LA ASIGNATURA

Entre los siglos XVII y XIX se fijó lo que hoy en día suele considerarse como “canon clásico”. Afirmar que los autores que lo crearon para la Modernidad tenían una imagen altamente idealizada de la Grecia clásica, presupone de manera más o menos explícita que puede distinguirse con claridad entre la realidad de la concepción actual del mundo antiguo y la idealidad propia de aquellos años. Pero esta forma de plantear la cuestión resulta poco plausible, aunque sólo sea porque nuestra imagen “real” depende y está en función de aquella mirada “ideal”, con lo cual, dicho sea entre paréntesis, los predicados “realidad” e “idealidad” se tornan cuanto menos vaporosos. Esta precisión es una obviedad, pero necesaria dado que en ocasiones se pasa por alto lo más evidente, que “Grecia” ni siempre es ni siempre ha significado lo mismo, sino que opera más bien (al margen de lo que sea o deje de ser “en realidad”) como una especie de forma repetible, iterable e imitable, disociable de su lugar inicial y susceptible de cita en los más diversos contextos. Las diferentes e infinitas repeticiones generan la ilusión de que “Grecia” existe previamente a ellas, cuando son las propias copias o imitaciones las que generan retrospectivamente este efecto imaginario. La finalidad de la presente asignatura es introducir al alumno en el estudio de algunas de estas “copias”, pues en ellas se encuentran las raíces clásicas del pensamiento actual y la inversa: son la condición de posibilidad del acercamiento al mundo clásico desde el pensamiento moderno.

Se trata, evidentemente, de un proceso que puede y debe remontarse al mundo romano, pues como todos los filohelenistas que han sido, son y serán, los romanos amaban Grecia, pero su ideal de Grecia y no la real. Aulo Gelio recuerda que se viajaba a los grandes centros intelectuales de Oriente “con objeto de cultivar el espíritu” (I, 2, 1), expectativa que los griegos supieron satisfacer, construyendo Grecia como bien cultural. En el inicio de este proceso, o más bien en el de su elaboración conscientemente voluntaria, puede situarse a Dioniso de Halicarnaso, que en sus Antiquitates defiende que los romanos, en realidad, son griegos y no sólo por su origen, pues Dioniso sugiere con sutileza que siguen siéndolo..., siempre y cuando satisfagan determinados requisitos, pues Roma siempre se atuvo a los ideales helenos: justicia, piedad, moderación y, muy especialmente, la capacidad de integrar pueblos extranjeros. La superioridad de Roma radica sobre todo en tal habilidad asimiladora, en la medida en que los pueblos sometidos eran dignos de ello, en lo cual, advierte, los romanos han sido incluso más griegos que los mismos griegos, los cuales, masacrándose y esclavizándose entre sí, se han comportado en más de una ocasión como auténticos bárbaros (Ant. 14, 6; 2, 17; 20, 13), porque la verdadera Grecia no depende del nombre o idioma, sino de una forma de conducirse humana y civilizada. Aunque ser heleno también es cuestión de phýsis, puede suceder que los mismos griegos desatienden a su naturaleza y se conduzcan como bárbaros, como les sucedió a los romanos, que a lo largo del periodo de guerras civiles abandonaron su herencia griega, olvido que fue la causa de su decadencia. Dioniso muestra a sus contemporáneos romanos las virtudes de sus antepasados y les recuerda que son griegos y deben comportarse como tales. Ahora bien, si los romanos son en realidad griegos y si los griegos han sido en más de una ocasión bárbaros, sólo cabe concluir que Dioniso –inaugurando de este modo una tradición que alcanza a nuestros días- no piensa en la Grecia real, sino en una especie de “helenismo ideal”.

El planteamiento general de la asignatura implica que el pensamiento clásico  (o el clásico y el preclásico, se así se prefiere), lejos del estatismo que suele asociarse al concepto de imitación, opera con categorías dinámicas resultado de la interacción entre los modelos “antiguos” (la oratoria de Demóstenes o Isócrates, las estatuas de Praxíteles, la arquitectura de Fidias, la épica de Homero, la pintura de Apeles o Parrasio, la filosofía de Platón, Aristóteles y Pitágoras, las tragedias de Esquilo o Sófocles…) y las expectativas que los “modernos” depositan en ellos para luego reencontrarlas confirmadas en aquellos modelos que se supone son dignos de imitación: algo es clásico porque es imitado y alguien imita porque reconoce al modelo como digno de imitarse, esto es, como clásico, por lo que, en efecto, debe imitarse... 

Desde esta perspectiva, las consideraciones que se realizan en esta asignatura tienen tan sólo valor como exempla (en el sentido que los romanos daban a esta palabra), que los alumnos pueden tomar a modo de planteamiento general y como ayuda para realizar sus propias investigaciones sobre un tema que admite las más diversas variaciones. Además de las concepciones romana, cristiana, renacentista y barroca, paso por alto, aunque el alumno no tiene porqué hacerlo, las exquisitas recreaciones cinematográficas realizadas por Passolini de algunas tragedias griegas, pero también –por qué no- el llamado “cine de romanos”, o recientes versiones de la guerra de Troya o las aventuras de Alejandro Magno. En todos estos productos culturales, cuyo valor no quiero entrar a juzgar, sigue palpitando de algún modo el espíritu del Mundo Clásico y, querámoslo o no, ayudan a formar nuestra concepción moderna de la Antigüedad. 

 

 Programa

  1. Grecia y Alemania: el concepto de “Volk”.
  2. Dos visiones sobre Grecia: estetas y sacerdotes
  3. La discusión en torno a Homero: Herder
  4. Grecia como literatura: Schiller
  5. La polémica sobre las regla de las tres unidades y la catársis de las pasiones trágicas: Lessing y Goethe.
  6. La “otra” Grecia: Hölderlin
  7. Ranke y Humboldt: realidad y ficciones necesarias
  8. El joven Nietzsche y las tareas de la filología clásica