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| 17 de septiembre de 2010
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| Al menos, no todos. El hallazago de una nueva especie, el Concavenator corcovatus, viene a reforzar la teoría -aún cuestionada por algunos expertos- de que nuestras aves actuales son los descendientes directos de aquellos majestuosos seres que poblaban la Tierra hace millones de años. Pepito, nombre cariñoso con el que se ha bautizado al ejemplar descrito por el equipo del profesor de la UNED, Francisco Ortega, en la prestigiosa revista Nature, tenía alas... o por lo menos podía tenerlas, tal y como apuntan los restos fósiles de sus antebrazos.
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Bajo esta roca se escondía Pepito. Los indicios ya permitían adivinar que se trataba de un enorme ejemplar, algo sorprendente en el yacimiento de Las Hoyas (Cuenca) en el que fue encontrado y que se caracteriza por albergar restos de animales pequeños. | |
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Gracias a la tarea descriptiva y divulgativa del equipo del profesor Ortega y a la fabulosa difusión mediática de la noticia del descubrimiento, hoy todos conocemos el posible aspecto exterior del Concavenator corcovatus. Medía seis metros aproximadamente, tenía una sorprendente y desconocida hasta la fecha joroba y algunos de sus rasgos físicos han sorprendido a la comunidad científica. | |
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Continuar analizando y estudiando las piezas de este complejo puzzle fósil para extraer de él toda la información posible sobre la biología del nuevo dinosaurio, su entorno y su relación con el medio es el futuro más inmediato de Francisco Ortega. Y es que son muchas las incógnitas que quedan aún por resolver... | |
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