La vibrante conferencia de Nazanín Armanian situó a los asistentes ante el escenario de una guerra internacional que desde hace décadas se desarrolla en los países de Oriente Medio, que incluye a Europa, Estados Unidos y Rusia, y cuyas consecuencias llegan atomizadas, cuando no son directamente silenciadas, a la opinión pública occidental; miles de muertos, oleadas de refugiados, ciudades y pueblos bombardeados y arrasados hasta los cimientos, personas traficadas, auge incomparable del negocio de las armas o atentados terroristas que paralizan las sociedades. Las causas: “no son guerras civiles, ni guerras de religión, ni guerras contra dictadores -Gadaffi y Sadam cayeron, pero Libia e Irak siguen en guerra-. Estamos ante la gran guerra internacional que sigue a la Posguerra Fría. Son luchas de las élites económicas de los países por su hegemonía geopolítica y por el control de las materias primas.”
Armanian documentó como desde 1991 “media docena de países han sido bombardeados diariamente por los Talibanes, por la OTAN o el Estado Islámico y 100 millones de personas, sólo en Oriente Próximo, sin contar África o América, se han quedado sin hogar. Desde 1991, 53 millones de personas abandonaron su hogar. Hay 20 millones de niñas y niños huérfanos, ¿quién los protegerá?. Sólo en la última migración de los refugiados hacia la Unión Europea, en su camino hacia Alemania, la Interpol ha constatado la desaparición de 10.000 niños, ¿cómo puede ser? En Afganistán, que soporta la guerra desde los años 80, donde los que huyen son bombardeados por drones en la frontera contraviniendo los acuerdos de Ginebra, ya hay dos generaciones de jóvenes que nunca han visto la paz”.