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Madrid, 14 de enero de 2021




Fallece Manuel Jesús García Garrido, primer rector de la UNED


Estimada comunidad universitaria:

Lamento informaros de que el profesor Manuel García Garrido, primer rector de la UNED, ha fallecido hoy de madrugada. Es una noticia muy triste para nuestra Universidad y he trasladado nuestro más sentido pésame a su familia.

Sin duda, el profesor García Garrido ha jugado un papel esencial en nuestra historia por lo que la UNED de hoy no podría entenderse sin tener en cuenta su legado, del que nos sentimos tributarios. Él fue y sigue siendo parte del sello de prestigio de nuestra institución.

Como en vida le decíamos, igualmente le decimos ahora: Gracias, D. Manuel.

DEP

Ricardo Mairal Usón
Rector

Su historia en la UNED

UNED

El profesor García Garrido, junto a todos los rectores de la UNED, en un acto reciente. Es el segundo por la izquierda, sentado junto al rector Mairal Usón.



UNED

OBITUARIO

Por Federico Fernández de Buján
Catedrático de Derecho Romano de la UNED
Académico de número de la Real Academia de Doctores de España
Su alumno

Manuel Jesús García Garrido. La UNED, la razón de su vida


En ocasiones, para ser entendido hay que exagerar. El Maestro tiene otras vidas eminentes, pero nuestra Universidad ha sido su dedicación más inextinguible y deleitosa y su afán más fecundo. Se le confió en 1972 el proyecto de un objetivo novedoso e ilusionante: la UNED. Lo engendró pletórico y fértil. Su mandato rectoral ha dejado indeleble impronta. Se ganó el respeto y el cariño de sus colaboradores. Y granadas realidades actuales encuentran en aquel su origen.

Nacido en la Lusitania, recriado en la Betica, formado en la Gallaeccia y madurado en Roma, comienza su potestas en Santiago y conforma su auctoritas en Madrid. Su biblioteca posee ocho mil volúmenes. Muy querido y respetado en Italia, alcanza reconocimiento internacional. Romanista y jurista; Decano y Rector de la universidad compostelana; Director General del Ministerio de Educación; Diputado por UCD en las Cortes constituyentes. Maestro de una importante Escuela, siendo sus discípulos predilectísimos -a los que siente como hijos-, Fernando Reinoso y Federico Fernández de Buján. Autor de 32 libros y 300 estudios jurídicos, 2 recopilatorios de artículos de prensa y 1 libro de poesía. Entre sus distinciones figuran: Gran Cruz de la Orden Alfonso X el Sabio, Gran Cruz de la Orden del Mérito Civil, Medalla al Mérito Constitucional, Cavaliere de la Ordine della Stella Italiana, Gran Cruz de Instrucción Pública de Portugal y Doctor Honoris Causa por la Universidad de Moscú. Su Tratado, con 23 ediciones, se ha traducido al italiano y al ruso.

De su personalidad humana destaco: talante “descomplicado” que hace fácil la convivencia; relación intelectual envuelta en cordialidad; espíritu optimista para afrontar dificultades; renuncia a imponer su criterio; carácter comunicativo; disciplina para desarrollar un trabajo intenso. Su mujer, Lourdes Costa, lo cuida con especialísimo cariño y sacrificio los cuatro últimos años, muy difíciles por su reducida movilidad. Describe Ortega cómo algunos “conservan hasta la senectud un poder de plasticidad inexhausto, una juventud perdurable que les permite renacer dos y aún tres veces durante la vida”. Mi Maestro respondía a este biotipo. En el Prólogo de su poemario, afirmo: “Su Autor es un joven camino de los noventa y un años…que nunca se rinde; acude a cuanto puede; proyecta nuevas aspiraciones y pretende ejecutarlas con el brío de su madurez creadora”.

En los últimos veinte años su religiosidad llena su alma. Encara el final con esperanza en la infinita misericordia divina y el gozo de haber entretejido mimbres de permanencia universitaria. Hace menos de un año me confesaba con desazón: “Veo que mi vida se acaba y sé que estudios que querría escribir nunca verán la luz”. Yo, en silencio, pensaba: “Su luz nunca se apagará. Su extensa obra creará una estela en las bibliotecas y su persona vivirá académicamente en nosotros, en nuestros discípulos y en sus numerosísimos amigos y colegas”. Nos deja en una dramática y gélida amanecida madrileña, pero también luminosa y esperanzada. Desde la tristeza de la separación, elevo al cielo una plegaria de sufragio y gratitud: ¡Oh Dios, retorne a Ti el alma de D. Manuel, que tanto nos ha querido y que tantos lo hemos querido tanto!


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