Las reivindicaciones de los comuneros fueron planteadas por personas y colectivos vinculadas a la producción de manufacturas, el comercio o las finanzas y "en buena parte por a profesores universitarios, muchos de ellos clérigos, y letrados. Era un grupo boyante, reforzado por el auge económico del siglo XV y constituía la élite del común de los pecheros (quienes, a diferencia de los privilegiados, pagaban pechos o impuestos), pero con mayor nivel de riqueza y formación”. Entre sus reivindicaciones, “la potenciación del poder de las Cortes; la participación en la gobernación, oponiéndose a la fuerte tendencia del poder real hacia el absolutismo, que ya venía manifestándose en Castilla en tiempos de los Reyes Católicos y con los monarcas anteriores”. Para ello, piden al rey el respeto a una serie de principios éticos y requisitos en los que debe basarse la Administración: “reserva de oficios a castellanos; oposición a la acumulación de oficios o a la concesión de estos como medio para pagar servicios; elección de los procuradores en Cortes por las ciudades sin intromisión del poder real, etc… Resaltan las reivindicaciones antifiscales, la defensa de los recursos del reino y el deseo de limitar el gasto de la Corona, fuertemente incrementado tras la llegada de Carlos I y su corte de impronta borgoñona”.
La rebelión comunera fue diferente en las distintas ciudades levantadas y, como sabemos, fue aplastada por la alianza en su contra de la nobleza y la monarquía, pero ¿qué habría ocurrido de triunfar en sus postulados?, se plantea/ nos plantea el profesor Ribot? “Desde un punto de vista económico, es evidente que la crisis provocada por la revuelta, la breve guerra y los castigos e indemnizaciones a que hubieron de hacer frente las ciudades comprometidas, tuvieron un efecto negativo sobre el crecimiento económico que vivía Castilla. Pero no lo interrumpieron. Más aún, los mejores años de la economía castellana serían posteriores al levantamiento comunero. Las ciudades castellanas alcanzaron su máxima expansión demográfica y económica a mediados del siglo XVI, incluida la manufactura lanera, que en lugares como Segovia vivió una auténtica edad de oro. El peso excesivo de la exacción fiscal y militar para sostener la política hegemónica habría de ser, seguramente, la causa principal de la decadencia posterior, lo que nos lleva a pensar que las cosas podrían haber sido distintas de haber triunfado los comuneros”.
En su recuerdo queda, no obstante, “la dilatada pervivencia del mito que explica, por ejemplo, que la bandera de la Segunda República adoptara una banda inferior de color morado, que pretendía recuperar, aunque no acertara del todo con el color, el pendón de Castilla levantado por los comuneros en 1521”.