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Entrevista a María Novo, Titular de la Cátedra UNESCO de Educación Ambiental y Desarrollo Sostenible de nuestra universidad. La Cátedra ya tiene más de 10 años de antigüedad.

María Novo ha recibido recientemente el Premio Internacional N’aitum por la labor que realiza en el campo de la educación ambiental y el desarrollo sostenible, a través de la Cátedra.



Explíquenos un poco en qué consiste el premio N’ aitum.
Lo concede una asociación de intelectuales chilenos (artistas, científicos, médicos...) y se entrega en la casa-museo de Pablo Neruda, en Isla Negra. N’aitum significa dejar libre. Cada año premian a varias personas que en Chile hayan trabajado en defensa de la libertad de la naturaleza, para crecer libre del dominio y explotación abusiva de los seres humanos, o que hayan desarrollado acciones significativas en defensa de la libertad de los pueblos del Sur para desarrollarse adecuadamente. Conceden también, cada año, un premio internacional y ése es el que me han otorgado a mi en esta ocasión.

¿A qué otras personas se les ha concedido el Premio Internacional N’ aitum?
Al equipo del oceanógrafo Jeacques Cousteau, al científico Humberto Maturana, al que considero uno de mis maestros, y a Yolanda Kadkabase, presidenta de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, UICN, entre otros.

¿Cuál es el trabajo que desarrolla al frente de la Cátedra UNESCO que ha propiciado el premio?
Llevo 25 años trabajando en el campo del medio ambiente, la educación ambiental y el desarrollo sostenible. Ya en 1984 mi tesis doctoral fue la primera tesis del país sobre educación ambiental. A partir de entonces he contado siempre con el apoyo de la UNED para seguir investigando en este campo y, al mismo tiempo, plantear una oferta educativa que, en el marco de la Cátedra, hoy se concreta en una oferta amplia: por un lado, una asignatura de Educación Ambiental en la carrera de Ciencias Ambientales y en Pedagogía, asignatura que es de libre configuración en todas las otras carreras. También una asignatura de Desarrollo Sostenible en Pedagogía y de libre configuración en el resto de los estudios de la UNED. Pero lo más significativa es, seguramente, nuestro Programa de Postgrado: impartimos varios cursos de doctorado y tenemos un Máster Internacional desde el año 1990. Este Máster se dedica especialmente a la formación de planificadores, formadores y gestores, lo que desencadena un gran efecto multiplicador y ha permitido que nuestras ideas sobre desarrollo se difundan con fuerza en contextos como el latinoamericano, por ejemplo.

Como es obvio, todas estas cosas no podría hacerlas yo sola, así que quiero resaltar que en la Cátedra trabajamos varios profesores y profesoras de la casa y que es gracias a ellos como se pueden llevar adelante todas estas actividades. Al mismo tiempo, el apoyo de nuestros órganos de gobierno resulta fundamental

Veinticinco años de trabajo sobre medio ambiente dan para mucho. ¿Cómo se inició usted en este campo? ¿Qué fue lo que le hizo vislumbrar la necesidad de la educación ambiental cuando nadie hablaba de ella?
Mi experiencia como defensora de la naturaleza data ya de la década de los 70. En esos momentos, en la ciudad en la que yo vivía, A Coruña, la especulación del suelo y las constructoras amenazaban con urbanizar la única zona verde del centro de la ciudad, el Parque de Santa Margarita. Un grupo de gente tomamos la responsabilidad de defenderlo, peleamos en muchos frentes, y conseguimos parar el proyecto y que el parque se cerrase y se reconociese como la zona de uso público que era. Hoy es un bello espacio que alberga a la Casa de las Ciencias.

Esa experiencia, ese interés por el medio ambiente, y mi vocación educadora buscaban la forma de darse la mano. Así llegó años más tarde, de manera natural, mi proyecto de fundir ambos intereses en una tesis sobre Educación Ambiental. En realidad, no se trataba de algo teórico sino de un proyecto de vida que me abría a la posibilidad de fundir en un solo territorio intelectual mis intereses por la vida, la naturaleza, el desarrollo..., y mi convencimiento de que la educación es un magnífico instrumento para el cambio hacia sociedades más equilibradas ecológicamente y más equitativas socialmente.

Y, ya ve... Desde entonces hasta ahora no he parado, y nunca me he arrepentido de haber tomado este camino.

Tanto tiempo trabajando sobre medio ambiente y desarrollo la habrá hecho más optimista o más escéptica. ¿Cómo ve usted las posibilidades de que las sociedades cambien?
Las sociedades cambian cuando cambian las personas. El cambio que se requiere, en estos momentos se está alumbrando desde abajo, por las sinergias de muchos pequeños cambios en los valores, los comportamientos y las prioridades de las gentes de todo el mundo en el uso de los recursos. Eso ya se está produciendo y es fuente de esperanza.

Pero también se necesitan cambios impulsados desde arriba, desde los gobiernos y las instancias de poder, para modificar rápidamente las pautas globales de consumo de energía, de agua..., para frenar el cambio climático, para repartir de forma equitativa el acceso a los recursos, eliminando la pobreza, que es una de las lacras de nuestra civilización.

Estas dos dimensiones, la personal y la política, deberían poder frenar los movimientos de la economía globalizadora, que amenaza con arrasar con todos los bienes naturales, desprecia la vida de las personas, y ha puesto en el centro de los intereses sociales al mercado y al dinero como valores supremos. Para quienes impulsan este movimiento, parece que todas las libertades se concretasen en la libertad de comprar y vender.

Pero el mercado no es democrático, así que este deslizamiento no está beneficiando nada ni a los valores de la democracia ni a las tres cuartas partes de la humanidad que viven en condiciones de escasez, a veces de terrible pobreza. Darle la vuelta a esta situación requiere cambios drásticos en el Norte, para que el Sur pueda desarrollarse. Esos cambios son personales, sin duda, pero también han de ser políticos con medidas de gran calado.

¿Y la educación ambiental qué papel juega en todo esto?
La educación ambiental es un instrumento eficacísimo para el desarrollo sostenible que necesitan nuestras sociedades. En primer lugar, porque pone en juego nuevos valores como el reconocimiento de nuestra condición de ser parte de la naturaleza y no sus dominadores, o el valor de la solidaridad y de le equidad social. Pero también porque plantea la cuestión de los límites ecológicos. Vivimos en un planeta que es un sistema cerrado que no crece, por tanto es absurdo que algunos de sus subsistemas, como el económico, pretendan crecer indefinidamente. Eso es lo que nos lleva a la crisis...

Educar ambientalmente es hablar de estas cosas, de los viejos modelos que nos caducan en las manos y del nuevo paradigma que se está abriendo paso para interpretar el mundo y para vernos a nosotros mismos en él como parte de esa unidad compleja que es el ámbito de la vida. Educar ambientalmente es educar para un pensamiento complejo que no simplifique falsamente lo que nació entretejido: la vida, el mundo natural, nuestras sociedades..

Se menciona en el premio su proyecto Ecoarte. Cuéntenos en qué consiste.
Es un proyecto para avanzar en el conocimiento de la complejidad ambiental, poniendo en común la ciencia y el arte. Mi hipótesis de trabajo es que se trata de dos formas de conocimiento complementarias, dos lenguajes que se buscan y se necesitan el uno al otro para la interpretación de los problemas ambientales y para la búsqueda de soluciones a los mismos.

¿Qué supone en su trayectoria profesional este premio?
Todos los reconocimientos son bienvenidos y sería injusto decir que no lo agradezco, porque me ha hecho mucha ilusión, ya que se trata de un premio al que yo no me había presentado, sino que me han llamado para comunicarme su concesión. Dicho esto, mi trayectoria creo que seguirá siendo al misma: intentar trabajar por unas sociedades menos depredadoras de los bienes naturales y en las que avancemos hacia una mayor equidad social. Ese ha sido el norte que ha guiado mis pasos hasta ahora y confío en tener fuerzas para seguir muchos años moviéndome en esta dirección.

¿Cómo han acogido el premio sus compañeros de la UNED?
Ha sido muy estimulante recibir tantas muestras de alegría por parte de mis compañeros y compañeras y eso me hace sentir que nuestro trabajo en la Cátedra, el mío y el de todo el Equipo, es comprendido como una aportación de interés, al igual que sucede con el trabajo de tantos y tantos profesores de esta casa.

Leonor García