Aprender a leer en el siglo XIX
En la España moderna, los dos textos más utilizados para el aprendizaje de la lectura fueron las cartillas y los catones aunque no los únicos.
Cartilla, según el Diccionario de la Real Academia Española es un “cuaderno pequeño, impreso, que contiene las letras del alfabeto y los primeros rudimentos para aprender a leer” y también “cualquier tratado breve y elemental de algún oficio o arte”. En su primera acepción, éste fue el primer libro escolar por excelencia en Occidente hasta casi la actualidad.
Catón, de nuevo según el Diccionario es el “libro compuesto de frases y periodos cortos y graduados para ejercitar en la lectura a los principiantes”. Era por lo tanto, el segundo libro de lectura después de la cartilla, pues ésta se limitaba principalmente a la presentación de las letras.
Siguiendo a Antonio Viñao “el origen de este texto, en su versión clásica, arranca al menos de finales del siglo III d.C. Los Disticha Catonis o Dichos de Catón constituían un breve tratado de urbanidad y moral, ampliamente utilizado en Occidente durante el Medievo y el Renacimiento, cuyo texto original nos es desconocido pero del que se conservan un buen número de versiones posteriores que ofrecen una amplia diversidad en su contenido. Su difusión e influencia parece haber sido consecuencia de su disposición y estilo didáctico, así como de su sencillez y graduación. Esta obra de la literatura didáctica latina, integrada por una serie de pensamientos o frases breves en prosa o en verso, experimentó a lo largo de su historia un proceso de cristianización progresiva tanto en el texto como en los comentarios o glosas que se añadían” convirtiéndose así en el Catón christiano. En el siglo XIX, como el sistema liberal se basaba en un régimen constitucional aparecieron algunos “catones civiles” para instruir a los niños en nociones básicas de derecho y deberes civiles.

Lectura de manuscritos. Ed. Saturnino Calleja
Una vez dominado el catón se pasaba a los propiamente llamados libros de lectura que se pueden dividir en dos grandes grupos:
- El conjunto de obras que pueden considerarse texto escolar y que constituyen realmente el tercer libro de lectura
- El conjunto de diversos libros de lectura sin una finalidad específica para el aprendizaje de la misma (catecismos religiosos, históricos o constitucionales, antologías literarias, colecciones de fábulas, libros de urbanidad, obras de geografía e historia, devocionarios, libros de cosas, biografías...)
Aprender a escribir en el siglo XIX
Durante la Edad Moderna, la enseñanza de la escritura correspondía a los maestros escribanos que enseñaban una escritura caligráfica legible pero lenta de realizar. Esto va cambiando a lo largo del siglo XIX implantándose paulatinamente la cursiva, también legible y elegante pero más rápida, a lo que contribuyó además la generalización de la plumilla metálica.
El aprendizaje de la escritura comenzaba repasando el trazo de las letras para pasar después a dibujarlas imitando las muestras del maestro y por último a la copia del libro manuscrito. Los calígrafos de finales del siglo XVIII y principios del XIX sostenían que la realización de la escritura caligráfica era un acto mecánico y si los movimientos, la posición del cuerpo, la forma de coger la pluma, etc. eran correctos, también lo sería la escritura. Pero no todos los calígrafos aceptaban la imitación como metodología del aprendizaje proponiendo la enseñanza por reglas. Se produjo entonces un duro enfrentamiento entre ambas tendencias hasta la postura conciliadora de Torcuato Torío de la Riva que propuso el aprendizaje por reglas y muestras en su obra Arte de escribir por reglas y con muestras publicado en 1798.
Durante el siglo XIX, el niño iba a la escuela para aprender principalmente a leer. Aprender a escribir no era tan importante y muchos abandonaban los estudios una vez que sabían leer. Las técnicas caligráficas retrasaban y dificultaban el proceso de la escritura, por ello se pasa al aprendizaje de la cursiva quedando la caligráfica como ejercicio de adorno. La diferencia entre caligrafía y escritura se establece hacia finales del siglo XIX con la aparición de los cuadernos caligráficos y los cuadernos de escritura. Pedro de Alcántara García Navarro escribía en 1891 que “debe distinguirse entre escritura propiamente dicha y caligrafía, pues ni todos los niños tienen aptitudes caligráficas, ni en la escuela se dispone de tiempo para entregarse a perfiles y refinamientos caligráficos”.
Rasgos: Enseñanza de la lectura por la escritura y el dibujo.
J. Demuro
Si hasta este momento el aprendizaje de la lectura y de la escritura estaba separado, poco a poco va introduciéndose en la práctica la idea de enseñar a leer escribiendo, aspecto éste que se generalizará en la segunda mitad del siglo XX.