Las calles de este país donde hace apenas una década no existía el cemento ni el vidrio muestran paisajes esquizofrénicos, con un lado de las calzadas por las que atravesamos haciendo reverberar el sol en múltiples cristales dorados de modernos edificios, cúpulas caprichosas, altas elevaciones de pisos, que contrastan con barriadas de casas alienadas unas sobre otras sin aceras ni saneamientos, donde aún mantienen el adobe y las ramas contra el calor.
La avenida principal hacia el Centro de Bata permite sentarse ante una balaustrada con la puesta de sol sobre mar de fondo que nada tiene que envidiar a la ciudad de San Sebastián.
Hoteles con modernos aparatos de aire acondicionado y pubs con luces de de neón, música en vivo y posibilidad de cenar a cualquier hora, sus baños con surtidos frascos de colonia e higienizante alcohol, conviven con bares de comida autóctona cuyos aseos se alivian con el agua de bidones y cazos para el servicio en su interior.