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La conferencia de Amelia Valcárcel, mujer de muchos trabajos que, desde su cátedra, avala el sello feminista de la UNED, cautivó a la sala. “Ninguno de nosotros, se declare feminista o no, sería capaz de vivir en una sociedad de hace 90 años. La encontraría terriblemente acongojante y se sentiría bastante desencajado”, reflexionó, y todas viajamos en el tiempo imaginándonos vestidas con polisones y miriñaques, pendientes del hombre –padre, hermano, marido- que gestionaba nuestra hacienda, organizaba nuestra vida cotidiana y emocional y nos mantenía sujetas a su servicio. “La Declaración de Séneca Falls apareció en 1848, una año en el que pasaron varias cosas divertidas, como la publicación del Manifiesto Comunista”, y nos volvió a incitar al viaje, esta vez hacia un pequeño pueblo del estado de Nueva York, donde 300 mujeres y 40 hombres se reunieron para reivindicar la presencia y la actividad de la mujer en la vida social, económica, política, cotidiana y emocional de la época.
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